El ex jefe de la campaña de comunicación de Tabaré Vázquez y uno de los principales estrategas del Frente Liber Seregni sigue siendo un cancerbero del equipo económico. Sin embargo, haciendo gala de su pasado marxista, admite la falta de debate ideológico en la izquierda, la pérdida de algunas batallas culturales con la sociedad y el riesgo a un fracaso si no se define un proyecto estratégico. Por otro lado, vierte un concepto hasta ahora no demasiado escuchado entre sus huestes: no sólo hubo un colapso del socialismo real, sino que la situación de Europa es la principal demostración de la crisis de la socialdemocracia, que fue “arrollada por la derecha”.
—¿En qué situación encuentra al proyecto político Frente Amplio?
—Es notorio que después de ocho años es absolutamente necesario analizar críticamente el futuro del proceso político. Si lo vamos a reducir a ganar o no las elecciones, está bien, pero ¿para qué? Yo no voy a interpretar lo que dicen otros. Sólo te voy a decir que el reportaje a (Danilo) Astori (publicado en La República) es la posición del Frente Liber Seregni, porque yo he estado en las discusiones. Ahora, lo que a mí me preocupa es que el debate se circunscriba a chisporroteos, se resuma en medidas de gobierno y, peor todavía, que quede confinado en temas programáticos, porque la batalla por las ideas fue siempre el punto de fuerza en la izquierda. Pero la resignamos a favor de las prácticas de gobierno y del ejercicio del poder. Yo creo que para poder pensar –y nosotros estamos impulsando una serie de actividades– hay que tener una base teórica.
—Ahora, ¿esa base teórica desapareció con la caída del socialismo real?
—No, tuvo un sacudón tremendo. Era una referencia y causó efectos devastadores en algunas visiones. Uno podría decir que la caída del socialismo real era comprensible que afectara al modelo de estatización total. Pero en el resto del mundo, que no vivía en el socialismo real, lo que entró en crisis fue toda una serie de categorías que están en la génesis de la izquierda y los movimientos revolucionarios, y que no tenían que ver con eso. ¿Cuál pareció ser el atajo para ponerse al día?: discutir la relación entre Estado y mercado. Con lo cual se insistía en el peor determinismo economicista sobre las ideas revolucionarias y sobre Marx, que originalmente no tenía. Y se abandonó la consideración de otras relaciones, que son tan importantes como esa: las relaciones con la sociedad civil (en el concepto de Gramsci), las relaciones con la cultura y la hegemonía, y sobre todo un concepto: la visión del ser humano como el punto de referencia de cualquier proyecto revolucionario. La socialdemocracia se quedó cantando victoria, creyendo que había logrado imponerse en la disputa histórica entre la segunda y tercera Internacional. Pero hay que fijarse en Europa. Es la demostración más clara de que la socialdemocracia está en crisis.
—Es una crisis de no respuesta…
—Es una crisis porque la socialdemocracia fue arrollada por el pensamiento de derecha, y por el empobrecimiento de la elaboración de izquierda, que hasta afectó los aspectos morales del capitalismo. La bipolaridad total entre capitalismo y socialismo, irreconciliables –la Guerra Fría, por decirlo de alguna manera–, le daba una dimensión determinada a los temas políticos, ético-políticos e históricos. Todo eso se vino al suelo para el socialismo, pero también para el capitalismo. Entonces fue piedra libre para todo. El fenómeno Berlusconi no sería explicable en la Guerra Fría, sino en el derrumbamiento de todas las tensiones morales, políticas, históricas. Es el paradigma de eso. Hoy, después de todo lo que sabemos en Italia, Berlusconi está a cinco puntos de volver.
—Cuando mencionaba a Gramsci y las batallas culturales que la izquierda no ha dado, si pensamos en la baja de la edad de imputabilidad y su avance incluso entre el electorado del fa, el fracaso de dos plebiscitos para derogar la ley de caducidad, la idea de que se favorece a los “pichis” con los programas sociales, aparecen como dimensiones de una falta de trabajo ideológico.
—Bueno, es muy probable que en algunas de esas batallas haya un repliegue de la izquierda. Pero te diría que hay cosas mucho más profundas. Tomemos los derechos humanos: uno de los resultados más importantes fue introducirlos como un factor decisivo. El gobierno lo hizo más desde el punto de vista institucional y legal que desde el punto de vista cultural o ideológico. Pero tomemos otras cosas. ¿Se puede concebir a la izquierda uruguaya sin su papel en la educación, no sólo en el plano teórico con grandes pensadores, como Jesualdo, Julio Castro, o Maggiolo…? ¿Se puede pensar en la elaboración pedagógica que tuvo la izquierda como parte fundamental de las ciencias sociales comparado con lo que es hoy en el poder? No existe… ¿Qué se discute hoy de la educación? O de los resultados o de las instituciones, y en el medio, se discute de poder. Pero tomemos otro aspecto más medular para la izquierda: el concepto de trabajo. Con la explosión del trabajo en Uruguay –pasamos en la construcción de 50 mil a 80 mil trabajadores– incorporás una masa nueva de trabajadores que te genera una nueva realidad. Pero además si tenés al movimiento sindical que más ha crecido proporcionalmente en el mundo, ¿eso se acompañó de un proceso de elaboración programático, político, cultural? En absoluto.
