En uno de sus conciertos, G. interpretó 4’33, la obra célebre de John Cage y se arrodilló frente al instrumento para contemplarlo. El instrumento, una Memphis negra y reluciente, aprisionaba cuatro cigarrillos verticalmente dispuestos entre sus cuerdas. G. se incorporó y los encendió, uno tras otro, en ceremonial silencio. Cuando quedaron tan solo los filtros dio por terminada la pieza. El público, que estuvo a segundos de aplaudir, se incorporó indignado en sus asientos para salir corriendo despavorido luego de que G. los espolvoreara con toneladas de harina que extraía, a puñados, del interior del sarcófago de cuero donde reposa el instrumento.
Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me interesa recordarle a las masas de lo que están hechas.
Solo quiero enseñar a mis aduladores la medida oracular del silencio: lo que a la masa es la levadura, es a la música el silencio.
G.R.F.
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