Con el presidente José Mujica – Durante las casi dos horas de entrevista, Mujica se mostró abierto a responder sobre lo bueno y lo malo de los primeros tres años de su gobierno, lo que coloca en el haber y lo que aún tiene pendiente. Invitó a Brecha a sentarse en torno a una robusta mesa de madera que recientemente acomodó bajo la sombra de uno de los árboles de la chacra. El mueble llegó de Paraguay, con la inscripción “Pepe Espacio 609” y la emblemática estrella tupamara talladas con gruesos caracteres. La oportunidad histórica del salto al desarrollo, PLUNA, el matrimonio igualitario, la marihuana, el socialismo, Chávez, los medios y los límites de la política son sólo algunas de las cuestiones que surcaron el diálogo. En el umbral de un año bisagra, se lo nota algo desencantado. Aunque se sigue definiendo como “socialista” plantea que las “leyes de la economía” imponen marchas y contramarchas, y que “en esta etapa” es necesario acumular crecimiento. Si bien acepta que hay margen para gravar más las ganancias empresariales, se muestra prudente con los anuncios y los cambios. Eso sí: entiende que la parte más “amputada” de su período está en la transformación de la enseñanza.
— ¿Cómo cierra este año?
—Es un año un poco dual, para el país y para cumplir con algunas metas de distribución. Y fundamentalmente fue un año políticamente muy bochinchero. Ya de hecho hay escozores electorales y hay algunos problemas coyunturales que dieron más pie para exacerbar el clima político. Es curioso, quiere decir que economía y política no necesariamente responden al mismo clima.
—Y en sus primeros tres años de gobierno, al pasar raya, ¿qué es lo que considera que ha logrado y en qué cosas no ha podido avanzar?
—Creo que lo más importante ha sido profundizar algunas reformas que venían y que no están terminadas, como el caso de la salud y alguna más. Y poder sostener el conjunto de políticas sociales que han atemperado en forma importante algunas vergüenzas arrastradas desde hace muchos años y que están presentes, pero que han disminuido notoriamente, como la situación de la pobreza y de la indigencia. No están liquidadas, pero se pudo sostener una política de redistribución, y tal vez ese sea uno de los logros mayores. ¿Dónde está la cuestión más amputada? En el campo de la enseñanza es poco lo que se pudo hacer y se está por hacer. Salió esto de la Universidad Tecnológica, que no era el proyecto que nosotros teníamos, que se basaba mucho más en la descentralización de la UTU. Pero salió una universidad, y hay que arrancar de cero. Tenemos una deuda en la enseñanza media, particularmente. Hay una revalorización del papel de la UTU y ese tipo de enseñanza. En eso, creo que anímica y espiritualmente, toda la polémica ha servido para que haya colas muy grandes de gente que quiere calificar a su gente. Y si bien algunos lo ven como una limitación, creo que es el viejo paradigma francés que aún sobrevive en nuestro país y que Francia abandonó hace 40 años. Estamos estancados en Secundaria, y allí se refleja un debilitamiento de los lazos de la sociedad. Por ejemplo: es muy común que las madres vayan a reclamarles a los docentes y les endilguen cualquier cosa. Eso no existía, los docentes tenían un tácito respaldo en la familia. Ese es un cambio de paradigma cultural que habría que averiguar con los sociólogos.
—En el último balance del Instituto de Ciencia Política, Gerardo Caetano y Gustavo de Armas señalan que Uruguay nunca tuvo tantos años seguidos altas tasas de crecimiento, por lo cual no debería postergar más su salto al desarrollo. ¿Las cosas están encaminadas hacia eso?
