La mentalidad de burguesía nacional o de empresarios nacionales se ha debilitado notoriamente. Si no es así, que me den ejemplos concretos. Uno de los temas más debatidos en la teoría de la izquierda latinoamericana era el papel de la burguesía nacional en los procesos de cambios y de desarrollo, o incluso revolucionarios. Fue hace años. Ahora, esos temas casi ni se recuerdan. La burguesía nacional existe en los países ex coloniales o dependientes. En Uruguay hay un proceso permanente de desaparición de la burguesía nacional.
Para llevarlo al lenguaje actual: de extinción de los propietarios de grandes o medianas empresas industriales, financieras, de nuevas tecnologías, de servicios, agropecuarias o agroindustriales uruguayas. La lista de empresas que se han vendido en los últimos años es interminable y eso, además de connotaciones económicas, sociales, tiene un profundo sentido cultural y sociológico.
La última gran empresa fue nada menos que la joya de las nuevas tecnologías, Genexus. En la jerga se le llama fusión, alianza, etc., pero es claro que la mayoría del paquete accionario pasó a manos de empresarios argentinos. Si una empresa uruguaya no tenía límites para su crecimiento y para sus posibilidades de capitalizarse por sí misma y alcanzar metas muy ambiciosas, esa era Genexus. Y se vendió.
Como Tienda Inglesa, Ta-Ta, Disco, Devoto y Geant que se las devoraron, Agua Salus, todas las marcas de cerveza por parte de la multinacional brasileña AMBEV, el Maestro Cubano; Los Nietitos, hoteles a roletes, Red Pagos comprada por Prosegur (Holanda) y ni que hablar de tierras y emprendimientos de la cadena agroindustrial como los frigoríficos, en su mayoría en manos brasileñas, o los operadores portuarios por ejemplo Montecom, que pasó 100% a capitales chilenos y canadienses. Ahora, la crisis por la entrega del puerto a Katoen Natie, pero otras operadoras pasaron a manos argentinas, griegas.
En el sector arrocero, la compra de Saman, la más importante empresa del sector, por los brasileños. La lista es interminable.
En la cadena forestal, ya nacimos vendidos en más del 90%. En las plantas casi totalmente y en los bosques, cercanos a esos porcentajes. El único sector que mantiene cierta presencia son las empresas constructoras, tanto de infraestructura como edilicia.
No hablemos de los bancos, no hay un solo banco privado de capitales uruguayos… Debe ser un caso insólito y único.
Esta comprobación indiscutible de la extranjerización de la tierra y de las empresas no quiere decir que en Uruguay no haya “riquitos” (en proporción a los de otros países de la región) y que durante este gobierno hayan acumulado 9.000 millones de dólares de ganancias, en las cuentas corrientes bancarias de más de 250 mil dólares y en los depósitos en bancos del exterior. Son dos cosas diferentes. Incluso que pueden coincidir en las familias, como los Fernández, que eran propietarios de la principal industria pesquera nacional FRIPUR que se fundió y cerró, pero la riqueza no la perdieron. No es lo mismo ser rico que ser propietario de medios de producción importantes. Es decir, ser burguesía nacional.
La ofensiva no es solo con los grandes, nos ha sucedido a nosotros que somos una pequeña empresa de información y a otras del mismo ramo, que han recibido ofertas para ser adquiridas.
La política de exoneraciones impositivas que notoriamente impulsó la inversión extranjera productiva, debería ser revisada y actualizada en función de estos procesos y del impacto en todo el mundo empresarial. Y esto vale para todos los partidos políticos.
Vienen ganas de cantar: ¿Qué nos está pasando, vida? ¿Los empresarios uruguayos no pueden resistir el embate de empresas internacionales de otro porte y agresividad en su expansión regional o mundial?
Pero no siempre fue así. En Uruguay hubo familias, empresarios uruguayos o emigrados a este país que construyeron sus empresas prosperas, crecientes, con planes y proyectos y con una marca sólida y prestigiosa que era parte del capital de la propia empresa.