—Pero esa es una función de la fuerza política, no del gobierno.
—Obvio, obvio. El otro problema que se le critica a la fuerza política es que no sea lo suficientemente propagandística de lo que hace el gobierno. Ese es un error. No es su tarea. Tampoco hacer un programa para los próximos cinco años. Es la lucha por la hegemonía cultural. Es la batalla por lograr que la gente participe en el proceso de cambios. Hay una desproporción entre lo que se ha cambiado en este país y la conciencia colectiva de ese cambio. Además la gente no se siente constructora del cambio, todavía. Después de ocho años, en intención de voto, estamos en un 42 por ciento o 47 por ciento, si el candidato es Tabaré. La próxima etapa de la izquierda con ese mecanismo es un fracaso absoluto, porque se necesita otro protagonismo de la gente. Hay problemas de diseño.
—¿En qué sentido?
—Hubo una visión de que había que priorizar el gobierno. Y es cierto que si hubiéramos fracasado en el gobierno no tendríamos ninguna otra posibilidad, pero también es cierto que en algún momento estábamos obligados a darnos cuenta de que el partido tenía que estar a la altura de los proyectos de los últimos tiempos. Hoy tendríamos que proponer proyectos de otro valor y profundidad de cambio. Cuando uno habla de la batalla por la hegemonía, no puede ser una batalla abstracta, simplemente de los propagandistas.
—Una experiencia de eso puede ser cómo se generó una Universidad enfrentada al poder en su momento, en los sesenta…
—Sí, fue una Universidad con una fuerte tendencia de izquierda. A ver, ¿es proporcional el papel que jugaron la intelectualidad y la Universidad en la creación y desarrollo de la izquierda, con el papel que jugó en el ejercicio del gobierno del fa? No lo es. Pero es parte de una tendencia universal a una fractura entre la intelectualidad y el mundo de la política. ¿Quién pierde más? Yo creo que pierden los dos, porque la política se ha empobrecido enormemente.
—Hay problemas de relación en el llamado “bloque social de los cambios”.
—Y porque también la izquierda aceptó el debate de cuántos impuestos se le cobran…
—Pero hay una tremenda crisis en Europa y en Estados Unidos, y no aparece en la izquierda una lectura crítica. ¿Existe en la izquierda una propuesta superadora del capitalismo? ¿Puede existir o no?
—En la izquierda se habla mucho más de lo que no es el socialismo que de lo que es el socialismo. La inmensa mayoría de la izquierda tiene claro que no hay ninguna perspectiva de que el socialismo vuelva a ser lo que fue. También por aquello de que es más fácil ser augur del pasado. Lo más difícil es ser analista del futuro. Ahora, si no recuperás algunos instrumentos, no vas a construir una alternativa. Denunciar que el capitalismo está en crisis y decir, como leí ahora, que los cien millonarios más ricos del mundo, en medio de la crisis, aumentaron su riqueza en 241.000 millones de dólares, es una descripción. Al capitalismo no lo sustituís con la crítica, sino con otra cosa… Y la otra cosa hay que construirla, y hay que arriesgarse, hay que recuperar las herramientas. Una de las primeras es perder ese miedo reverencial que asumió la izquierda a salir de determinados límites. Discutir la relación entre Estado y mercado es aceptar un límite.
—¿Y a veces la unidad no se puede percibir como un corsé para la discusión ideológica?
—Pero es equivocado. En 1972 las diferencias entre el socialcristianismo, el marxismo-leninismo, la socialdemocracia, el nacionalismo, el batllismo, los independientes, eran abismales. Eran sobre temas filosóficos, de concepción, de modelo, de todo, y sin embargo el fa fue una construcción absolutamente original. Era un proyecto político que además exigía un re-examen interno. Y está bien, no sólo porque te permite construir mayorías, sino para tener claro cuál es el proyecto de país que tenés y el que no vas a tener. Y ahí está la clave: si entre nosotros no podemos discutir, ¿cómo vamos a discutir con la sociedad? ¿Como acuerdo político de cúpulas?
La disputa por los impuestos y otras yerbas
“Al socialismo no se llega acumulando retoques”
—Volviendo a temas más terrenales, hay una discusión sobre si se puede persistir con políticas focalizadas o es necesario universalizar más, para que los sectores medios se sientan más beneficiados.