—Yo algo de eso dije. Estamos en un momento desafiante, pero hemos suturado una brecha enorme: 50 años de estancamiento desde la década del 60. Porque lo que creció Uruguay, y distribuyó a partir de esa época, fue mucho menos de la renta promedio mundial. Y con respecto a sí mismo Uruguay retrocedió aceleradamente. Recién hemos equiparado a los sesenta. Esto es como decir 50 años de historia inútil desde el punto de vista de lo que nos tocó vivir, por eso explica también muchas cosas que pasaron. El Uruguay de mi juventud primera tenía el nivel de redistribución al que más o menos hemos llegado. Las exportaciones de este año eran impensadas. Sin embargo, tenemos esta brecha en la enseñanza. La insistencia en el desarrollo de la UTU, de la calificación, y el llamado a desarrollar el Interior son un desafío para Uruguay. ¿Lo logrará? Yo no lo puedo vaticinar. Si seguimos acampados mirando el sur, y no miramos la fuerza del resto del país, no lo vamos a lograr.
—Sigue habiendo un país partido en dos: al viajar por el Interior se ven unos cambios…
—Brutales. Pero hay que acompañarlos. El desarrollo de la sociedad no está en relación con lo que se desarrolló la economía. Esta coyuntura mundial nos ha favorecido y vivimos una transformación de carácter productivo, intensivo, muy seria. Pero el Interior, cultural y técnicamente, sigue estando sumido en un atraso paradigmático. Y sobre todo la calificación de carácter industrial. Por ejemplo, no tenemos que discutir más la soja, sino qué vamos a hacer con ella. ¿La vamos a industrializar o no? Porque exportamos el 90 por ciento del grano en bruto. Tenemos que salir de la discusión boba. La soja se planta porque el mundo lo exige y es económicamente viable. El asunto es cómo le sacamos el mayor partido y solventamos algunas deficiencias de ese cultivo que deja poca materia orgánica en el suelo.
—Se advierte que el salto cualitativo no ocurrirá si no se revierte la tendencia hacia una primarización de la economía…
—Hay un error de carácter intelectual, esa mitología de que la industrialización es igual a llenarse de chimeneas. Con esa concepción, Nueva Zelanda no sería un país industrializado. Y es porque se mira la naturaleza del producto y no el grado de tecnología que tiene atrás. El maíz de mis abuelos, que producía mil quilos por hectárea y se guardaban las espigas más grandes de un año para el otro, era un producto absolutamente primario. El maíz híbrido de hoy, reprogramado y que da en algunos casos 10 mil quilos por hectárea, ya no es un producto tan simple. Ahí en la esquina hay un señor que se dedica a producir una etapa intermedia del maíz. Viene una parte de Europa, otra parte se hace acá y vuelve a ir a Europa…
—Ahora, en el caso del hierro, la propia legislación promovida por el gobierno se planteaba avanzar en las cadenas de valor, más allá de extraer el mineral.
—Sí, lo que pasa es que estamos estancados ahí. Es probable que se pueda llegar a un grado de peletización (proceso que convierte al hierro en partículas esféricas). Hay otra industrialización: si un laboratorio me desarrolla una vacuna, es una multitud de valor agregado formidable, en una región con el mayor hato ganadero del mundo. Pero si me dijeran hoy qué industrializaría en Uruguay, te contestaría: masificar el regadío. Porque industrializar es producir más valor en menos tiempo, es un concepto de carácter económico. El problema es la cantidad de valor que le deja al conjunto de la economía.
—Dijo que estaba estancado el tema del hierro, ¿a qué se refiere?
—Porque bajó un poco el precio. Sé que hay una empresa más chica, cerca de Rivera, que está por sacar hierro peleteado, aunque te parezca mentira, con carbón vegetal. Cómo lo hacen, no sé…
—Entonces Aratirí es todavía una incógnita…
—Es medio… No es definitivo lo de Aratirí. La nueva ley de minería es muy exigente a favor del Estado y seguramente no simpatizan mucho con los márgenes que les quedan. Pero está todo en negociación. No es nada absolutamente seguro.
— ¿Y usted cómo evalúa esa negociación?
