Viene muy bien, a la hora de analizar ciertos males y abusos provocados en las sociedades contemporáneos por las redes sociales y la prensa, compartir una extensa y esclarecedora cita de Paul Virilio, del ensayo L’ art du moteur, del año 1995. “Los medios industriales -reflexiona Virilio- se benefician de una curiosa depravación en las leyes democráticas. Si la televisión y la prensa no son libres a priori de proveer falsa información, por otro lado nuestra legislación les garantiza el exorbitante poder de mentir por omisión, por censura o por eliminación de las noticias que no les acomodan o que podrían dañar sus intereses.
El cuarto poder es entonces la única de nuestras instituciones que puede funcionar fuera de cualquier control democrático, desde que el público en general no llega a oír ninguna crítica independiente, simplemente porque tal crítica no disfruta de la oportunidad de ser transmitida ampliamente y de llegar así al gran público”.
La mediación original – La globalización acarreada por los progresos de los transportes, las comunicaciones y los intereses económicos y comerciales produjo progresivamente la necesidad, curiosidad o costumbre por buscar información sobre los hechos que estaban más allá de su capacidad sensorial inmediata. Paralelamente, también se producía la necesidad o curiosidad por comprender el mundo a través de las novedades científicas y tecnológicas y de los sucesos, fuera de su percepción inmediata o inmediatamente mediatizada.
El resultado de este desarrollo deriva en la aparición de la prensa, institución a cargo de proveer esas informaciones y comentarios progresivamente necesitados o deseados. La prensa emerge entonces como una creciente mediación organizada entre diversos públicos receptores y emisores que comunican supuestamente sobre hechos reales fuera del alcance cotidiano y sobre opiniones expertas respecto de dichos hechos y progresos técnicos. Por tanto, frente a la primitiva inquietud pura por mediar y generar información y conocimientos en la gente, comienza a imponerse una utilización funcional de una prensa que disfrutaba del prestigio de su buena voluntad y de su veracidad neutral.
Un camino perverso – El descubrimiento del valor de persuasión intelectual y de seducción emocional que la mediación de la prensa podía suscitar entre los crecientemente ávidos públicos receptores llevó paulatinamente a que la elección de los hechos a transformar en noticia (semántica) y el modo de hacerlo (sintáctica y pragmática) se orientaran por un equilibrio variable entre el interés comercial y el interés político ideológico.
La mediación, de esta manera, pasa a estar ferozmente contaminada de una voracidad comercial y de propaganda político ideológica originalmente ausentes. Todavía se sigue vociferando, sin embargo, que la prensa transmite ‘realidad’ y apunta a la ‘verdad’, mediante una ‘neutralidad’ en la selección de los hechos, en su cobertura, explicación y evaluación. Bullshit!
Ya Napoleón organizó un complejo sistema de investigación, comunicación y censura de mediación sesgada y parcial. Y ya a mediados del siglo XIX, Nietzsche se atrevió a temer por el nivel de la información y el conocimiento que se consolidaría masivamente a partir del ascenso de la prensa en el cotidiano. Desde la perspectiva más cercana de Baudrillard, se produce una ‘primera muerte’ de la realidad, de la verdad y de los intereses de los receptores: ya no se aspira a comunicar ‘lo que pasó’, sino a transmitir lo que venda.
La noble inquietud inicial de los receptores hacia la realidad y la verdad también se prostituye con la hegemonía de la sociedad del consumo y del espectáculo: el público mediático sigue diciendo que ve noticias por interés y curiosidad ‘cultos’, aunque lo haga crecientemente como modo alternativo de entretenimiento, más prestigioso que otros porque puede proporcionar conocimientos superiores y así afirmarse como inversión conspicua alternativa del tiempo libre.
La mentira y lo excepcional – Todos mienten: los receptores, porque deben mentir y mentirse sobre sus motivaciones como audiencia, mientras que los emisores lo hacen porque no tienen más remedio que mentir sobre la realidad, la verdad y la neutralidad de su trabajo mediador de selección y comunicación.
