Son muchas las señales que indican la importancia de la cultura en la historia de un país. Es un detalle que parecen captar muy bien los niños cuando escuchan las canciones de sus abuelos, hipnotizados por la cadencia y la imaginación de otra generación. Pero que olvidan unos años después, con el iPhone en el bolsillo y los auriculares en los oídos. En pleno siglo XXI surgen voces que llaman la atención sobre la importancia del pasado. El movimiento ya estaba en marcha cuando en 2008, Claudia Abend y Adriana Loeff estrenaron Hit. La película, narrada por los propios músicos protagonistas, cuenta «la historia de las canciones uruguayas que hicieron historia». Cuatro años después, otro suceso viene a revalorizar la historia de la música de Uruguay y a colocarla en el lugar que le corresponde. El encargado en esta ocasión es Walter Roldán, desde Tacuarembó, que con su acordeón ha llamado la atención de una institución emblemática de los EE.UU., el Smithsonian.
¿ACORDEÓN O BANDONEÓN? La primera razón que explica el reconocimiento musical obtenido por Walter Roldán y el grupo que él mismo formó, Los Gauchos de Roldán, tiene que ver con la instrumentación que utilizan, típica del Norte de Uruguay: acordeón de dos hileras, bandoneón y guitarra.
-¿Puede explicar la diferencia entre un acordeón de dos hileras y otro de teclado?
El de dos hileras es un instrumento diatónico, no tiene la escala completa, por lo que no tiene semitonos, es muy limitado. En un teclado se pueden hacer los temas en todos los tonos [en total catorce tonos, dos para cada nota de la escala, por ejemplo, do mayor y do menor], y en uno de dos hileras sólo se puede en un tono menor y dos tonos mayor. Para acompañar a un cantor con un acordeón de dos hileras hay que disponer de varios acordeones distintos y utilizar el que mejor le vaya a la voz. También tiene mucho que ver con la rusticidad de la música, porque al no tener semitonos es difícil conseguir la nota exacta que se quiere, y hay que tocar dos teclas para obtener ese sonido. Es muy limitado, pero tiene su sabor.
-¿Y entre un acordeón y un bandoneón?
Con el bandoneón también hay diferencias, porque cuando el músico lo abre es una nota y cuando lo cierra es otra. La principal es que el acordeón no es un instrumento completo, y el bandoneón sí lo es: sirve para música de cámara, para acompañar, para todo… En cambio, con el acordeón de dos hileras existe mucha limitación: hay que hacer muchos arreglos hasta lograr sacar un tema, pero precisamente esto es lo que le da el sabor.
-¿Cuál es la diferencia entre la música para acordeón que hay en Latinoamérica y la que hay en Europa?
La diferencia está en los ritmos. Esta música que tenemos acá vino de Europa, los chotis, las mazurcas, las polcas,… y el criollo de esta parte del Uruguay la ambientó a su manera, hizo un ritmo totalmente distinto. Por ejemplo, en esta orilla del Río Negro tenemos la polca, que allá por el sur, por la zona de Montevideo, es más ligerita, como la canaria.
-¿Qué uso se le daba antes al instrumento?
En Uruguay, hacia 1920, cuando mi padre tocaba el acordeón de dos hileras se hacía en lugares muy encumbrados, porque un bandoneón todavía no se veía. Había muchos acordeonistas, estaban en las familias.
-¿Y ahora, en la actualidad?
-En Tacuarembó los organizadores y los encargados de Cultura no quieren reconocer la importancia del acordeón, porque puede parecer que le hacen caso a un instrumento primitivo y antiguo, que no tiene el prestigio para estar encima de un escenario. Paso el año entero recorriendo el país con un compañero cantor, y es extraordinario comprobar cómo a la gente le gusta el acordeón: cuando sale al escenario es como una explosión de gritos y aplausos. Acá presentamos el disco anterior en un club, sin el apoyo de Cultura, que no quiso presentarse, y ahora estoy dando clase de acordeón de forma gratuita porque en Cultura me decían que no me podían pagar… Es gente que no entiende, que no sabe de arte, pero como están en política… Sólo una vez tuvimos una encargada de Cultura que sí se acordaba de la música. Hoy día tenemos un abogado y una muchacha que vino de deportes. Todo esto lo cuento para explicar que no comprenden lo que es una música auténtica con origen folklórico. Ellos quieren algo que se asemeje a la cumbia, o a una chamarrita medio disfrazada de cumbia, porque les atrae ese movimiento, pero no entienden la importancia que tiene la conservación de estas raíces tan antiguas. Para los eventos importantes, como el del Bicentenario, salen grupitos nuevos, que recién empiezan, que desafinan cantando, pero suben a todos los escenarios… Gente con muy poquita trayectoria que no ha salido del departamento. Y a nosotros, que tenemos un currículo bastante grande, que hemos tocado en EE.UU., México, Cuba, Brasil… y hemos salido a las universidades para contarles de dónde vino y cómo surgió esta música, nos ignoran y no nos llaman para nada. Es un problema tanto de la parte estatal como de la particular.
