De gurí me ponía la camisetita amarilla y negra y me sentía Pedro Virgilio o por ahí el buzo negro y me sentía Ladislao. Y en el 66 mientras el viejo escuchaba en la zapatería el partido, allá en la Catalina de Tacuarembó, yo salía a la calle y jugaba con los gurises del barrio y todos éramos el gran Tabaré González o el enorme Tito Goncalvez.
Como la canción de Castro después de los 50 me quedé en invierno a escuchar por la radio, relajando a los jueces periodistas y árbitros.
Y la cosa cambió.
Apareció en lugar de la Spika, la TV, desde ser uno de los ocho de Sánchez y del «Uds. lo vieron» de Prieto, pasamos a otra cosa. Al futbol de empresarios, a la TV de empresarios. Y bien dejamos casi que de quejarnos.
Porque la cosa era sencilla para quejarnos había que pagar, el cable o la entrada al fields.
O por ahí pagarle al «gallego» del bar, para ir a tomar una y garronear por la tele el partido de aquel equipo de los amores.
Y como todo, cuando hay que pagar el fanatismo se entra a volver menos temperamental y más racional.
Y la «mayor edad» te lleva a pensar y preguntarte ¿cómo es el negocio? El Señor ese que habla, habla y no para de hablar en la tele, el que grita «la celeste del alma» o el que hace la propaganda de los portones con motor, ¿están en mi misma sintonía?
Uyyy no… juegan otro partido, están en otra divisional.
Y ese Señor que dirige y preside el cuadrito de mis amores, aquel de la calle Catalina que me hacía vibrar, ¿qué partido juega?
Esos todos ¿juegan el mismo partido que yo?
Y no, porque hablan de sponsores, de imagen, mercados y de muchísimos dólares, euros etc. de merchandicing o como se llame, de derechos de formación, de porcentajes, de intermediarios y de dinero de jeques y cosas raras.
Pedro Virgilio, Ladislao, el «Negro el 11», el Pepe Urruzmendi, el Julio Montero y todos aquellos de la calle Catalina ya no corren más.
Ni siquiera el majestuoso Nando.
¿Cuánto hay? ¡Cuánto valés!
Fenómeno. Todos los viejos de la FIFA son… Y todos los viejos de la FIFA y algunos uruguayos andan dando vueltas en los tribunales, porque a los muchachos de la madre patria (EEUU) se las habían entrado a pasar.
Entonces ya los dribling cortos y los tiros libres con forma de centro o los penales con barrera, los entran a patear lejos de las canchas.
Se llenaron de cámaras, adentro, afuera y hasta de identificación facial, para verles las caras a los que esos mismos le daban el pase libre para entrar.
Y los gurises de la calle Catalina un día nos enteramos que la entrada para ver un partido valía la mitad que el salario mínimo, peso más peso menos.
Y llegamos al Maestro y el proceso.
Humo por dónde se lo mire.
Entreverado con cuestiones políticas, con la recompensa y la mar en coche.
Y otras cosas más privadas que no interesan.
La vida de la gente pública hoy se maneja hasta en los tablados. ¡Qué sé yo!
Pero ok. Futbol espectáculo, Futbol Tv, Futbol derecho de esponsorizaciones, logos, transmisiones y palcos Vip, para todo lo demás existe una tarjeta.
Contratos, cláusulas y multas.
Bien… llegamos.
El Míster tiene contrato. Los contratos se respetan.
Ok. Para putearlo y echarlo hay que pagarle lo que corresponda.
¡Ahhhhhhhhh! Me olvidaba. Un famoso político hoy puesto (¡ohhhhhhhh casualidad!) en dirigente de cuadro de futbol inglés, le firmó el contrato con cláusulas de rescisión según dicen con plazo Qatar.
Chau…… sigan Uds. En estudio. Y puteen tranquilos.
Aguante «la celeste del alma».
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