Un detalle no menor es que en el intento de seleccionar hechos comercialmente convertibles en noticias, lo excepcional es buscado como centro de interés, con el resultado de que lo que se pasa como ‘real’ no es precisamente representativo de la realidad normal y ocurrente. Pero en la medida en que lo que presenciamos se propaga ‘como si’ fuera la realidad y los receptores afirmen que eso buscan, la acumulación de excepcionalidades pasa a constituir ‘lo real’.
En realidad, no hay nada más distante de lo real que el contenido de un noticiero, que incluye lo que venderá dentro de lo que recibió como hechos brutos, y no lo que sucedió, y lo convierte en noticia vendible y político ideológicamente compatible o funcional: el avión que cayó, el choque de vehículos, el naufragio, el crimen y el asalto. Todas son noticias reales, cuando, en pura realidad, casi ningún avión se cae de todos los que vuelan diariamente, los barcos no se hunden, poquísimos vehículos colisionan, muy pocas personas delinquen y también muy pocas son víctimas.
Toda esta acumulación de magnificación y dramatización patologiza la realidad y normaliza lo patológico de ella, contaminando el imaginario psicosocial de un miedo paranoico e hipocondríaco funcionales al control social cotidiano y global, desde que tolera la secundarización de derechos, garantías y libertades en aras de un control jurídico bélico cada vez mayor, tanto interno como global.
El terrorismo, por ejemplo, da justificación a una gran cantidad de controles y autoritarismos cotidianos, aunque sea responsable de sólo 0,5% (5 de cada 1.000) de las muertes violentas anuales: varias veces menos que los fallecidos por exceso de velocidad, exceso de azúcares y alimentación chatarra. Harari ha dicho que McDonald’s y Coca-Cola matan más que ISIS y un grafiti montevideano de los 80 enuncia que la moral mata más que el sida.
Redes sociales: de mal en peor – Si acabamos de pasar revista a la banalización, manipulación, comercialización, espectacularización y parcialización de la realidad, la verdad y la mediación hechos-emisor-receptor, otro detalle no menor en este perverso proceso es la comprensión del mundo y la información a su respecto, viejos motivos de la aparición de la mediación de la prensa.
No sólo por su dependencia de la funcionalidad comercial e ideológica; también en la alarmante simplificación de los datos y las interpretaciones. Umberto Eco anticipó -con el ejemplo de la televisión- que la difusión de los soportes y el software es parte también de la simplificación y parcialización de noticias y explicaciones, desde que progresivamente se incorporan como receptores capas menos educadas y demandantes de emociones y explicaciones más elementales.
El auge actual de las redes sociales empeora grandemente el panorama. La potencialidad y virtualidades de internet y de las redes sociales para el acceso al conocimiento, a las novedades y para la sociabilidad son indudables. Pero su uso real y concreto diverge mucho de su idealidad: lo más consumido es pornografía, las noticias simplificadas y manipuladas circulan aún más acríticamente y la sociabilidad es crecientemente banal (cambios maníacos y narcisistas de perfil, fotos domésticas en exceso).
Para peor, en algunos países como Uruguay, las leyes de prensa tienden a penalizar menos el error y el sesgo del periodismo, permitiendo ataques personales a través de ella y minimizando el castigo a las calumnias, injurias y difamaciones. Esto empeora notoriamente con las redes sociales, porque si ya las leyes de prensa inocentan excesivamente las mediaciones, las redes sociales incluyen técnicas que esconden la identidad de quienes agravian, calumnian, injurian y difaman desde pools de emisión en que no son identificables los autores de los mensajes. No sólo se favorecen ataques, como con la ley de prensa, sino que se encubren tecnológicamente los agresores, permitiendo así ataques más violentos y falsos.
La civilización técnica va por mal camino, posiblemente fuera de control, con la degeneración progresiva de la prensa y su potenciación por las redes sociales.
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