FOLKLORE versus FUSIÓN – La segunda razón por la que destacan Los Gauchos de Roldán es la pureza con la que presentan los temas. Mezclar estilos, como por ejemplo, el pop con el country, es una práctica muy extendida hoy día porque, entre otras razones, es una manera de acercar el folklore a un público diferente. Sin embargo, no todos piensan lo mismo sobre las ventajas que ofrece la fusión de estilos.
-¿Qué tiene el folklore que lo hace tan poderoso y llama tanto la atención?
Bueno, llama la atención ahora. Nosotros no teníamos folklore y hasta hace poco estábamos tocando chacarera, gato y zamba, que eran los ritmos típicos argentinos. Ahora sí tenemos un folklore propio, muy bueno. Y hay muchas radios en Uruguay que lo emiten y son bien recibidas por el público.
-Su folklore se presenta en estado puro, ¿qué piensa de las fusiones con otros estilos musicales?
No lo comparto ni lo entiendo. Por ejemplo, Johnny de Mello, de Rivera, hizo el chotis «Yaguatirica». Nosotros lo ejecutamos como chotis, ni se nos pasa por la cabeza hacer una cumbia, aunque otros lo tocan con otros ritmos que no sé ni qué ritmos serán. Quizás eso es bueno para otras personas, pero yo, personalmente, busco las raíces de las cosas, la autenticidad.
-¿Y si esa fusión sirve para acercarlo a más público?
Claro, eso está bien… pero me pregunto: ¿por qué la gente, cuando habla, evita hacerlo de las cosas antiguas? Acá la gente habla del año 60 en adelante, lo de atrás no existe porque la edad que tienen no les permite hablar de lo anterior. ¿Por qué no estudian el folklore de Uruguay? Nadie sabe qué era lo que había aquí del 60 para atrás, es una parte oscura para ellos. Se niegan.
MÚSICA Y LETRA – La tercera razón del éxito de Roldán tiene que ver con las historias que cuenta, tan importantes como las melodías. Con esta simbiosis sus temas rinden homenaje a la memoria de los músicos que se fueron sin dejar huella porque en su tiempo no tenían esa posibilidad.
-Los temas de este disco tienen orígenes diferentes: de su padre, de Chichí Vidiella… ¿Qué criterio han seguido para seleccionarlos y elaborarlos?
Bueno, en el caso de Chichí, bandoneonísta de Aníbal Sampayo, son sus propias creaciones, que deben ser mostradas en cualquier ocasión porque es un mago del acordeón. Otros temas del disco los elegí porque es importante que se conozcan: muchos vienen de Europa y habrá gente que podrá reconocerlos y decir: «este tema lo tocaba mi abuelo». Teníamos que difundir esa música.
-¿Cómo ha recuperado los temas de tradición oral para recrearlos en el disco?
Gracias a la memoria, porque yo no sé escribir música. Interpretamos los temas que aprendió mi padre de su abuela cuando era niño: maxixas y mazurcas del siglo XIX. En 1910 él ya era un acordeonista de 14 años que tocaba las melodías que ahora voy recuperando. Estoy asombrado de las cosas que me pasan: cuando terminé este disco dije: «ya no me queda más nada, estas canciones eran lo último que me quedaba por grabar». Pero hemos acabado el disco y mi memoria sigue dando cosas. Tengo como para hacer otro disco con temas muy antiguos, de los años 30, 40 y 50.
-Al crear, ¿qué surge primero: la música o la letra?
