“El trabajo barril lo llevo adentro, desde toda una vida”, dice Nelson Amaral. Un hombre consustanciado con la lucha del tacuaremboense periférico. Vive en un barrio “humildemente pobre en lo económico y rico en lo espiritual”, el barrio Nuevo Tacuarembó. Llano en sus expresiones, habla afanosamente de logros obtenidos “junto a los vecinos”, – aclara -, de su trabajo en la Comisión Interbarrial y de su lugar como legislador departamental, el cual asumió “con mucha expectativa” representando al Frente Amplio. “Tengo unos días de licencia y aprovecho para hacer unos arreglitos acá”, nos dijo mientras nos señalaba la casa, que estaba – en esos momentos – llena de niños; “lo que pasa es que mi señora los ayuda a hacer un Pesebre Viviente”.
¿Siempre viviste en la zona de la sexta?
– Yo nací hace cuarenta y cuatro años, aquí en la ciudad, pero me crie en Quiebra Yugos, más bien en el Cerro del Pastoreo, un lugar que muchos no lo conocen. Ahí vivía mi abuela que fue quien me crio y entonces allí me crie entre las piedras y las chircas…
… y jugando con los gurises de la zona.
– Con la pelota de trapo, porque otra cosa no teníamos. Nos rompíamos todos los dedos jugando con una pelota hecha de medias viejas y trapos.
Y también ibas a la escuela…
– Hasta los diez años fui a la Escuela Nº25 de Quiebra Yugo, estuve hasta cuarto año y no lo finalicé porque falleció mi abuelo y tuve que salir a trabajar. Aunque muchos dicen “¿a trabajar a los diez años?”, sí, fui a la casa de un señor que todavía vive, don Pedro Rodríguez, a cuidar las vacas en la chacra para que no comieran las plantas y con eso me ganaba la comida; y los fines de semana llevaba a casa maíz, boniato, papa, cebolla y todo lo que se cosechaba ahí y con eso ayudaba a “parar la olla”, porque no había otra cosa. Más adelante, a los 13 años, me fui a trabajar a Valle Edén, a una chacra a carpir maíz y fue donde me agarré las primeras “canseras” grandes, porque pagaban por surcos y los surcos medían cuadras… Luego de Valle Edén seguí trabajando afuera, en campaña, en las estancias, salí en zafras de esquila…
Y fue transcurriendo infancia y juventud.
– Si, y no tengo buenos recuerdos de ellas pese a que tampoco reniego de las mismas. Lo más lindo que recuerdo de mi juventud fue cuando teniendo unos 17 o 18 años volví a la escuela, ya no a estudiar sino a ayudar a trabajar en la Comisión de Jóvenes, y desde esa época estuve siempre integrado en grupos o comisiones, salvo la dictadura que me lo prohibieron, aunque de alguna manera me las ingeniaba para estar integrando algo.
Y llegó un día que formaste tu hogar…
– Hace 12 años que estoy casado con María Ferreira, tengo tres gurises, unos mellizos de 10 años y una gurisa de 11. Acá en este barrio estoy desde octubre del 73; había muy pocas casas, era chirca, cerro y piedras, no había luz ni agua. A la luz, después de un tiempo largo de lucha, logramos traerla con un grupo de vecinos. El primero que la trajo fue el almacenero, en la entrada del barrio, después se fue ampliando y llegó un momento que prácticamente todo el barrio la tiene.
¿Es a partir de la necesidad de lograr la red eléctrica que comienza el trabajo de la Comisión Barrial en el Nuevo Tacuarembó?
– No, desde que vinimos al barrio tratamos de integrarnos para conseguir el agua, dado que el único lugar donde había era en la Escuela Nº5, que queda como a 500 metros y en subida. También tratamos de hacer funcionar un pozo semisurgente que había con una bomba de mano, pero sólo duraba horas y con suerte algunos días, con la Comisión logramos hacerlo funcionar un tiempo largo hasta que una vez toda la cañería se fue hasta el fondo y perdimos todo. Entonces en 1978, la maestra de la Escuela Nº5 juntó a todos los vecinos del barrio para comentarles los inconvenientes que ocasionaba el sacar agua de la escuela dado que quedaban canillas abiertas y que los niños se distraían en horas de clase. Esa misma noche quedó integrada una Comisión para traer el agua al barrio. Me tocó presidirla por decisión de los vecinos y lo primero que se hizo fue solicitar a la Jefatura de Policía el permiso para reunirnos. Allí miran la lista – que iba con nombres, documentos y direcciones – y me prohíben concretamente a mi; era la época de la dictadura y los ciudadanos estábamos marcados por letras, pero nosotros seguimos igual y al policía que nos atendió le dije que no integraría la Comisión pero que de todas maneras iba a estar junto al grupo, y así lo hice.
