Uno de los mayores errores, sino el mayor de todos, de los dos autores principales del socialismo, Carlos Marx y Vladimir Lenin, es haber concentrado de tal manera la definición de los seres humanos en sus relaciones económicas y sociales, que aplastaron la espiritualidad y eso se expresó luego no solo en un error teórico, sino en profundos errores políticos, como por ejemplo la relación con el Estado, con los líderes, con el partido e incluso con los medios de producción, y sobre todo en las relaciones más completas entre los propios seres humanos, en la historia en general y en el propio “socialismo real”.
Hay autores muy desatacados del socialismo que sin criticar a fondo ese grave error, hicieron sin duda aportes fundamentales, Antonio Gramsci, George Lukcas, Jean Paul Sartre y Rosa Luxemburgo, entre otros.
Una nota importante: Gramsci jamás hubiera podido escribir y sobre todo mantener intactos y publicar después, sus Cuadernos de la cárcel si hubiera estado libre en la URSS de Stalin. Qué paradoja.
Voy a tomar una cita de Norbeto Bobbio… «Una isla rodeada de misterio. Sé que estamos rodeados de misterio. A eso es a lo que yo llamo el sentido religioso del hombre, la sensación de que estamos rodeados por un misterio impenetrable. Hoy día tenemos el apoyo de las ciencias para comprender el sistema solar y las galaxias: hemos asimilado miles, millones de hechos de los que los antiguos no tienen conocimiento»
No obstante, el mundo nos resulta cada vez más incomprensible, menos transparente. Cuanto más sabemos, más conscientes somos de nuestra ignorancia. Toda la historia de la ciencia se compone, al fin y al cabo, de tímidas hipótesis. Por ello hablo del sentido religioso del hombre: de una postura religiosa frente a lo inabarcable, lo indescifrable, de lo infinito. Aunque no sea posible transformar este sentido en una doctrina, un catecismo, un sistema».
Me disculpo por lo largo de esta cita de otro italiano, de Gramsci pero me parece fundamental: «Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que el tendrá luego que encasillarse en el cerebro con las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión a los estímulos varios del mundo externo»
«Esa forma de cultura es verdaderamente dañina especialmente para el proletariado sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad por que ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgranan en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás.»
«La cultura es cosa muy distinta. Es organización, disciplina del yo interior, apoderamiento de la personalidad propio, conquista de superior conciencia por la cual se llega a comprender el valor histórico que uno tiene, su función en la vida, sus derechos y deberes. Pero todo eso no puede ocurrir por evolución espontánea, por acciones y reacciones independientes de la voluntad de cada cual como ocurre en la naturaleza vegetal y animal. El hombre es sobre todo espíritu, o sea, creación histórica y no naturaleza…”
«Toda revolución ha sido precedida por un intenso trabajo de crítica, de penetración cultural, de permeación de ideas a través de agregados humanos al principio refractario y solo atentos a resolver días a días, horas por horas, y por ellos mismos sus problemas económicos y políticos, sin vínculos de solidaridad con los demás que se encontraban en las mismas condiciones”…»El mismo fenómeno se repite hoy para el socialismo. La conciencia unitaria del proletariado se ha formado o se está formando a través de la crítica de la sociedad capitalista; y crítica quiere decir cultura, y no ya evolución espontánea y naturalista.»
«Crítica quiere decir precisamente esa conciencia del yo que Novalis ponía como finalidad de la cultura. Yo que se opone a los demás que se diferencia y tras crearse una meta, juzga a los hechos y los acontecimientos, además de en sí y por sí mismo como valores de propulsión o repulsión. Conocerse a sí mismo quiere decir ser lo que se es, quiere decir ser dueño de sí mismo, distinguirse, salir fuera del caso, ser elemento de orden, pero del orden propio y de la propia disciplina de un ideal. Y eso no se puede obtener si no se conoce también a los demás, su historia, el decurso de los esfuerzos que han hecho los demás para hacer lo que son, para crear la civilización que han creado y que queremos sustituir por la nuestra, quiere decir tener noción de que es la naturaleza y de sus leyes, para conocer las leyes que rigen el espíritu y ofrendarlo todo sin perder de vista la finalidad última, que es conocerse mejor a sí mismo a través de los demás y a los demás a través de sí mismo.»
Es un tema apasionante y no es abstracto, tiene directa relación de los seres humanos con la política, con las organizaciones políticas, con la proyección de los valores humanistas, no en el discurso, sino sobre todo con la fe religiosa y su contradictorias relaciones con los cambios sociales, que en América Latina tuvieron y tienen un tema teórico y práctico muy importante. No solo como una participación más, sino como un aporte original y propio de la moral cristiana progresista y avanzada a las ideas y las prácticas de las grandes transformaciones.
Las derivaciones que ese error de definir a los seres humanos sobre todo y casi exclusivamente en cuanto a su papel en relación a la producción en la historia, tuvo también mucho que ver con los factores que llevaron a la caída del «socialismo real» y, buceando en muchos textos fundamentales de la doctrina se puede encontrar la explicación a procesos patológicos como el estalinismo y sus diversas versiones nacionales y a la hipertrofia del Estado y del Partido en casi todos los países del socialismo.
Lo que necesariamente implicó e implica la supresión o la extrema limitación de las libertades y de la democracia, en su sentido más profundo.
Conociendo experiencias concretas dentro de los países socialistas «reales» y la de muchos seres humanos, de destacados intelectuales y artistas, es claro que la épica del socialismo superó ampliamente ese error teórico y político – en muchas ocasiones – y escribió paginas muy intensas de humanismo, de sacrificio y entrega.
