Carlos Cresci Ayub nació el 26 de abril de 1942 en el departamento de Soriano, en la zona de Cerro Alegre, muy cercana a la ciudad de Mercedes. Zona caracterizada por sus chacreríos. Sus padres tenían un almacén de Ramos Generales sobre la ruta 2, más concretamente en el kilómetro 272, en el Paraje denominado La Capilla.
En ese entorno, el posterior intelectual, poeta y humorista, se consustanció del mundo rural y de su cultura, escuchando payadores, cantores criollos, así como a los hombres y mujeres de campaña que practicaban, de sol a sol, el arte de ser ellos mismos.
Ya maduro, Cresci comenzó con su actividad de recitador y guitarrista, diciendo poemas de los mayores exponentes del arte vernáculo, inicialmente en Mercedes. Emigrado a Montevideo realizó la misma actividad y la composición de canciones.
Ya en la década del ’60, importantes cantores criollos e intérpretes de la canción popular como Anselmo Grau, Tabaré Etcheverry y Los Zafreros, le musicalizan sus poemas. Con Grau compusieron temas emblemáticos de la “canción protesta”. Es que Carlos Cresci tenía (y tiene) un compromiso político definido, que plasmó en su arte con calidad.
Si bien ofició como solista, en 1977, dadas las condiciones oprimentes y totalitarias detentadas por militares y por civiles con poder, optó por crear un personaje, un singular tipo humorístico para despuntar la creatividad y la crítica sutil: ese fue el emblemático “Gaucho Solo”.
Este particular personaje, que remeda a nuestro paisano – no para burlarse, sino como un modo sarcástico y satírico de percibir la realidad y transmitirla de manera sublimada, pero con pleno sentido social–, comenzó a hacerse presente en los escenarios y espectáculos del ya afirmado Canto Popular Uruguayo; aparte de realizar (como Carlos Cresci) sus actividades periodísticas y de difusión.
“El Gaucho Solo” mantuvo viva la actividad intelectual y artística de Cresci, que tiene hoy una amplia discografía (iniciada en 1979) y una interesante labor cancionística versionada por múltiples intérpretes, además de los ya mencionados.
En el 2007 publicó un libro, haciendo un balance de su trayectoria y brindando datos concretos sobre aspectos artísticos, discográficos, recuerdos y fotos, adjuntando también un CD con la obra del solitario gaucho. Se tituló “El Gaucho Solo, 30 años de Humor Industria Nacional” (Rumbo Editorial).
Esta vez, diez años después, en 2017, publica un nuevo trabajo, “Cuando muera me haré el vivo”. En él conjuntó a varios de los intérpretes que han musicalizado su obra. Incluye, así, grabaciones históricas, por ejemplo: “Está disculpao” por Anselmo Grau, peculiar vals criollo en contraposición a la vanagloriada zamba “Disculpe” –que nefastamente, aún gustadores tiene-; la bella y sentida canción “Doña Rosa” por Tabaré Etcheverry; como también la reflexiva “Los niños del fin de siglo” por Cacho Labandera (con música de Ramón Rivadavia). Pero se suman otros intérpretes, aparte del propio autor. El mismo Rivadavia está presente, en lo que sería su última incursión discográfica al fallecer en los momentos en que el fonograma se editaba. Aparecen también la nueva integración de Los del Yerbal, Juan José de Mello, Víctor Amaral, Nilda Ciparelli (La Paseandera), Néstor Techera y Andrea Suarez, Edison Bordón y Pablo Cossio. A nuestro criterio –sin desmerecer al resto– es Cossio, en su rol de intérprete, musicalizador y arreglador de varios temas, el que se destaca en lo interpretativo.
El trabajo es casi cabalístico. Es el fonograma número diecisiete de Carlos Cresci, grabado en el 2017 y además contiene diecisiete temas. Está excelentemente logrado. Transitan por el la milonga, la chamarrita, el vals, la marcha camión, el tango, el bolero, el chamamé y el recitado criollo. Sin duda es un interesante balance que, con la Productora Hipocampo detrás, queda en las manos de los escuchas.
Ciertamente estamos ante un aporte sustancial de la trayectoria de uno de los principales exponentes de la cultura popular, tanto por su faz periodística, como autoral y humorística.
Siempre dijimos, o alguna vez lo hicimos “de pasillo”, y esta es la primera oportunidad en que lo dejaremos escrito: que el departamento de Soriano, en lo que fue el movimiento del Canto Popular proyectado en la década del ‘60 y ‘70, no tuvo exponentes sobresalientes o, por lo menos, no tuvo a aquellos que lograrán proyectarse firmemente. Quizá se podría mencionar al payador Víctor Gascón –del pueblo Rodó–, con actividad en Argentina, o al cantor cardonense Eduardo Solari; sin embargo, si tuviéramos que elegir un representante del Canto Popular con proyección real en discografía, espectáculos, con presencia autoral en fonogramas de otros intérpretes y con una trayectoria que abarca varias décadas, debemos resaltar a Carlos Cresci por sobre todas las cosas.
Por lo dicho, consideramos –y alguna vez lo comentamos entre amigos, como por ejemplo, a nuestro querido Lucio Muniz, amigo en común con Cresci– que Soriano (Mercedes en concreto) le debe un homenaje a este artista consular. Le debe un reconocimiento. Si no lo hace, si no lo ha hecho, si no lo hiciera: no se estaría reconociendo a sí mismo como comunidad. Quizá llegue el momento… El tiempo lo dirá mientras la deuda está presente.
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