—Los recursos mineros hay que explotarlos, pero no de cualquier manera. Le tienen que dejar una rentabilidad garantizada al país, y el país tiene que tener claro cómo va a utilizar eso. Son recursos no renovables que les consumimos a las generaciones que vienen. Tenemos que aplicar el criterio noruego. Tiene que dejar un margen que valga la pena. Si es sólo por el valor agregado del trabajo que nos puede dejar, no hay que preocuparse, porque tenemos tan poca desocupación… Tiene que ser un negocio interesante.
—Y el MPP propuso hacer una distribución de un ingreso entre toda la sociedad, como en Islandia. ¿Lo ve viable en Uruguay?
—En la ley de minería hemos puesto un margen con la misma finalidad. Es una renta asegurada. Y claro, eso aminora el margen de las compañías extractoras. A mí me parece interesante lo que hacen los noruegos, que hacen un fondo de capitalización para invertirlo en cuestiones básicas y de futuro, pero a su vez les tiene que dar una rentabilidad, que es la que van distribuyendo sistemáticamente. Lo usan como fuente de capital de inversión.
— ¿Piensa en cambios ministeriales fuertes?, ¿alguna medida que sacuda la modorra?, porque 2013 es un año bisagra…
—Alguna cosa pensamos, pero no lo tengo claro todavía. Sería una imprudencia decírtelo. Es un año bisagra, sí, pero tengo líos a patadas. Tengo un lío con los intendentes para ver dónde va la Universidad (Tecnológica) en el Interior. Tengo que nombrar a la dirección de la universidad. De la Udelar me van a proponer tres candidatos, y cuando elija uno, me hago de dos enemigos.
—Hace un rato planteaba subir un escalón en la discusión sobre la soja, pero hay una serie de resistencias ambientales e ideológicas con relación a la economía extractiva, las dependencias que conlleva y el corto desarrollo generado.
—En algunas de esas críticas hay una buena intención. Pero en muchos casos me parece que hay una inocencia conceptual muy severa, porque para nosotros son bienes de intercambio, en los cuales tenemos ventajas comparativas con respecto al resto del mundo. No tenemos que avergonzarnos de que los chinos tengan el 7 por ciento de la tierra agrícola del mundo, y el veintipico por ciento de la gente para alimentar. A nosotros nos pasa exactamente lo contrario. Entonces es totalmente lógico que produzcamos alimentos para venderles a los chinos. ¿Qué maldad tiene…? Ahora, si lo hacemos de una forma tan burda y elemental que lo único que vendemos es sudor, y no vemos los paradigmas actuales de la agronomía que no teníamos hace diez años… Tenemos que preocuparnos por el ambiente, porque es el capital para el futuro, pero no para sacarnos una foto o tener una postal, sino para que viva el hombre.
—Pero el turismo es también un importante generador de divisas en el país. Y sin ir más lejos usted destacó la importancia de los argentinos que vienen a “lagartear” a Uruguay…
—Sí, sí. Yo creo que dejan mucha plata. Pero no debemos hacer sólo turismo, porque nos viene un lío político como nos vino con Perón, como cuando yo era niño, y quedamos seis años mirando la luna.
—Mencionó como buenos ejemplos a Noruega o Nueva Zelanda por la tecnología aplicada en la producción, pero son también países con fuertes estructuras de control ambiental.
— (Hace una prolongada pausa) Nueva Zelanda tiene 5 millones de habitantes y varias universidades públicas. Y el cuarto rubro de su economía es la venta de servicios en la enseñanza. Los chinos van en barra a estudiar agronomía. Sí, hay una conciencia social muy fuerte en cuanto al ambiente, y muy utilitaria, y muy inteligente. Y mirá que le dan como en bolsa al ambiente. La isla norte está tapada de raigrás. Y eso no tiene nada que ver con las pasturas naturales que tenía, que no nos vengan a vender mitos.