Lo cierto es que el grupo continuó trabajando.
– Con algunas dificultades y haciendo beneficios. En mayo de ese año solicitamos a OSE el presupuesto para la ampliación de la red económica, el cual vino y carísimo, de todas maneras no se bajó los brazos e hicimos un convenio tripartito. OSE ponía la parte técnica, los vecinos la mano de obra y la Intendencia los materiales, pero estos iban a ser pagados por los vecinos. Lo cierto es que llegó el presupuesto de OSE, pero el intendente de turno nos decía “que hoy, que mañana” y se dilata cerca de dos años el trámite, luego vino otro intendente y nos siguió mintiendo como el otro y llevando las cosas en el tiempo. Corría el año 1983 y habían ya surgido las distintas comisiones en los barrios, por agua, por luz, por arreglos de caminos, por viviendas, entonces nos integramos en la Interbarrial y con barrios que tenían la misma necesidad hicimos todos juntos los trámites y es así que con un préstamo del BID llega el agua. Nosotros la tenemos desde el 30 de noviembre de 1989, pero solo una parte del barrio, y –acá se ve la madurez que obtuvo el Nuevo Tacuarembó- como habría sobrado algo de dinero, que era un poco más de la mitad de lo que necesitaban los restantes vecinos para poner el agua; en una asamblea que me tocó presidir –ya en época democrática- se resuelve entregar esos pesos a esos vecinos. Luego se hace un trámite que, como conocíamos los hilos a mover, es rapidísimo y en 6 meses todo el barrio Nuevo Tacuarembó tuvo agua potable. Esto significó descubrir que juntos se pueden hacer cosas en beneficios de todos.
¿Cómo definirías los habitantes de tu barrio?
– Es un barrio pobre en poder adquisitivo, muy humilde en lo económico y riquísimo en lo espiritual, esto ha sido comprobado muchísimas veces. Por ejemplo, hace poco, por inquietud de los vecinos, hicimos un censo y el 100% de las personas respondió sobre si era propietario, si tenía pozo negro y cuánto ganaba aproximadamente… Acá vamos a cualquier casa y te reciben sin ningún problema. Hoy estamos construyendo un Salón Comunal en un terreno que logramos nos donara la Intendencia, que además nos ha dado el material y conseguimos ladrillos con la Jefatura de Policía. Los vecinos dicen “¡Vamos!” y van todos a trabajar, aunque no pertenezcan a la Comisión. También tenemos un cuadrito de fútbol que es del barrio.
¿Por esta experiencia con este barrio así como tu integración a la Interbarrial, que opinión te merecen los logros de los diferentes grupos de Tacuarembó?
– He participado en encuentros con gente de otros departamentos y he comprobado que Tacuarembó está bastante bien en eso, y creo que esto de las Comisiones Barriales se da más en el norte del río Negro. Acá hay barrios que lograron muchas cosas con el trabajo común.
Y la respuesta de las autoridades, seguramente, es diferente en la época democrática que en la etapa dictatorial.
– Si, es evidente. En tiempos de la dictadura, prácticamente no te atendían, a veces tenías suerte si llevabas alguna recomendación, hoy siguen las “recomendaciones” pero de todas maneras las autoridades te reciben, aunque en ocasiones no te dan respuestas positivas.
De participar en Comisiones Barriales llega un día que pasas a integrar la Junta Departamental.
– Si, lo cierto es que la política me gustó siempre, pero nunca lo viví intensamente. Cuando surgió mi nombre, yo me presenté a la comisión del barrio, la cual presidía, y les dije: “voy a dedicarme a una política partidaria directa, con una bandera, y esto quizás no le sirva a la Comisión”, entonces renuncié; pero lo cierto es que después de un año de tener agua, se reunió la asamblea y – en algo que me llena de felicidad – los vecinos, en voto secreto, deciden que continúe en la presidencia, aún siendo edil.
¿Cómo te sientes en tu calidad de Legislador Departamental?
– Cuando ingresé a la Junta lo hice con mucha expectativa y también con temores por la falta de experiencia y por saber si podría realizar todo lo que aspiraba. Hoy, dos años después, estoy un poco desilusionado por la pérdida tremenda de tiempo que existe en la Junta por cosas incoherentes; este año lo pasamos discutiendo si al zoológico le poníamos López Lomba o al balneario Manuel Oribe, cuando hay tantas cosas para hacer y que se pueden hacer.
