“Cansa la reja / también el muro cansa. / Vivir no cansa.”
Con el título de Doctor en Química, sobrenombrado “Tito” (porque lo bautizaron Iris), un pasaje de ida y una corajuda esperanza, Sclavo bajó del bus de la Onda a principios de la década del 50 con una valijita marrón, sin conocer Tacuarembó.
Se animó, estoy seguro, porque a su lado izquierdo venía su compañera de todas las horas, Lydia Fernández.
Cómo fueron los vericuetos de su inserción profesional en el pago, sus verdes y maduras, es un recorrido muy empipetado que preferimos dejarlo a los específicos y reactivos señores de blanco.
Nos comprende y comprendemos la faz humana del Tito que dio a Tacuarembó un removido y revulsivo aporte social y cultural. Ahora está muy a la moda –y algunos fulanos no se incomodan- hablar de “gestores culturales”.
A mí me gusta más el rol de agitador cultural: se trata de tipos independientes que no alardean académicamente, ni se casan con la vizcachera del acomodo público y/o privado, que no tienen nada oculto bajo el poncho, bohemios, sencillitos, que van arruca y sin careta…
Un agitador es un tipo Tito que integró aquellas murgas como cultivos de su laboratorio; que dirigió y escribió para Faranpampum, una revista musical y humorística…
Un tipo pionero que fundó Bancos de Sangre y Plasma, mientras hacía de técnico durante 6 años las selecciones departamentales de básquetbol.
Un tipo que no fundó pueblos porque cuando llegó ya estaban todos inventados, pero fundó Claridad, el primer semanario del pueblo, fundó el Cine Club Tacuarembó… y fue maestro de maestros y de oficios en el Instituto Normal y en la Escuela Industrial.
Un tipo Tito que fundó libros de cuentos, novelas, versos y haikúes, que expuso fotografía, participó en diferentes muestras con su pintura…
Los tipos así, no nacen de un repollo… son hijos de tipos fundamentales como Adolfo Sclavo, pintor de paredes y mago ornamental de yesería, y de Aída Arman, madre y abuela, costurera, bisabuela, bordadora, y vieja de pañuelo en la cabeza que no faltó a la visita quincenal del penal de Libertad, alternando visitas entre sus dos hijos y su nieto.
Los tipos así no andan solos por la vida, fundan familia con una mujer también fundamental como Lydia, y fundan hijos como Silvia, Lil, Fidel, y nietos como María Eugenia, Luis y Manuel.
A los tipos así, que creen tanto en los demás como en sí mismos, un día les suena un clarín y se embarran de ideales y de revolución cubana, creen en las barriadas y el comité de base, y se alistan al tupaje convencidos que hay que apurar la historia para que haya pa’ todos o pa’ naides. Y después se bancan las consecuencias: los años de cana, 3.000 días, 200 quincenas esperando la visita, centenas de cartas que van y vienen, artesanías, hueso, ocho navidades de una silla que espera, el bobo resentido por la picana y el plantón.
Esos tipos salen un día del penal, con la sonrisa golpeada, nunca doblegada, con sus enormes silencios, sus pactos, sus impactos, sus dolores y desgarros sublimados en fajina, lectura, tango, y altoparlantes. Y se ponen a construir con las enseñanzas de Adolfo, a bordar como Aída, a pintar como el hijo, a escribir como las hijas y a amar como ama su Mujer, a luchar como lucha su Mujer, a refundar… como funda su Mujer.
Ahora con los murgueros, hay que escribir y cantar el “Cuplé del Tito Agitador”. Ahora con los murgueros hay que saludar su retirada, volvedora como toda retirada de murga. Pero nos vamos a quedar cortos con el saludo cordial. Por eso vengo a proponer que en este pago, Tacuarembó (que es el pago del Tito, porque las semillas de sus fundaciones y sus cenizas vuelan por aire y tierra), vengo a proponer que el pueblo – no la gente porque la palabra gente degenera en masa – vengo a proponer que el pueblo – no la Junta Departamental, ni la Jefatura de Policía ni las autoridades de la enseñanza, no las instituciones – vengo a proponer que el pueblo empiece a reconstruir su memoria y ponga un recordatorio en los eucaliptos de la Laguna de las Lavanderas para tipos como el Tito, esos que fundan pero no enfundan ni mandolinas ni plata.
– Arranquemos hoy con el primero, elijan el árbol, yo pongo la inscripción: TITO SCLAVO: Fundador de Cultura y Humanidad
El pueblo, luego, sabrá cómo sigue esto… quien falta de atrás y quienes vendrán.
Agamenón Castrillón, Abril de 2012
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El homenaje, el recuerdo…
Los muchachos de “Eterna Pincelada” decidieron homenajear a una persona imprescindible del carnaval de antaño tacuaremboense, el “Tito” Sclavo. La cita fue en una cena en el local de “Patria y Tradición”, no cabía nadie más, estaba lleno. Pleno de emoción el espectáculo contó con la presencia del cantautor Gustavo Valiente y “Eterna Pincelada” que hizo un despliegue de composiciones murgueras.
Punto alto y emotivo fue cuando el poeta tacuaremboense Agamenón Castrillón leyó “TITO SCLAVO: PIEDRA FUNDAMENTAL”, mezclado con la lectura, por parte de Julio Brunel, de un texto escrito por el propio Sclavo para la desaparecida murga “Vamo´ Arruca” y la entonación de estrofas de la histórica retirada de murga “Sin Careta” del año 1987 en la voz de Daniel “Pirueta” de los Santos.
Desde Montevideo había llegado especialmente para el homenaje, Lydia Fernández, compañera de vida y de trajinares del “Tito”.
Sin duda una noche plena recuerdos en la imagen de una figura siempre vigente en la cultura tacuaremboense: Iris “Tito” Sclavo Armán.
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