El carnaval, la clásica fiesta del pueblo, fue festejado siempre en Tacuarembó con gran brillo y entusiasmo, por la juventud de todas las épocas.
Allá por el año 1923 un grupo de jóvenes de nuestra ciudad, crearon una institución carnavalera a que la denominaron “Los locos del siglo XX”. La indumentaria consistía en un pantalón blanco, chaqueta en forma de frac color verde, sombrero de paja y como complemento una nariz con bigotes con el objeto de no dejar tan en descubierto los “rostros” de los integrantes.
Constaba de 10 participantes, entre los cuales se podía citar el director, un tesorero o recibidor de los premios, un bombo, un tambor y platillos. El repertorio estaba compuesto por varias canciones: una marcha con sentido de sátira, una composición de crítica política y una festiva y chispeante canción titulada: “La Tortuga”.
Su actuación hizo sensación en el ambiente, aunque en determinadas presentaciones, el tono verdoso de cierta letra, posibilitó que algún oyente un tanto delicado, los sacara con cajas destempladas.
Y cuando por la noche se terminaba la labor, hecho el recuento de lo recaudado, se invertía: una parte en la compra de sandías, otra en la obtención de varias botellas de caña habana, y otra para la reposición de las narices, que con el sudor habían quedado ostensiblemente deterioradas.
Todo marchó bien hasta el viernes anterior al entierro de carnaval, día en que se le exigió al tesorero o custodio de los fondos, una rendición de cuentas pormenorizada, de entradas y gastos. Como era de orden lo que no pudo admitirse en el balance fue que el gasto de compra de narices resultara mayor que los otros dos rubros juntos: caña y sandías.
Y ahí ardió Troya, hubo reconvenciones, acusaciones, renuncias, etc. Y por unanimidad se resolvió disolver el conjunto por varias y justificadas razones y fundamentalmente, porque “no había formalidad en la comparsa”.
Esta fue la expresión del director, que sumamente disgustado, arrojó contra el suelo la batuta y se retiró con la última botella de caña que quedaba llena, debajo del brazo. Fue así que por culpa de las narices, el final del carnaval de 1923, no contó con la presencia de ese magnifico y original conjunto que se llamo, “Los locos del siglo XX”.
- De “Voces de mi terruño” – José A. López Cabas
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La guitarra de los negros
Dos negros con dos guitarras
tocan y cantan llorando.
Tienen labios de alboroto.
Echan chispas por los ojos.
La cuchilla de sus dientes
corta el canto en dos pedazos.
¡Melancolía de los negros
cómo copa de ginebra!
Los negros lloran cantando
añoranzas del candombe.
¡Suena el tambor de sus almas
Con un ruido seco y sordo!
¡Y un borocotó lejano
los despierta de sus sueños!
¡Dos negros con dos guitarras
tocan y cantan llorando!
- Poema de Ildefonso Pereda Valdés
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– Ildefonso Pablo Victoriano Pereda Valdés, abogado, escritor, polígrafo, investigador e historiador nació en Tacuarembó el 6 de marzo de 1899 y falleció en Montevideo el 17 de julio de 1996.
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Bárbara Calcagno de Ortiz (95 años), describe las vivencias de los carnavales de la década del `20 en nuestro Tacuarembó: “… eran preciosos, preciosos… como no lo son ahora. Arreglaban las calles con farolitos, había troupes, comparsas, carros alegóricos hermosísimos tirados por caballos; hubo uno llamado “Rosas de Japón” que hizo época acá.
Las muchachas concurrían arregladísimas y habían batallas de flores que se tiraban de arriba de los carros, y muchas veces les poníamos un cordoncito al ramo para recogerlas nuevamente y los muchachos nos seguían detrás. ¡Quedaban colchones de serpentinas de tanto que se jugaba! Los corsos eran por 18 de Julio y 25 de Mayo, de plaza a plaza… las calles eran de puro pedregullo…”
– Extraído de la entrevista realizada a Bárbara Calcagno de Ortiz por Gustavo Bornia y publicada en Semanario Batoví el 10 de mayo de 1991.
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