—Uno ve fenómenos como El Tejar, pero pueden ser como los famosos “capitales golondrina”, vienen en cuanto sirva, y después se van y dejan el pozo. Esa es la parte donde la defensa del ambiente deja de ser ingenua…
—En el capitalismo siempre existe especulación. Pero hay marchas y contramarchas. Las propias leyes de la economía te van imponiendo. Ahora es demasiado cara la tierra y la renta de la tierra como para estropearla. La gente no la cuida porque sea poeta. El que tiene la intención de volver a sembrar, ahora se empieza a preocupar. Es cierto, hemos tenido una mentalidad demasiado cortoplacista, pero de ahí las disposiciones que ha tomado el Ministerio de Ganadería para controlar las rotaciones agrícolas. Ahora tenemos el control satelital: agarrás Google, y sin mucha burocracia podés saber quién plantó soja este año. El Estado tiene que intervenir para que se cuide, pero es importante desarrollar una cultura, que es lo que les sobra a los neozelandeses.
—Su discurso en Rio+20 ha batido récords en YouTube, pero cada vez más hay una locura consumista mayor…
—Que la gente intelectualmente le dé la razón a uno no quiere decir que lo siga. Son más fuertes las determinantes sociales. La gente sabe que vive en una vida disparatada con el mundo de cuentas y tarjetas, pero no puede escapar. Esta etapa del capitalismo es el consumismo, y lo necesita porque es lo que permite sostener violentamente la acumulación. El fantasma de los economistas de cualquier laya es no crecer. Yo no creo que la crisis sea de carácter ecológico. Lo ecológico es la consecuencia de la civilización basada en el use y tire. Lo que falla no es la ecología, es la alta política que está rigiendo el mundo. Fíjate: de estos cosos (toma su celular modelo básico) tenés todos los meses uno distinto… Ir contra eso, creo que por mucho tiempo va a ser una batalla perdida. Hasta que desemboquemos en el hartazgo o en el dolor, no sé…
— ¿La bancarización promovida por el Ministerio de Economía, y la explosión de las tarjetas y créditos para el consumo, no van también en esa dirección? El propio Banco República lanzó una tarjeta de débito para adolescentes. ¿No es un contrasentido?
—Hay un problema de matriz cultural. Pero que yo tenga una manera de pensar no quiere decir que… Yo no puedo convencer a los que están alrededor mío. Yo vengo poniendo 150 mil pesos por mes del sueldo mío para el Plan Juntos… ¿creés que tengo a alguien en el gobierno que ponga diez pesos? No. Tuve que poner un letrero en la puerta de mi oficina que dice: “No avergüencen al presidente, paguen lo que corresponde al Frente Amplio”. Es un cartel para obligar a la burocracia de confianza a cotizar con el Frente. Tienen dos casitas y otra en el balneario, y medio Uruguay precisa vivienda, ta. Y yo no les puedo imponer nada. ¿Por qué? Porque la presión de la sociedad en la que vivimos es más fuerte. Una revolución es una cultura. La gente dice que el Pepe tiene razón respecto al consumo, me aplauden, pero no me dan ni pelota (se ríe).
— ¿Pero cómo piensa encaminar la política –que es la herramienta de la que dispone para procesar cambios– en dirección a esos objetivos?
— (Piensa.) Si entendemos que estamos en una etapa en la que hay que ampliar la riqueza de la sociedad para poder avanzar en la multiplicación del conocimiento, vamos a concordar con aquellos que piensan que allí se detiene la historia. Que lo único que hay que hacer es un montón de reformas para ir tirando y hacer de esto lo más equitativo que se pueda. Ese es el punto de concordancia. Y aparecen cosas que son contradictorias. Pero la vida lo es.
