EL GAUCHO SOLO SIRVE PA´ VOTAR

Un relato de Rosario da Cunha (*)

El domingo 30 de noviembre de 1958, papá fue a votar y lo dejaron a pie, en Pueblo Ansina. Alguien del partido lo había ido a buscar en auto para llevarlo al lugar de la votación, pero después que aseguró el voto, lo dejó a su suerte donde el diablo perdió el poncho.

A papá, le vinieron a la mente los versos del Martín Fierro. Siempre tenía ese libro en la canana atada a los tientos del recado. Y cuando llevaban tropas de ganado a la feria, o de una estancia a otra, él disponía de mucho tiempo libre, porque había que detener el arreo hasta que bajara la temperatura, para evitar la deshidratación de los animales.

Y si eran los meses de frío, paraban para encender el fuego para entrar en calor. El leía y releía, sentado en su recado, mientras se aprontaba el asado, y entre mate y mate, se aprendió el libro de memoria:

«[…] porque el gaucho en esta tierra

Solo sirve pa votar.

Para él son los calabozos,

para él las duras prisiones,

en su boca no hay razones,

aunque la razón le sobre;

que son campanas de palo

las razones de los pobres».

No tenía más remedio que armarse de coraje, y volver caminando hasta la Cuchilla del Ombú, y rogar para que pasara alguien que lo levantara.

Llevaba más de una hora en el camino, y no había pasado ni un alma. Paso a paso, las botas de cuero nuevas le estaban dejando en carne viva el talón y los dedos del pie, pensó que no aguantaría cinco horas más. Y entonces, como si hubiese caído del cielo, lo vio.

Era un caballo rosillo, que estaba pastando en la banquina. Como tenía el don de susurrador, se acercó lentamente hablándole bajito. El animal aguzaba las orejas, y mantenía los ojos fijos en él, pero no se movió. Le puso el cinto en la boca, a manera de bocado, para tener un poco de sujeción. Le acarició el pescuezo poderoso, y la armónica cabeza de perfil recto. Era de alzada baja, no superaba el metro y medio. Se agarró de sus abundantes crines y saltó sobre el lomo corto, ancho y musculoso. Y ya jinete y caballo eran uno solo, como un centauro.

Recorrió al trotecito más de veinte kilómetros, bajo el sol tórrido del mediodía. De lejos, vio la portera de entrada al campo de sus padres, dio media vuelta al rosillo y se apeó. Lo acarició en el testuz con la mano izquierda, y con la otra, le sacó el cinto de la boca, lo dobló a modo de rasqueta, y con suaves movimientos verticales le limpió el sudor del lomo.

Al llegar a la grupa le dio un golpe de despedida, y lo vio alejarse al galope rumbo a la querencia.

Desde ese día no volvió a votar al Partido Colorado, se pasó al Partido Nacional, y fue blanco como hueso de bagual. No por razones ideológicas, porque para él eran el mismo perro con distinto collar, fue porque lo dejaron a pie.

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(*)- Rosario da Cunha nació en Tacuarembó. Cursó estudios primarios en la escuela Nº18 de Cerro de la Aldea, los secundarios en el departamento de San José siendo becaria del Centro Educativo en Raigón, y el bachillerato en el Liceo Nº1 Ildefonso P. Estévez de Tacuarembó.

Estudió Veterinaria en Salto y Montevideo, carrera que no concluyó. En 2013 se graduó en la Facultad de Traducción e Interpretación en la Universidad Jónica en Corfú, Grecia, y luego se trasladó a Málaga, España, donde cursó el Máster en Traducción para el Mundo Editorial. Actualmente cursa el Máster en Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona y está escribiendo su proyecto final de Máster, una novela: La hija de Martín Fierro. Trabaja como traductora freelance de griego y portugués.

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