Cualquier proyecto programático, sobre todo de cambio y de progreso, deberá tener en cuenta esta situación. Obligatoriamente. En particular, en el sector cooperativo.
Porque, además, los cambios tienen una base psicológica. Cada día hay menos mentalidad de grandes empresarios uruguayos. Llegado el momento, siempre tienta mucho más hacerse de un buen capital líquido que seguir peleando con el negocio, los riesgos, las herencias y sucesiones.
La mentalidad de burguesía nacional o de empresarios nacionales se ha debilitado notoriamente. Si no es así, que me den ejemplos concretos.
El capitalismo -y que existe, existe- y por lo tanto existen los dueños, los burgueses, aunque les busquemos otros nombres, requiere de ambición. En cierta manera, de una ambición sin límites. La visión original anglosajona de los capitalistas era la de la acumulación ilimitada de riqueza en un proceso constante de ganancias, de crecimiento que parecía no tener fronteras.
Así nacieron, crecieron y se desarrollaron las grandes empresas en todo el mundo. En el Uruguay actual no funciona. Cuando se llega un cierto nivel, se opta por vender y dedicarse a gastar lo acumulado con inversiones financieras, con rentas, que nunca alcanzarán a menos de un milagro lo que es la acumulación en empresas exitosas. Un análisis particular debería hacerse sobre las Zonas Francas, no solo por su impacto económico y social innegable, sino sobre el impacto cultural-empresarial.
Donde no hubo cambios importantes y no se produjo una extranjerización, con la excepción de las empresas de TV Cable de Clarín y en algunas radios de alcance nacional, en los tres canales de TV nacionales siguen al frente grupos nacionales, sabiendo que además de lo económico allí se juega una parte de la batalla política por el poder.
Esta situación de notorio repliegue de los grupos empresariales nacionales implica también mentalidades diferentes. No es lo mismo ser un gran empresario en cualquier rubro, asumir los riesgos y jugarse todo al crecimiento, que recoger apenas posible la mayor cantidad de plata líquida y dedicarse a gozar la vida y a la especulación rentista.
Y aunque algunos empresarios hayan vendido sus empresas, pero hayan quedado con responsabilidades vinculados y manteniendo funciones dentro de esas empresas de propiedad extranjera, no es lo mismo en absoluto. No es lo mismo por el riesgo, por la mentalidad, por la avaricia de acumulación, por el sentido de compromiso completo con SU empresa.
No es lo mismo para las empresas, que se integran a estrategias regionales o globales y sus prioridades ya no son el Uruguay y su proyecto, sus horizontes. Las sensibilidades son diferentes, las prioridades son distintas.
Es un proceso que comenzó hace varias décadas, que no se detuvo durante los gobiernos del Frente Amplio y que sigue a todo vapor en este gobierno. Una de las principales vías de ingreso de inversiones, es precisamente comprar empresas, las mejores, las más rentables, las más grandes. No pueden comprar CONAPROLE, ni el BROU o ANCAP, pero ganas no les faltan.
Si se hace la lista de las cien principales empresas privadas del Uruguay, la sorpresa será mayúscula por el altísimo porcentaje de empresas de propiedad extranjera.
Este proceso debería estudiarse mucho más, en los números, para ser bien precisos, en los ritmos y en las mentalidades empresariales.
Lo que sí llevamos la cuenta es sobre la venta de tierras, que por otro lado es parte importante del impacto tecnológico, productivo y de mejoramiento del campo uruguayo. Aunque nos hagamos los distraídos.
Los procesos materiales, en este caso sociales con fuerte impacto cultural, deben ser estudiados a fondo por la izquierda, porque se supone que quiere cambiar la sociedad y el primer requisito para ello es conocerla en sus cambios, en sus diversas facetas y en particular en conocer la base social y económica del país y sus principales tendencias. Y esta vaya si lo es.
- UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias
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