En la película “2001: Una odisea en el espacio” se combinan los comienzos de la humanidad con la tecnología del futuro. En los primeros minutos nos muestra la vida prehistórica de unos australopithecus, que son expulsados de su charca de agua por un grupo rival.
Por azar se desplazan hacia otra zona, y duermen cerca de un monolito de piedra, cuya superficie lisa y perfecta indica un origen artificial en contraste con las irregulares rocas desérticas del entorno.
Ese misterioso tótem les transmite un comportamiento inteligente: así conciben la idea de herramienta, (tal vez es el nacimiento del homo ergaster que fue el primero en utilizarlas), los huesos del animal les sirven como armas para recuperar la charca.
Y, con esa superioridad, vencen al otro grupo ya que estos no disponen de otras armas que no sean sus propios cuerpos. Allí aparece la inteligencia y con ella el germen de la maldad, el poder para dominar a otros seres que acompañará el desarrollo de la humanidad hasta nuestros días y ad infinitum.
¿De qué animal serían esos huesos que permitieron que la especie avanzara, atizada por una fuente de ondas de radio procedentes de Júpiter? Un leopardo custodia el cadáver de lo que parece una cebra. Y si echamos a volar la imaginación, ¿no podrían ser los huesos de un caballo prehistórico, un hiracotherium?
Un animal que tanto ha ayudado al ser humano como maquina de guerra, utilizado por grupos de guerreros que luchaban a caballo, como medio de transporte, o buscando nuevas tierras para alimentarlo se establecieron rutas de comercio, y con eso se transformó el paisaje, se acortaron las distancias.
Con la invención del carro se conectaron nuevos territorios y las lenguas entraron en contacto, por consiguiente, se expandió la cultura y las oportunidades para nuestra especie. Y a lo largo de los siglos el caballo cambió el devenir de la historia de la humanidad.
La trayectoria humana está íntimamente ligada al uso de este animal.
Es una poesía del reciclaje: el hueso que promueve el desarrollo de los homínidos, la muerte se utiliza para el avance de la vida.
La escena del australopithecus cuando comprende todo lo que podrá hacer con ese hueso y la irrupción de la música de Así habló Zaratustra, es impactante.
En su parte más tecnológica, la película muestra al ordenador súper avanzado, Hal 9000 que controla la nave espacial. Es capaz de comunicarse en el lenguaje de los astronautas, de generar sus propias dudas psicológicas sobre la misión de la nave, o de jugar al ajedrez a alto nivel. Y también es capaz de tomar decisiones por iniciativa propia.
Decisiones tan radicales como asesinar a los astronautas hibernados y a Frank en el día de su cumpleaños. O intentar eliminar a Dave cuando sale de la nave a recuperar el cadáver de Frank.
Si esa capacidad apareciese en el futuro de la humanidad, estaríamos frente a una hidra de Lerna. La pregunta que se impone es si la humanidad será capaz de integrar una tecnología semejante de forma sabia, o será simplemente una esclava de esta. Si podrá utilizarla para conseguir horizontes de mayor libertad o seguirá dando palos de ciego a las cabezas de la hidra.
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