¿Tú entiendes que se discuten cosas que no responden a los reclamos de la población?
– Mira, a mi a veces me dicen que tengo que ir al Barrio Curbelo – que queda a unos cuantos quilómetros de acá – y tengo para trasladarme una bicicleta, y voy en ella o voy a pie, porque debo estar donde está la gente, porque me comprometí con esa gente; hay algunos ediles que se golpean el pecho diciendo que representan al pueblo pero que no los hemos visto por ahí. Por lo tanto insisto en lo de la desilusión porque creo que se pueden hacer muchísima cosas más de las que se han hecho. Hay quienes utilizan la media hora previa para promocionarse; nosotros tratamos de solucionar los problemas de la gente, como el arreglo de canaletas o desagotamiento de pozos negros, y en vez de ir a la media hora previa vamos directamente a las autoridades o a los directores y tratamos de buscarle solución.
De todas maneras, y más allá de las críticas, la Junta es un órgano valioso como Institución democrática, ¿no?
– Evidentemente sí, es muy valioso…
Pero no resulta lo mismo estar sentado en una comisión barrial que en la Junta Departamental.
– No, por supuesto. Los que se sientan en la Junta están defendiendo un compromiso político. Yo pregunto: de los que estamos dentro de la Junta, ¿qué porcentaje – realmente – conocemos, sentimos y vivimos la realidad de los barrios? La gente va a la comisión barrial empujada por la necesidad tras un objetivo común, impulsado por lo que viven en carne propia diariamente. Yo me siento más vecino que edil, y en toda la vida va a ser igual.
Como uruguayo protagonista – que por tus actividades lo eres – ¿cuál es tu visión del Mercosur?
– Creo que es un desafío muy grande para todos. Soy un convencido que había que ingresar al Mercosur porque no podíamos quedarnos si se integraban los dos grandes que tenemos al lado, pero debemos hacer muchos cambios para competir con ellos.
¿En tus contactos directos con la gente has palpado inquietudes al respecto?
– Mira, por donde he andado, tanto en las comisiones barriales como en recorridas como edil, todos te preguntan; la gente está interesada en saber que va a pasar con el Mercosur. Lo que pasa es que la gente no tiene una buena información, porque no le llega. Estimo que es necesario informarle.
Tu trajinar por grupos barriales, tu dedicación a la Junta y supongo que otras actividades aparte de las laborales te requerirán un tiempo considerable, por lo tanto es imprescindible una tolerancia a nivel familiar, ¿no?
– Por supuesto, primero costó algo – naturalmente – pero luego mi señora también se integró al trabajo barrial y hoy es ella que representa al grupo en la Interbarrial, elegida por los vecinos. Además tiene la bibliocaja y es la coordinadora en la zona de la Pastoral de la Parroquia de San José. Por eso cuando llegaste viste una cantidad de niños; lo que pasa es que están formando un Pesebre Viviente. O sea que si no fuera por la vida familiar que me ha ayudado mucho, yo no podría seguir en esto, porque aparte de las 8 horas de trabajo en el Colegio San Javier hago otro trabajo – porque de un solo salario hoy no se vive -; ordeñamos algunas vacas y vendemos algo de leche. Mi señora también hace trabajos particulares de enfermería… y por ahí vamos tratando de salir adelante.
Y hay que atender a los hijos…
– Atender a los gurises es lo que más tratamos, y procuramos que por lo menos puedan seguir estudiando, cosa en la que por cierto nos han respondido muy bien. Creo que todo el trabajo que hacemos es con la aspiración de que sea para nuestros hijos, porque cuando más mejore el barrio mejor será para nosotros, dado que mañana nuestros hijos formarán su “nido” ¿y quien dice que no sea aquí mismo? Además, no queremos que tengan tantos inconvenientes como los que tuvimos nosotros.
Además el barrio es como el patio mayor de la casa.
Claro que sí, y los que nos dan más impulsos para trabajar son los gurises, no sólo los nuestros sino los de todo el barrio, porque se integran haciendo un pesebre, un cuadrito de fútbol o una murguita…
(*) Reportaje realizado por Gustavo Bornia y publicada en sección “La Gente” de Semanario Batoví el 20 de diciembre de 1991.
– Nelson Amaral, falleció en la ciudad de Tacuarembó, el 14 de octubre de 2016.
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