La música primero. La mayoría de los temas los ejecutaba mi padre, que a su vez los había aprendido de otros acordeonistas de su época. Antes no había medios, así que mi padre, para ampliar su repertorio, recorría muchos kilómetros a caballo para ir a un baile y escuchar a un famoso acordeonista. Cuando ya tenía acumulados en su cabeza algunos temas, se iba a casa a practicar con el acordeón. A veces se mezclaban los temas, pero de todas formas era muy lindo.
-¿Cuál ha sido el aporte del poeta Washington Benavides a este trabajo?
Su enfoque ha sido algo muy valioso: los temas que yo le daba iban acompañados de una historia que él me ayudaba a contar. Es una forma de hacer justicia a los músicos que tocaban en casa de familias, que nunca grabaron y que se murieron sin dejar rastro. Por ejemplo, una historia muy curiosa es la de «El chotis de Don Lorenzo», porque realmente existió el señor con el trabuco a la cintura, que se creía matrero en una época en que ya no existían matreros, y que vivía su vida a su manera. Era un personaje muy vistoso que conocí cuando era niño. Esta canción es sobre ese personaje, lo describimos tal cual para hacer justicia con esos viejos acordeonistas que existieron acá y vivieron de esa manera. La labor de Benavides ha sido fundamental.
-Este disco ¿es para escuchar o para bailar?
Sirve para las dos cosas. Para mí es el mejor de todos los que he grabado. Por un lado está muy bien confeccionado: se escuchan todos los instrumentos, y se puede analizar lo que es una maxixa, una polca de acá del norte, una ranchera o una mazurca de antes. Por otro lado, se puede utilizar para bailar y hasta distinguir los valses de los valseados: en el tema «El Remolino», un valseado muy conocido en esta zona, sólo dejaban bailar a las cuatro parejas que salían primero, no dejaban salir a más.
-Entre los ritmos que tocan, ¿tienen alguno predilecto?
Por supuesto: la polca. Es muy tradicional y la preferida en los festivales porque todo el mundo la quiere bailar. Nos entusiasma tocarla.
Entrevista de Esther Martín (*)
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Bandoneón Music
WALTER ROLDÁN lleva cincuenta años en el mundo de la música. Fundó “Los Gauchos de Roldán” en 1986, y en 1996 comenzó a colaborar con el guitarrista y cantautor Héctor Numa Moraes. En 2010 se incorporaron al grupo los guitarristas Bernardo Sanguinetti y Ricardo Cunha, y el bandoneonísta Vidiella.
El objetivo del grupo es recuperar las antiguas tradiciones; por ello, en sus actuaciones combinan música, poesía y danza, y promueven los bailes hasta el amanecer, como era costumbre en las familias. Después de haber grabado varios discos, y tocado en escenarios internacionales, es el último trabajo, Los Gauchos de Roldán: Button Accordion and Bandoneón Music from Northern Uruguay, el que ha propiciado su salida al mercado musical norteamericano. Todo ha sido gracias al sello discográfico Smithsonian Folkways Recordings, en su serie Tradiciones/Traditions. Fundado en 1948 por Moses Asch, este sello pretendía, en sus orígenes, documentar música, palabra y enseñanza de todo el planeta. En 1987 fue adquirido por la Smithsonian Institution, el museo nacional de los Estados Unidos, para continuar con el legado de los Asch. Actualmente tiene como meta «difundir el variado patrimonio musical de los 50 millones de latinos que residen en los Estados Unidos».
El 31 de enero de 2012 se presentó el disco en Washington D.C. en un homenaje que se le realizó a los músicos. Walter Roldán aún no sale de su asombro: «Estamos muy emocionados. El hecho de que se vaya a extender a nivel mundial es una gran satisfacción. Smithsonian es un reconocido sello de mucha trayectoria, y, aunque no esperamos ganar nada económico con esto, es una buena oportunidad para llegar a mayor cantidad de público».
(*) Esther Martín, (esthermsb@hotmail.com) periodista española especializada en cultura, colabora desde 2010 con el periódico El país de Uruguay y escribe asiduamente en el blog de la Escuela Superior de Música Reina Sofía: www.classicalplanet.com/blog.
– La presente entrevista fue publicada en El País Cultural (10.2.2012) y la periodista Esther Martín autorizó en forma exclusiva a TACUAREMBO 2030 su reproducción.
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