—Pero parece que si se quiere dejar contento a todo el mundo será difícil conseguir aquello que planteaba Gramsci de generar hegemonía en torno a dos o tres grandes cambios…
—Creo que hay notoriamente un esquema muy sólido de clases sociales que se ubican políticamente no por la conveniencia táctica sino por una definición de carácter estratégico. Puede haber una montaña de empresarios a los que les va muy bien, pero tienen fidelidad hacia la derecha. Tontos de aquellos que crean lo contrario. Pienso que hay que andar lo mejor que se pueda con ellos, porque necesitamos que trabajen, inviertan y porque me interesa su capacidad contributiva. Pero no los voy a ganar políticamente. Por eso la fuerza política es un frente. Hay compañeros que honradamente piensan otra cosa y de buena fe los acompaño. Yo tengo una visión socialista y soy hipercrítico del capitalismo. Lucho para superarlo, pero no es una solución que esté a la vuelta de la esquina. Saltar de una sociedad atrasada hacia el socialismo fue una fantasía de otra época. No creo tampoco en la dictadura del proletariado, ese es un cuento chino que nos comimos. La construcción del socialismo no puede estar reñida con la libertad. Tengo diferencias con eso, pero de ahí a que me coma la pastilla con el capitalismo, no jodan… {restrict}
— ¿Y no hay más margen para redistribuir desde las ganancias de los empresarios?
—Ah, yo creo que sí. Mirá, el problema es la ansiedad. Hay pueblos de África que sostienen que nunca se mata una vaca lechera para comérsela, porque da más materia noble con el chorrito de leche diario que si te comés la carne. Por eso creo que hay que desarrollar todo lo que se pueda las fuerzas productivas. Por eso está más cerca del socialismo Suecia o Noruega que nosotros. Tampoco quiere decir que por enriquecimiento y desarrollo del conocimiento, en línea recta vas al socialismo. No. Después viene la parte política.
—Hablando de lo político, usted mencionaba trancas en la educación, las hay en la salud, en la reforma del Estado, en la actitud de la oposición. En la práctica, ¿cuánto percibe que se puede lograr de esa lógica que mencionó cuando su asunción en la que unos ponen las tuercas y otros los tornillos?
—El Uruguay que yo conozco en este momento está muy lejos de poder sobrellevar políticas nacionales de largo y mediano plazo, porque la disputa por el poder ha pasado a ser el eje decisivo. Hay una verdadera virulencia. Yo hubiera querido otra cosa. Por eso planteé la presencia de la oposición en muchos lugares. Pero bueno…
— ¿Esa intención fue una apuesta que ya se perdió?
—Sí. Como está la cosa planteada, parece imposible. Tal vez otros que vengan tengan más o menos suerte.
—Dentro de la propia fuerza política de gobierno se percibe también cierta virulencia.
—Hay a veces un poco. Es natural a los intereses políticos que tienen los distintos sectores.
—Juan Castillo dijo hace unos días que al FA le falta información, que en el caso PLUNA no saben qué decirle a la gente…
—Y sí, puede ser que no sepan. Pero las puertas siempre han estado abiertas para hablar. Yo ahora no voy más a buscar a nadie, pero mi casa siempre estuvo abierta. Ahora, si no me ayudan, ¿qué voy a hacer?
— ¿Se siente solo?
—Los presidentes siempre están solos. Por varias razones. No me siento solo cuando camino por la calle. Al contrario, me siento demasiado acompañado. Tanto que me hostigan. La construcción política la entiendo como colectiva y por lo tanto debe haber ámbitos importantes colectivos donde poder discutir de igual a igual. Cuando digo soledad es con respecto a eso, no tengo un comité central para discutir. Tengo sólo el Consejo de Ministros. Por eso soy antireeleccionista. Porque como los presidentes tienen poder, generan un círculo de gente alrededor que no conviene que dure demasiado tiempo.
— ¿Cómo se lleva con esa suerte de ‘pepemanía’ que se desató a nivel internacional?
—Se confunden las ideas. Soy austero, no soy pobre ni defiendo el pobrismo. Lo que defiendo es ir liviano de equipaje, para no tener compromiso con las cosas y tener tiempo de hacer lo que quiero. Yo vivo como pienso, entonces soy raro. Y me sacan por raro, pero tampoco me van a dar mucha pelota.
