Qatar se ha constituido en el centro de atención mundial, instancia que ha trascendido a lo estrictamente futbolístico. Desde la designación de sede mundialista el pequeño emirato se ha posicionado en la atención mundial y no necesariamente por el juego de la pelota.
En un mundo reducido donde la máxima expresión de la opulencia de una autocracia arrasadora, no deja de recibir cuestionamientos. La ferocidad de sus casi constantes violaciones a los derechos humanos, dónde impera un sistema por demás perverso en el cual el confinamiento de migrantes deriva en muertes en masa, trabajadores que buscan mitigar el hambre, transformándose en engranajes de una máquina que los descarta y tras su muerte los arrojan como basura.
Un sistema por demás arcaico y brutalmente salvaje pero que no le importó a la organización al momento de organizar el evento mundial más convocante del planeta. La construcción de las estructura mundialista cobró unas 6.500 vidas (*), casi totalmente de migrantes.
Se han manifestado muchas voces en contra de este proceso y ese sistema, a la hora de decidir por parte del conglomerado futbolístico, no le importó al poder imponente de la “industria” casi más poderosa del globo, para designar a esta sede como anfitriona.
Asimismo y pese a todo, el acontecimiento rebela una hipocresía exagerada, que justifica cada medio para llegar al fin.
En Qatar parece converger todos los males, violaciones a los derechos humanos constantes, crueles violaciones al medio ambiente, discriminación etc. etc.
Por su parte a la FIFA no le importó la realidad de un país de estas características que además carece de arraigo futbolístico y menos aún de historia futbolística. Transcurrido el comienzo del torneo, nos enteramos que se han contratado hinchas, tal cual así, se han contratado hinchas, puede parecer demencial pero a ese extremo se ha llegado. Esta demostración desnuda la antedicha afirmación, parecería que al fútbol lo conocen por TV.
Ante toda esta realidad, el Emir está por demás feliz ya que su reino es centro de atención mundial. Seguramente las críticas a todo su sistema no le llegan, cosa que además, muy poco o nada, debe interesarle.
Qatar es un pequeño emirato cuya extensión territorial es de 11.586 kilómetros cuadrados, con una población de alrededor de 2.650.000 de habitantes; su renta promedio per cápita es de unos 120.000 dólares anuales; Doha es su principal ciudad donde funciona la cadena televisiva Al Jazzira subvencionada por el poder de ese pequeño gigante poderoso país.
En un complejo contexto difícil de entender se desarrolla el evento de mayor convocatoria mundial, motor de una industria económica muy poderosa.
(*) Le Monde Diplomatique para América Latina
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