Río de Janeiro (IPS) – Una nueva tragedia que desnuda el racismo, el asesinato de un negro torturado por agentes de seguridad de un supermercado, dramatiza este Día de la Conciencia Negra en Brasil, que celebra la resistencia antiesclavitud y antirracista.
João Alberto Silveira Freitas, de 40 años, fue golpeado hasta la muerte por dos agentes la noche del 19 de noviembre en un supermercado de la francesa red Carrefour, en un barrio de clase media de Porto Alegre, la capital del meridional estado de Rio Grande do Sul.
El registro en video de las agresiones, con puñetazos en la cabeza y la víctima sujetada en el suelo bajo pies y rodillas, circula en internet y recuerda el asesinato de George Floyd en mayo en Estados Unidos, que desató protestas masivas del movimiento #Blacklivesmatter (#LasVidasNegrasImportan) por muchas semanas.
Muestra también algunas personas que miraban pasivamente la tortura en el estacionamiento del supermercado, en un piso inferior, así como intentos de reanimación cardiopulmonar de la víctima, probablemente por equipo médico llamado al lugar.
El origen del asesinato habría sido una discusión de Freitas con una empleada del supermercado, que llamó a los agentes de seguridad.
Los dos agentes, uno contratado en forma temporal por la Policía Militar para servicios administrativos, fueron detenidos por homicidio doloso en flagrancia. La empresa Carrefour lamentó el “acto criminal” y anunció que romperá el contrato con la empresa de seguridad que le prestaba el servicio y despedirá el director de la unidad comercial.
El vicepresidente brasileño, Hamilton Mourão, calificó de “lamentable” el hecho, pero opinó que “en Brasil no hay racismo”. Agregó que “eso es algo que quieren importar a Brasil”, refiriéndose a Estados Unidos, donde sí reconoció el racismo porque “las personas de color andan separadas”.
Esa es una opinión corriente en Brasil, pese a las innumerables evidencias, como la cantidad de asesinatos de negros por la policía, seis veces más que en Estados Unidos, el acceso a la alta jerarquía en las empresas, en el gobierno y en todas las instancias de poder.
Mourão aparece como una especie de antihéroe trágico, al reconocerse como indígena, por parte del padre de la región amazónica. Su propio ascenso a general del Ejército, siguiendo la carrera del padre, debe servirle de argumento para afirmar la ausencia de racismo en Brasil.
Pero su propia mirada racista quedó evidente en un discurso que hizo en agosto de 2018, al atribuir el subdesarrollo brasileño a la herencia de su composición étnica, que sumaría “la indolencia del indígena” a la “malandragem” (astucia para el mal) de los africanos.
Además hace parte de un gobierno que se destaca por sus políticas contrarias a la afirmación de las identidades étnicas y de género, a la igualdad de oportunidades y de tratamiento hacia los negros, los indígenas, las mujeres y minorías sexuales.
También la comisaria encargada del caso del asesinato, Roberta Bertoldo, sostuvo que las agresiones mortales no se debieron a racismo, pero que investigará los motivos del crimen.
El padre de Freitas, aseguro que sí “fue un episodio de racismo” y lo comprueba la violencia de la agresión. No había siquiera acusación de robo, arguyó. Su hijo era obrero y trabajaba en una empresa de soldadura de portones.
Ese homicidio es solo una de los numerosos casos que evidencian el racismo en Brasil. En febrero de 2019 otro negro de 19 años, Pedro Gonzaga, fue muerto por asfixia por un agente de seguridad de la red de supermercados Extra, en Rio de Janeiro.
La tragedia ocurre justamente en la víspera del 20 de noviembre, Día de la Conciencia Negra, la presumible fecha de la muerte del héroe negro Zumbi dos Palmares, que comandó en el siglo XVII, el mayor quilombo brasileño, comunidad donde se refugiaban los esclavos fugados de las haciendas.
Por eso el asesinato de Freitas gana una carga simbólica más intensa y debe desatar protestas en un momento que los movimientos negros celebran los resultados de las elecciones municipales del 15 de noviembre, en que aumentaron su representación en el poder político.
En este país de 212 millones de habitantes, 56% de la población es afrodescendiente, a lo que se suma algo menos de uno por ciento de integrantes de pueblos indígenas, pero los diferentes poderes está en manos de la minoría blanca.
MARIO OSAVA
ED: EG
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