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EL AFFAIRE PLUNA – “No es un caso Grenno-Cambón”
— ¿Cree que el caso PLUNA va a tener algún impacto político para el Frente Amplio?
—Yo no soy politólogo. Si lo fuera no me hubiera tirado a candidato, porque en realidad ningún politólogo me respaldó. Les gané las elecciones a todos los politólogos.
—Pero usted sabe calibrar si un tema es gordo o no…
—Es un tema secundario para el conjunto de la gente, pero es importante para el debate político. La estrategia de la oposición es el machaque sistemático. Y habrá que pagar algún costo, pero no creo que sea fundamental, porque no hay ninguna inmoralidad. No es un caso Grenno-Cambón. Pueden ser chambonadas de procedimiento, de apresuramiento, de ansiedad, todo lo que se quiera. Al principio achacaban que se le iba a entregar todo a López Mena, y en realidad hubo una reculada de él, porque como buen empresario, sacó los números y llegó a la conclusión de que no le convenía.
—Siempre quiso alquilar los aviones…
—Sí, sí, quería barato. Y sus razones tenía, porque el negocio de ellos es peligrosísimo, cuando uno ve cómo queda el tendal.
— ¿Y usted desde el principio conversó con López Mena para convencerlo de que se presentara a la subasta? Se ha publicado que lo llamó varias veces.
—No, no. Yo estuve enterado siempre de la cosa más general. Me iba para Perú y en el avión me dijeron: hay uno solo. Dije, ta, dura cinco minutos…
— ¿Pero antes de la subasta sabía que López Mena se iba a presentar? ¿O trató de convencerlo de alguna manera?
—No, yo estaba preocupado por que hubiera la mayor cantidad de gente interesada en la subasta. Atendimos a todos los que vinieron.
— ¿Y no hubo siempre una relación desigual entre ese empresario y un gobierno que –como mínimo– pareció ingenuo? El que siempre mantuvo el control de la pelota fue el dueño de Buquebus.
—No creo que sea así. Era el único que tenía plata para poner arriba de la mesa. Esa es la desgracia. Después aparecieron pila para el viru-viru. Creo que para López Mena era un buen negocio por el soporte: el sistema de venta de los pasajes, las relaciones hoteleras, todo ese mundo que tiene armado. López Mena tiene 700 mil camas de hoteles que vende con los servicios, ahí es donde está su ventaja…
—La de tener una posición dominante en el mercado.
—Tiene una posición fuerte. Y las negociaciones son más difíciles, porque en este negocio no hay nadie. El negocio aéreo es difícil. Hay que llevar a certificar cada uno de los aviones para que pueda volar. Cuesta 600 mil dólares de chequeo para cada uno, más el combustible para llevarlo y traerlo. Y eso es sólo un detalle.
— ¿La empresa cooperativa va a poder seguir con los actuales costos, incluso salariales…?
—Sí, esa preocupación la tenemos. Es demasiada gente. Me parece que hay que luchar por recortar un poco esos números. Los trabajadores pueden tener una ventaja, si tienen conciencia de cuidar el bien material. Lo que demostró Mondragón: las viejas cooperativas que resistieron a Mussolini y a Franco. Es que cuando viene la crisis se aprietan, pero salvan la fuente de trabajo. Y cuando mejoran, distribuyen algún peso. Pero para eso se precisa una alta compenetración de la gente que labura. Ahora, te digo una cosa: todos los capitalistas que han manejado líneas aéreas en Uruguay son menos diez. Y capaz que con el sindicato también anda mal. Pero yo prefiero perder 15 o 20 millones con los trabajadores, y bueno, si salió mal, qué joder… Si se saca la cuenta de los clavos que ha tenido el BROU con empresas constituidas…
—Hablando del BROU y el aval que se le otorgó a Cosmo, ¿considera que fue ordenado el proceso?
