No, no me refiero a Beatriz ni a Laura ni a Carolina. Se trata de la ministra de la Suprema Corte de Justicia, Doris Morales Martínez, quien el año próximo asumirá como presidenta de la Suprema Corte de Justicia (SCJ). El semanario Búsqueda dedica su contratapa de este jueves a la referida magistrada.
En una primera ojeada, dos cosas me llamaron la atención: su opinión de que la calidad de las sentencias «ha bajado» y el hecho de que sea de Bolívar. Y esto ¿por qué? Porque Bolívar es un pequeño pueblito de Canelones, sobre el Santa Lucía en el límite con Florida, conocido en mi época como el «calcetín», porque se entra y se sale por el mismo lugar, que se hizo famoso cuando lo fue a visitar Hugo Chávez – lleva el nombre del Libertador-, quien hizo alguna donación creo (eran otras épocas). Sin duda la asunción de Morales acrecentará aún más la fama de Bolívar.
En la entrevista Morales dice algunas cosas bien importantes; para remarcar. Constituyen un elocuente «aviso a los navegantes».
Como anotación previa: para la ministra el hecho que en estos momentos la mayoría de los integrantes de la SCJ sean mujeres, no cambia nada. «En principio no debería», atina.
Habría que mirar qué está pasando en la Fiscalía. Pero no es lo importante, el tiempo dirá.
Vayamos a lo medular; dijo Morales: …»fui de una época de la facultad, de nuestros grandes profesores, y jueces a los que admiré, en la que el juez tenía que hacer las sentencias y exponerse lo menos posible. El juez tiene que explicar lo que hizo pero no ser una estrella que está todo el día en los medios. Esa esta la visión cuando empecé». Y qué bueno que fuera así.
Pero los tiempos han cambiado doctora. Ahora el vedetismo ha hecho carne en muchos, particularmente por el lado de los y las fiscales. Uno de los malos efectos del Código del Proceso. El penoso ejemplo del español Garzón, debería ser un alerta; sin embargo la natural vanidad de cada ser, ver seriales y fundamentalmente el sentirse poderoso y dueño de la suerte y la libertad de ajenos, es muy adictivo.
Vamos por más: no tiene redes sociales: «No, nada. Nunca fue algo que me atrajera y, además, como es tiempo perdido, prefiero perderlo en mis hobbies, mirar una película, leer algo».
Ojalá y todos lo consideraran » tiempo perdido» y no estuvieran tan pendientes ni se sujetaran tanto al ruido de las redes (y de las ONG también, de algunas, no todas).
La futura titular de la Suprema, piensa que tanto en el club deportivo como en las redes «se supone que un juez tiene que ser alguien centrado. Siempre en cualquier ámbito tiene que comportarse más o menos igual, mostrar equidistancia».
También advierte: «cuan justo es un proceso depende de las oportunidades que tuvieron las partes durante el proceso. Y eso lo dan las herramientas del derecho procesal que a veces las veo como desconocidas o inaplicadas». E insiste en la idea al hablar de la «calidad de las sentencias», «no hay nadie que no tenga un doctorado, algo en una universidad de no sé dónde, y no lo ves traducido en cómo se actúa en un proceso».
Dijo muchas cosas. Algunas quedan en el tintero. En el acápite, se resume que en asuntos de género, «se muestra pragmática, incorporar la perspectiva de género (hubo una batería de preguntas al respecto) no es fallar de forma ‘ flechada’, es aplicar la ley»
Y otra vez tiene razón. En todo caso es la ley la que podría estar flechada.
- UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias
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