Las organizaciones de defensa de los obreros del sector textil en Bangladesh imputan la responsabilidad de los numerosos accidentes en este lucrativo sector a patrones sin escrúpulos, negligencia del Gobierno e indiferencia de las firmas de ropa occidentales, más preocupadas por costes de producción que la seguridad. Al menos 250 personas murieron en el derrumbe el miércoles de un edificio en el que funcionaban cinco talleres de confección, un nuevo accidente en este sector que generó el año pasado 20.000 millones de dólares a la exportación y contribuyó a que la etiqueta ‘Made in Bangladesh’ entrara en casi todos los hogares occidentales.
Algunos empleados del sector textil que trabajaban en el edificio Rana Plaza de Savar, en la periferia de Dacca, recibían 37 dólares por mes para fabricar prendas destinadas, entre otras marcas, a la británica Primark. Sólo esta cadena de ropa de bajo precio reconoció que uno de sus abastecedores estaba en el Rana Plaza. «El grupo está impactado y profundamente entristecido por este accidente espantoso en Savar y manifiesta sus condolencias a todas las personas afectadas», según un comunicado.
La marca española de ropa Mango reconoció este jueves que había hecho un pedido de 25.000 artículos a un taller de confección situado en este edificio y precisó que se trataba «solo» de muestras. La portavoz del grupo, Marta Soler Morera, dijo que los pedidos, de los que al menos cuatro se hicieron en enero y marzo, «solo eran muestras», en un mensaje electrónico dirigido a AFP.
El estadounidense Walmart dijo que está investigando las acusaciones de que en el edificio había abastecedores suyos. El italiano Benetton negó cualquier vínculo, aunque documentos mostrados por organizaciones defensoras de los trabajadores muestran que hizo pedidos el pasado septiembre.
En noviembre, un incendio en un taller textil cerca de Dacca se cobró la vida a 111 empleados, en su mayoría mujeres, lo que provocó una polémica sobre las condiciones de trabajo y de seguridad de los obreros de esta industria, la segunda más importante del mundo. Este taller no contaba con equipos de lucha contra incendios, las salidas de emergencia estaban bloqueadas y los obreros habían recibido la orden de permanecer en sus puestos a pesar del humo ya que sus jefes aseguraban que se trataba de un ejercicio de alerta. Sobre el último accidente, a pesar de una evacuación del Rana Plaza la víspera después de que empleados constataran fisuras en el edificio, sus jefes les pidieron que regresaran a trabajar.
«El Gobierno promete desde hace años tomar medidas significativas para mejorar la seguridad en los talleres de confección pero jamás cumplieron sus promesas», denuncia Scott Nova, director ejecutivo del grupo de defensa de los obreros, Worker Rights Consortium, con sede en Washington. «El gobierno estima que reglas estrictas sobre el derecho laboral, que podrían aumentar los costos de producción, amenazarían con que las marcas y vendedores al detalle (extranjeros) pasen sus encargos en otra parte», según Nova.
A pesar de una serie de inspecciones en las miles de plantas del país tras el drama de noviembre, un nuevo incendio en enero en una planta que suministra al español Inditex, número uno mundial del textil y propietario de la marca Zara, dejó ocho muertos entre los obreros, dos de los cuales eran menores de edad.
Hace unos treinta años que Bangladesh se lanzó en la confección para la exportación y logró hacer del sector una punta de lanza de su economía. Con años de crecimiento a dos cifras gracias a las 4.500 plantas textiles ayudaron a este país desfavorecido de Asia del Sur con 153 millones de habitantes a reducir su pobreza endémica a un ritmo más rápido que su vecino, el gigante indio. En un informe sobre el sector, la consultora McKinsey calificaba recientemente a Bangladesh como la «futura China» prediciendo que sus exportaciones textiles podrían triplicar para 2020.
Para el vicepresidente de la Asociación de Fabricantes y Exportadores del Sector textil en Bangladesh, Shahidullah Azim, los accidentes se deben a los talleres textiles cada vez más viejos que deberían ser renovados. «Tememos que algunos compradores anulen sus encargos pero tratamos realmente de mejorar las condiciones de seguridad», dijo a AFP.
Meenakshi Ganguly, directora de Human Rights Watch (HRW) para Asia del Sur, estima por su parte que los consumidores deberían ayudar a presionar a las marcas para que no se aprovisionen más en Bangladesh, para que la industria tome conciencia. Ganguly denuncia también la intimidación hacia los militantes que defienden a los obreros, algunos fueron «asesinados o enjuiciados».
Babul Akhter, jefe de la Federación de Obreros del sector textil y de la Industria en Bangladesh, no cree que se haga justicia luego del accidente del Rana Plaza. «Aquí, los empresarios del sector textil están por sobre las leyes», dijo.
«Las marcas occidentales son también cómplices porque cierran los ojos sobre las prácticas de los fabricantes. Al igual que los fabricantes, los minoristas utilizan la mano de obra bengalí como una máquina de hacer dinero», agregó Akhter.
Foto AFP
De Portal Adinet
Sé el primero en comentar