PACO IBÁÑEZ DA VIDA A GRANDES POETAS DE AMÉRICA LATINA

El español Paco Ibáñez, que a sus 78 años sigue siendo un mito de la canción, dio vida a algunos de los más grandes poetas de América Latina, en un emotivo concierto el miércoles de noche en el Teatro de Châtelet de París. Vestido sencillamente de negro, el cantautor embelesó y conmovió al público con cantos de amor, de lucha, de vida y muerte, que figuran en su nuevo álbum “Ibáñez canta a los poetas latinoamericanos”. Y el público le respondió con aplausos, emoción, y mucho amor, para él y para la poesía.

Como sólo él sabe hacerlo, Ibáñez puso música y voz a los versos obsesionados por la muerte de la argentina Alfonsina Storni, a los poemas de amor del chileno Pablo Neruda y al canto a la juventud perdida del nicaragüense Rubén Darío.

“Este disco era una deuda”, señaló Ibáñez, antes de cantar “Todo en ti fue naufragio”, del poeta chileno.

“Neruda me dijo en París una vez, en 1970, con esa voz suya tan especial: ‘tu debes cantar mis poemas, porque tu voz está hecha para cantar mi poesía”, recordó Ibáñez, imitando a la perfección la voz inconfundible del gran poeta chileno.

El cantante, que se presentó en esta ciudad por primera vez hace 42 años, en un histórico concierto en la sala del Olympia, celebraba así en su querida Ciudad de la Luz su nuevo álbum, tras cuatro años de silencio discográfico.

En la velada, Ibáñez, siempre fiel a sus convicciones y a sus amistades, recordó al trovador francés Georges Brassens, a quien considera “el más grande cantante de todos los tiempos”. Y “no sólo de Francia, sino del mundo”, aseguró, provocando encendidos aplausos.

“Le debo todo a Brassens, es él que me mostró el camino”, dijo el músico nacido en Alicante en 1934, quien estuvo acompañado por el argentino César Stroscio en el bandoneón, Gorka Benítez en el saxo tenor, y Mario Mas en la guitarra.

Paco invitó también a su hija Alicia a que lo acompañara en un tema.

Pero la verdadera estrella de la velada en el Châtelet -que se llenó de un público heterogéneo, donde se veían muchas cabezas canosas, de la generación de Paco, pero también muchos jóvenes- fueron los poetas.

“Los poetas, que van a buscar sus palabras a los cielos, o abajo, las profundidades, son los que nos ofrecen extractos de vida”, dijo Ibáñez, que comenzó la velada con “Las Coplas” de Jorge Manrique a la muerte de su padre y terminó, a pedido del público, con “Galopar”, de Rafael Alberti.

“A galopar, hasta enterrarlos en el mar”, entonó también al público, que a pedido de Ibáñez disparó, con esas palabras, “contra la invasión cultural estadounidense”, que Ibáñez considera una “nueva dictadura”.

Su nuevo álbum, que incluye también versos del peruano César Vallejo y del cubano Nicolás Guillén, refleja la entrañable relación que Ibáñez ha mantenido con América Latina durante toda su trayectoria.

Y no sólo sus poetas, sino también su música, sus problemas, sus luchas, que ocupan un lugar importante en el corazón del cantautor, quien acaba de realizar una gira por esa región.

Un hito importante en su vida, recuerda siempre Ibáñez, fue su encuentro con Atahualpa Yupanqui, a su llegada a París en 1952. El cantante argentino no podía por eso faltar en el concierto en París.

Para Ibáñez, que parece siempre listo para una nueva lucha, con su guitarra a la mano, la publicación de este nuevo álbum representa la culminación de esa entrañable relación con Latinoamérica, marcada por innumerables experiencias musicales y humanas.

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