—Ah, yo no soy bancario, ni estoy en esos detalles chicos. Eso que lo arregle la justicia, si lo quiere arreglar. En eso no me meto…
—Pero un funcionario del BROU declaró que López Mena le había redactado prácticamente el texto del aval…
— (Baja la cabeza, la envuelve con las manos y hace una larga pausa.) Cuando vos tenés un empresario con el que trabajás y le has dado 50 créditos, llega un momento en que arreglás por teléfono, porque hay una relación de confianza. Y si no lo hacés sos un nabo, porque te lo gana otro banco. A veces nos quejamos de abajo porque el crédito viene para los que tienen plata. ¡Sí señor! Viene para los que tienen plata y buena garantía. Estamos en un sistema capitalista.
—Bueno, en este caso, la garantía todavía no apareció…
—Vamos a ver si después de que se pelee no aparece.
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LEY DE MEDIOS – Los viejos canales y el statu quo
—Usted había dicho que en 2012 la ley de medios de comunicación audiovisual iba a ir al Parlamento. El proyecto está anclado en la Presidencia. ¿Se concretará en este gobierno?
—Se va a hacer algo, sí. Pero nos hemos dedicado a otras cosas prioritarias. Por ejemplo, le he dedicado mucho tiempo a cosas como la escollera que hay que hacer en el Cerro para la planta regasificadora. No saben los dolores de cabeza… aunar a la DINAMA, la Intendencia, de dónde se saca la piedra, cómo se financia.
—Pero respecto a la pregunta sobre la ley de medios, no parece un tema menor. Es un área muy sensible, porque entre otras cosas los medios son generadores de cultura.
—Sin duda que son generadores de cultura y son todos una fuente de líos. Si les doy porque les doy y si no les doy porque no les doy…
— ¿Existen presiones de los operadores de televisión?
—Los viejos canales quisieran que todo quedara como está, que no hubiera ningún canal más. Que no los toquen, por favor, porque la torta publicitaria no da para mantener…
—Entonces: ¿va a pasar algo con la regulación de los medios en su gobierno?
—Nosotros estamos obligados a una redistribución de los medios audiovisuales por el advenimiento de la televisión digital. Y eso lo vamos a tener que cumplir. Se intentará que haya plazos y contrapartidas. Puede haber dos posiciones. Una que nos diga por qué no barren y arrancamos de nuevo. Nos quedaríamos con varios conflictos de carácter sindical y judicial. Pero también hay un argumento muy pesado: ¿por qué tres familias han usufructuado por tanto tiempo estos beneficios? Esa contradicción está.
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ESCENARIO POS CHÁVEZ – Dudas razonables
—Yo nunca vi en la historia de América Latina un gobierno más solidario que el de Chávez. No sé si construye el socialismo del siglo XXI. Todo eso puede ser discutible, pero nunca vi un gobierno más solidario. En el gobierno de Tabaré Vázquez nos sacaron las castañas del fuego, perdiendo plata, para salvar un banco. Hay mucho guarango en Uruguay que dice cualquier cosa. Y como Chávez es caribeño y habla mucho le tienen bronca. Chávez hace un latinoamericanismo que busca compartir parte de los recursos de Venezuela con algunos puntos débiles de América Latina.
—En el escenario pos Chávez ¿ve continuidad de ese proceso, o el hombre es insustituible?
—Habría que leer a (Georgi) Plejánov. Es difícil contestar eso. Es una figura de enorme peso entre los más pobres de un país que ha sido víctima de la riqueza que tiene. Cuando yo estaba preso en Punta Carretas, Venezuela tenía un ingreso per cápita similar al de Francia, y uno se pregunta a dónde fue a parar esa plata. Eso ha deformado en parte a la sociedad venezolana, acostumbrada a lo que ha generado la renta petrolera. No tengo respuesta respecto a lo que pueda pasar.
Producción periodística: Ricardo Scagliola
Escrito por: Daniel Erosa/ Rosario Touriño
Extraído de http://www.brecha.com.uy
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