A principio de siglo y como resabio del siglo anterior, se entendía que por el comercio una actividad de servicio social, debería estar siempre a disposición del cliente. Por lo tanto, si el dueño del negocio no vivía junto a él – a los fondos o al lado – debía tener un empleado que durmiera en el negocio de modo de atender al cliente a cualquier hora que llamara. El domingo de tarde era el tiempo de reunión de los vecinos en los comercios de la villa, y cuando ésta se hizo ciudad, los comercios cerraron los domingos de tarde, y poco tiempo después cerraron también, los domingos de mañana.
Aunque por los años de 1910, los empleados pedían tener un horario y que fuera de 8 horas diarias, esto recién se reglamentó en 1915 durante la última parte de la presidencia de don José Batlle y Ordóñez. Y en octubre de 1931, se implantó la semana inglesa, o sea que no se trabajaba los sábados de tarde, debiéndose dar 36 horas consecutivas de descanso a los empleados, y como la ley hecha para todos los comercios, se impedía la competencia en horarios, de los comercios que eran atendidos por sus dueños y familiares directos.
El horario se cumplía puntualmente pero no faltaron los empleados que al pasar junto al reloj que controlaba el tiempo, movieran las manecillas adelantándolas, para irse unos minutos antes, o el patrón que, por el mismo sistema, viendo que había clientes buenos compradores en el negocio, moviera las manecillas, atrasándolas, de modo de mantener el negocio abierto unos minutos más. Los relojes, por supuesto eran de cuerda y péndulo, y si el patrón se olvidaba de darle cuerda, el reloj podía incluso detenerse.
Con las leyes de 1931, la semana de labor había quedado reducida a 44 horas de trabajo. Es decir que en el breve período de 16 años (1915 – 1931) se pasó de no tener horarios de trabajo y descanso, a tener una reglamentación completa que contemplaba los intereses de los trabajadores.
En Tacuarembó la jornada de 8 horas se dividió siempre en dos períodos de 4 horas cada uno, costumbre que aún subsiste, por la facilidad de trasladarse al hogar en el descanso del mediodía.
Un problema laboral…
Después de la Ley de 8 horas de 1915 se sucedieron las leyes de protección al trabajador, al punto de destacar todos los derechos de éste, a veces enfrentándolos con los del patrón. Tal fue lo que sucedió en un Café y Confitería de Tacuarembó, según refería David Benavides, Inspector de Trabajo por largos años.
Fue en la oportunidad que la confitería necesitó un confitero y lo buscó en Montevideo. Se pusieron de acuerdo: uno necesitaba un ayudante confitero, el otro necesitaba trabajar y estuvo de acuerdo con viajar al interior, con el trabajo, y el sueldo. Vino el montevideano y cumplió horarios y tareas de satisfacción. Luego de un corto tiempo, solicitó permiso para tomar un cafecito con leche como desayuno y comió algún bizcocho. Como buen “padre de familia”, al patrón en un gesto amistoso, no se le ocurrió cobrárselo, ni aún cuando el café con leche, los bizcochos y algunas masitas, se habían hecho costumbre habitual.
Fueron pasando los días y mientras el empleado tomaba el café, el horario de trabajo se iba resintiendo a la vez que sus exigencias se iban multiplicando. El patrón resolvió cortar por lo sano y pagarle el despido, para lo cual multiplicó el sueldo estipulado por el tiempo que había trabajado. Pero el montevideano no estuvo de acuerdo. Entendía que su remuneración era el sueldo acordado, más el precio de los cafés con leche, más los bizcochos y masitas que comía todos los días, a precio de “servicio en la mesa”.
Se llamó al Inspector de Trabajo y cada cual expuso su punto de vista. El patrón decía que eso era regalo, que él no le cobraba lo que comía. El empleado argumentaba que el patrón no tenía por que regalarle nada, que se le permitía tomar el café con leche y comer, porque él era dependiente del bar y confitería, que no se le regalaban los bizcochos a personas ajenas al bar; que el despido debía ser ajustado al sueldo más esas regalías.
El Inspector de Trabajo entendió que en el despido el empleado debía ser resarcido de los sueldos que ya no cobraría, más el precio de los cafés y masitas que no comería.
– De “TACUAREMBO, ciudad de oportunidades “ (1992) – Autora: Celia Testa
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Enero, en los años 1800, en la historia de Tacuarembó / Prof. Enrique López Saracini
22/1/1820 – Andrés Lamas al frente de fuerzas antiguistas es vencido en Puntas del Tacuarembó Chico.
27/1/1832 – Fecha principal en el proceso fundamental de Tacuarembó, al ser distribuidos por el Coronel Bernabé Rivera los primeros solares y la primera chacra en San Fructuoso.
28/171832 – Bernabé Rivera envía carta al Ministro donde va el primer plano de San Fructuoso.
1/1835 – Ramón de Cáceres es nombrado Juez en lugar de Antonio José de Mello.
1/1/1865 – Muere en la defensa de Paysandú, Tristán Azambuya, militar, Teniente Coronel, de destacada actuación siendo Jefe de la Guardia Nacional de Tacuarembó y Jefe Político y de Policía también.
1/1/1882 – Se funda la Sociedad Española de Socorros Mutuos.
6/1/1887 – Se inaugura oficialmente el puente metálico tendido sobre el Río Negro (llega el primer ferrocarril a Paso de los Toros). Queda habilitada la línea telegráfica que une Tacuarembó con la capital de la República, instalada por la compañía que dirigía don Francisco Lanza.
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