Pero en el conjunto del proceso, el impacto de la homogeneidad de los seres humanos en sus relaciones sociales y de producción afectaron y devastaron los valores humanistas y los propios regímenes «socialistas reales» y el balance final está a la vista. Pero los millones de ejemplos de la potencia de esa espiritualidad en los luchadores del socialismo real, el precisamente la prueba de esa carencia teórica, ideológica, alimentada por décadas.
Voy a referir esta contradicción a un tema mucho más actual y nacional: la ferocidad, la encarnizada persecución ideal e histórica de un partido de izquierda, el PCU contra una de sus principales figuras, sin duda alguna la que en el Uruguay padeció a lo largo de su vida los mayores tormentos físicos y mentales defendiendo sus ideas y sus compañeros de lucha: Jaime Pérez, y salió con vida de la prisión. No alcanza con indignarse, con expresar toda la bronca ante ciertas actitudes, como por ejemplo la que se produjo hace pocos días en la Junta Departamental de Montevideo, para evitar, con la ausencia de los ediles, las palabras que quería pronunciar una edila del Frente Amplio, recordando precisamente a Jaime Pérez.
Es simplemente un ejemplo más de los muchos actos realizados en este sentido por los integrantes de ese partido y seguido por otros, sin explicación, sin argumentación y como expresión de la más profunda negación del humanismo. Resulta muy difícil de explicar.
No hay, no podría haber en la izquierda, para alguien que se llama de izquierda, justificación alguna para cometer actos de este tipo, que además de ser un grave error político, porque desnudan una intolerancia inaceptable en la visión de las relaciones humanas, es un gesto de profunda negación de espiritualidad, de humanidad.
Las diferencias de ideas, por profundas que sean, si desencadenan este tipo de reacciones, es porque en la base hay una dosis de fanatismo, de visión excluyente de los que piensan de manera diferente y en especial si integraron esa colectividad política. Hecho además con extrema ferocidad, con odio.
La historia del PCU aporta lecciones: en un momento muy duro de su existencia, durante la dictadura adoptó una resolución muy tajante e inflexible sobre el comportamiento de sus integrantes ante la tortura.
Cuando volvimos a la democracia, ese tema, muy doloroso, lleno de matices y que ponía a dura prueba la humanidad, la sensibilidad y muchas otras cosas surgió con mucha fuerza y urgencia. Se designó una comisión especial para analizar los cientos, posiblemente miles de casos.
Y se adoptó, en la dirección y en su Congreso, una resolución polémica, pero que tuvo en cuenta en primer lugar el humanismo, la comprensión por el sufrimiento y la tragedia afrontada por esos hombres y mujeres. Y con heridas, con controversias muy duras, logró salir adelante. Algunas heridas nunca sanaron y se perdieron por el camino compañeros verdaderamente heroicos y muy valiosos, que no aceptaron esa resolución.
Expulsamos a unos pocos que fueron realmente traidores, comprobadamente traidores y, en otros casos con matices y situaciones complejas, privilegiamos el humanismo y la comprensión por encima de la épica y una supuesta y rígida y doctrina. También debemos asumirlo, no le dimos una base conceptual, ideológica y una explicación profunda a esta resolución. La hicimos y la votamos por amplísimas mayorías.
Simultáneamente se resolvió que muy pocas personas, que quedaron dentro del partido, no podían ingresar en los órganos de dirección del PCU.
Entre las diversas personas que se incluyeron en esa visión comprensiva, varios fueron dirigentes importantes del PCU actual. Y ellos, los que todavía viven lo saben perfectamente.
Por ello, la actitud ante Jaime Pérez que si se hubiera quebrado ante la tortura, podría haber destruido organizativamente pero sobre todo moralmente al PCU en medio de la dictadura, debería merecer respeto y reconocimiento, cuando fueron tan generosos en otros casos tan cercanos a ellos.
Fue precisamente por esa resistencia, porque no se quebró, que a Jaime Pérez lo torturaron salvajemente. No lograron quebrarlo en las diversas etapas de su cautiverio.
Hay citas que valen más que cualquier aporte personal, provienen de alguien que dio su vida por sus ideas socialistas, Rosa Luxemburgo. La asesinaron.
«Por lo demás, todo sería más fácil de soportar si no me olvidara la ley fundamental que me he prefijado como regla de vida: ser buenos, he ahí lo esencial. Ser buenos, muy simplemente. Es eso lo que abarca todo y vale más que toda la pretensión de tener razón»
« ¡Y cómo comprendo que esté enamorada «del amor»! Para mí el amor ha sido (¿o es?…) siempre más importante, más sagrado que el objeto que lo suscita. Porque permite ver el mundo como una fábula espléndida, porque hace emerger del ser humano lo que él hay de más noble y bello, porque eleva aquello que hay de más común y humilde y lo adorna con brillantes y porque permite vivir en la ebriedad, en el éxtasis…»
Algunos en el Uruguay de hoy la hubieran condenado con gestos y palabras feroces. Y sobre esa arena, esa alma oscura no hay nada sólido que pueda edificarse y mucho menos utilizar la palabra «compañero». Obviamente que para esas ferocidades no recurren ni de lejos al error en la génesis del pensamiento de Marx y Lenin, ni los conocen, simplemente a su fanatismo, a su primitivismo, a su pobreza intelectual y moral. A una frase que un gran dirigente comunista, que no era Jaime Pérez, me dijo un día ante una asamblea a la salida de la dictadura: «que primitivismo».
Es fácil hablar de la humanidad en abstracto, suena bien, el problema es cuando tiene nombre y apellido.
No hablo de marxismo o de leninismo, porque ni Marx ni Lenin nunca aceptaron esa definición en conjunto o separada.
- UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias
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