Crímenes como los del narco en México estremecen a Honduras

Muertes similares a los del narcotráfico en México, están aterrorizando a los hondureños, en un país ya ensangrentado por tener el récord mundial de homicidios. Autoridades y analistas intentan descifrar lo que hay detrás de la saña con la que cada vez con más frecuencia están actuando los criminales en Honduras, considerado por la ONU como el país sin guerra más violento del mundo, debido al narcotráfico y las pandillas. Horrorizados vecinos de la ciudad de Siguatepeque, 115 km al norte de la capital, descubrieron el pasado domingo un cadáver que colgaba de un puente, el tercero en dos meses luego del hallado hace 12 días en un céntrico puente de Tegucigalpa y otro en agosto en un transitado bulevar de San Pedro Sula, segunda ciudad del país.

Hace una semana fueron descubiertos tres cadáveres calcinados dentro de un vehículo en Tegucigalpa, cerca del Estadio Nacional, y en los últimos meses han aparecido cuerpos maniatados, con señales de tortura, envueltos en sábanas y manteles o en bolsas, sacos y cajas de cartón.

«Todos esos crímenes son una modalidad mexicana, es una mexicanización del crimen, que hace poco se trasladó a Honduras, son crímenes por venganzas, disputas de terrenos para ventas de drogas o extorsiones», afirmó a la AFP Jaime Flores, quien integra un equipo de la ONG defensora de la niñez Casa Alianza que realiza investigaciones sobre la criminalidad.

Raúl García, un técnico forense de la morgue judicial de Tegucigalpa, estimó en declaraciones a la AFP que un promedio de tres cuerpos aparece cada semana «con señales de asfixia y torturas» solo en esa ciudad, aunque el problema también es grave en San Pedro Sula, catalogada la ciudad más violenta del mundo, ubicada 240 km al norte de la capital.

«Esas muertes se parecen a las que cometen los grupos criminales como ‘Los Zetas’ ligados al narcomenudeo y otras actividades que tienen en su contexto a la muerte como fenómeno común» en México, expresó a medios locales Denis Castro, un prestigioso forense hondureño. Para el especialista, los actores de esos espeluznantes crímenes buscan «llamar la atención y que sepan que han estado en otro país donde aprendieron» esas modalidades, para mostrar de lo que son capaces.

Impotencia frente al crimen – En una polémica medida con la que el gobierno pretende frenar la criminalidad, unos 1.000 efectivos de la recién creada Policía Militar empezaron estos días a desplegarse para patrullar barrios calientes de Tegucigalpa y San Pedro Sula; mientras que el ministro de Seguridad, Arturo Corrales, anunció la compra de cinco «morgues móviles» para agilizar el reconocimiento de cuerpos y las autopsias.

«El crimen organizado siempre busca dejar mensajes ante la sociedad y las autoridades, para que se les respete o se les tema, tratan de demostrar de lo que son capaces si alguien les falla en transacciones del crimen organizado o en peleas de territorio», comentó a la AFP el sociólogo Eugenio Sosa, estudioso del fenómeno de violencia que sufre Honduras.

Cerca del 90% de los crímenes es atribuido al narcotráfico y a las pandillas como la Mara Salvatrucha y la Barrio 18, y casi todos quedan impunes por falta de capacidad, de recursos técnicos y humanos de los organismos de investigación, y por infiltración del crimen. El cuerpo colgado en un puente en Tegucigalpa tenía tatuajes de una de la dos maras.

Ante la imparable criminalidad, la sociedad «está atemorizada, pero a la vez se da lo que se conoce como naturalización o sea que la violencia ya se ve como algo normal, se tiende a la deshumanización y al silencio, lo que es muy peligroso», agregó Sosa.

Un informe del estatal Comisionado de Derechos Humanos detalló que de 2000 a junio de 2013 unas 57.000 personas murieron violentamente, en su mayoría por armas de fuego y blancas.

La violencia se aceleró en Honduras desde 2005, en parte como efecto de la ofensiva militar contra el narcotráfico en México -que desplazó la acción de los carteles a Centroamérica-.

De una tasa de 37 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2005, el país pasó a 85,5 en 2012 -según el Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional-, casi diez veces la tasa promedio mundial.

De Adynet

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