2017, Año terrible para la música popular uruguaya / Por Hamid Nazabay

Este año –o lo que va de él– ha sido característico por el fallecimiento de varias figuras de la música popular uruguaya (en realidad la lista se ampliaría, ya que no sólo del ámbito de la música popular, sino también de otras disciplinas artísticas e intelectuales). En algunos casos parece que una generación, forjadora de una identidad sin otra vocación que un arte propio y significante de una comunidad, se está yendo por el indeclinable transcurrir del tiempo. En lo que va del año se fueron, murieron (no utilizaré esa frase desgastadísima, afable y tontita de que “se fueron de gira”) 11 exponentes (esperamos no olvidar a nadie) de la música del Uruguay, entre cantantes, poetas, compositores y docentes.

El 21 de febrero tuvimos la noticia de la muerte de Graciela Paraskevaídis (n. 1940), que si bien era argentina, realizó buena parte de su carrera en Uruguay (desde 1975) y era la compañera de Coriún Aharonián. Además de su labor compositiva se destacó como docente, donde muchísimos músicos uruguayos que optaron por la música académica se formaron con ella, pero también una buena porción de músicos populares (Fernando Cabrera, Leo Maslíah, Rubén Oliveira, Jorge Lazaroff, entre otros).

El 4 de marzo fallecería alguien quizá no tan conocido, alguien joven (46 años) víctima de un siniestro de tránsito a causa de un conductor alcoholizado. Se trata del tecladista y docente Romeo Martínez (n. 1970), quien fuera acompañante de Pablo Estramín, dúo Copla Alta, Ricardo “Canario” Martínez, entre otros.

Al mes sería Lucio Muniz (n. 1939), el 5 de abril, quien dejaría existir. Prolífico músico, compositor y poeta treintaitresino, autor de muchísimas canciones que en voces de Los Zucará, Santiago Chalar, Zitarrosa, entre muchísimos más, llegaron al pueblo con su magia. Fue uno de los principales referentes de nuestra cultura, tendiendo puentes entre lo popular y lo “culto”. Muniz dejó una vasta obra no sólo en lo musical y literario, sino también en lo plástico.

El 24 de julio sería el poeta melense Julio César Guerra (n. 1949) el fallecido. Autor referencial de la poesía y canción esteña, musicalizado y versionado por Omar Romano, Tabaré Etcheverry, Pedro Estavillo, Jorge Do Prado, Solipalma, Nery Reggiardo, Daniel Ramundey, Odrasir Ferreira, dúo Copla Alta, José Ituarte, entre otros.

Poco después Víctor Santurio (n. 1923) falleció en San José el 28 de julio. El líder del emblemático conjunto Los Carreteros tenía ya avanzada edad. Su labor en el grupo –además de su actividad solista– fue fundante en la década de 1950 para jalonar elementos identitarios en cuanto a lo musical en el país. Dicho conjunto, desde 1952, mantuvo –con algunas intermitencias– sostenida actividad dentro y fuera de fronteras.

El 24 de setiembre la canción popular y la poesía pierden a uno de sus principales exponentes, el tacuaremboense Washington Benavides (n. 1930). La labor intelectual de este poeta fue de las más importantes del país. Benavides fue el poeta más versionado por los músicos populares, transcendiendo su obra más allá de la cuantiosa producción poética.

A los pocos días fallece una figura fundamental de la musicología, Coriún Aharonián (n. 1939), el 8 de octubre. Este estudioso de la música latinoamericana aportó teóricamente mucho a su comprensión y evolución. Además fue uno de los gestores del sello Ayuí y docente de muchos músicos populares, haciendo importante contribución para el desarrollo de la mesomúsica uruguaya.

En octubre del corriente se sucederán lamentablemente tres fallecimientos más. Continuaría con el cantor de tangos Ramón Rivadavia (n. 1937), el día 21. Este cantor se mantenía en vigencia, desde las viejas fonoplateas de Radio Carve, hasta la actualidad. Compuso muchísimos tangos y canciones. Musicalizó varias obras de Anselmo Grau y Carlos Cresci, y fue versionado por el Canario Luna y Cacho Labandera, entre otros.

Daniel Viglietti (n. 1939) falleció el 30 de octubre. Sorpresivamente también, ya que hacía pocas horas había realizado una presentación artística. De lo que va del año, esta fue la muerte que generó más congoja. Por tratarse de una figura símbolo, de un arquetipo del cantor popular y de las luchas sociales y militantes. Sus canciones son parte de lo más reconocido de la música uruguaya. Lo mediático, por la ideología del cantante, no estuvo exento de polémicas, generándose enfrentamientos y argumentos fútiles de quienes de un lado u otro se ubicaron.

Al otro día del deceso de Viglietti, fue noticia el del trompetista fraybentino Daniel “Bachicha” Lencina (n. 1938). Residía en Santiago de Chile desde 1972. Su incursión en el jazz local fue de las pioneras. Si bien fue el compositor del tema central del famoso programa televisivo “Sábados Gigantes”, su aporte musical considerable fue en el grupo Hot Blowers y junto a Manolo Guardia, Georges Roos y Heber Escayola.

Recientemente, el 23 de noviembre, quien fallecía era el cantor Nery Reggiardo (n. 1949). Nacido en Melo, pero asimilado a Rocha fue una voz importante del cancionero del Este. Versionó obras de Gabriel Núñez Rótulo, Julio Víctor González, Julio César Guerra, Enrique Silva y Alberto Texeira, entre otros.

No obstante estos fallecimientos, lo central debería ser la reflexión al respecto. Las muertes traerán los duelos consecuentes, indefectiblemente. Pero las obras están presentes y lo estarán en la medida de su recurrencia. No morirán si los vivos (no los avivados, mercantiles fariseos del arte al oportunista acecho) tienen con las obras de estos creadores una actitud activa, deslindando al homenaje raso, que no hace más que reafirmar la muerte y matar otra vez. También si tenemos esa actitud activa ante la creación en general y los creadores actuales, una valoración que el arte y la cultura popular tienen en sí mismos, más allá de las manipulaciones diversas (comerciales, mediáticas, ideológicas, partidistas).

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