—En el anuario de la cepal se comparan países. ¿Quiénes fueron los más favorecidos en estos dos gobiernos del fa? Las clases medias. En la apropiación de la riqueza nacional esos sectores –los quintiles 2, 3 y 4– son los que más han ganado. Los ricos perdieron nueve puntos en la apropiación y los pobres pasaron del 2 al 2,8 por ciento. Con una diferencia no pequeña: no es lo mismo el 2 por ciento de 19.000 millones de dólares que el 2,8 de 50.000 millones. De todas maneras, tenés 300 mil personas a quienes les podés hacer políticas focalizadas o generalizadas, pero si no les rompés las barreras que frenan su salto, no lo resolvés. ¿Cómo hago el reparto de la torta? ¿Les duplico las asignaciones familiares? ¿Les triplico una dádiva? No lo podés hacer, porque es contrario a un pensamiento de izquierda. Está bien hacerlo para enfrentar una crisis. En 2004 Uruguay creció 7 por ciento rebotando contra el piso, pero igual siguió creciendo la pobreza y sobre todo la miseria. El Plan de Emergencia era frenar eso, porque el país podía empezar a crecer. ¿Cuál fue la gran derrota ideológico-político-técnica de la derecha? Demostrar que no sólo podías crecer y repartir, sino que el crecimiento estaba basado en el reparto. Cuando en 2009 se para la explosión de las exportaciones, ¿quién soporta el crecimiento? El consumo. Pero no podés conformarte con que 330 mil uruguayos se queden con el 2,8 por ciento… son el lugar de la fractura social, cultural, el lugar de los problemas de convivencia… Hay tres grandes instrumentos para atender a estos sectores. Uno: el trabajo, lo más virtuoso que hay, porque actúa sobre la cultura y la dignidad. Dos: las políticas sociales focalizadas. Tres: el bienestar, la educación, la salud, los derechos.
—Pero se plantea también una trampa con las políticas sociales. Hay muchos trabajadores que ganan 10 mil pesos y prefieren seguir trabajando en negro, porque los beneficios no les compensan…
—Es cierto. Pero vamos a decir una cosa: nunca hubo tanta gente en planilla en Uruguay. Nunca hubo ocho años de aumentos ininterrumpidos de los salarios en Uruguay.
—Pero ¿cuál es la explicación para desindexar los salarios, como lo ha planteado Andrés Masoller, director de la Asesoría Macroeconómica?
—Yo lo que tengo claro es que lo que hay que evitar es que la inflación sea un factor de distorsión de la economía, porque todos sabemos que a los primeros que embroma es a los más pobres.
—¿Pero no es mejor actuar sobre el sistema de fijación de precios, que es lo que hizo Fernando Lorenzo en los acuerdos con las cadenas comerciales?
—Bueno, ahí está. Eso demuestra que no hay un solo instrumento, que se ha sido flexible. La derecha ha querido vender que hay un conjunto de equilibrios que no hay que romper, y los instrumentos para ellos son siempre los mismos.
—¿Y qué piensa de un posible incremento del irae para las facturaciones empresariales más extraordinarias?
—Yo, cuando haya una propuesta… No tengo ningún problema de principios. Yo estoy en contra de dos cosas: de utilizar el mecanismo como una batallita política, y de dar la imagen de que toqueteando cosas resolvés los problemas de fondo.
—¿La medida afectaría las inversiones?
—No creo que afecte las inversiones. Las políticas del toqueteo y de la improvisación lo que afectan es el rumbo general de la economía del país, y por lo tanto el impacto social. Además estás hablando de otros 40 millones de dólares contra 8.600 millones que se recaudaron por la reforma fiscal y de la dgi. Vamos a discutir de cosas serias, de la calidad del gasto, de que simplemente ajustando los mecanismos de cobro este año se recaudaron 150 millones de dólares más, casi cuatro veces más que la recaudación del impuesto a la concentración de los inmuebles rurales (icir). Cuando vos en lugar de establecer estrategias generales, permanentemente tenés toqueteos y talenteos, te impide repensar. ¿El tema del campo no era más lógico pensarlo desde el punto de vista de la renta, dentro de una filosofía? Pero después que te meten esto, te anulan esa posibilidad. Pero además se juega con otra cosa: la confianza en la economía es una cosa fundamental.
Pluna y morir en la plaza pública
“Lo de Brenta se contesta solo”
—El ministro de Trabajo, Eduardo Brenta, centró la responsabilidad del manejo de la crisis de Pluna en el fls. ¿No hubo al menos ingenuidad respecto al socio –Leadgate–, y que fuera una consultora privada como Ficus la que se encargara de la búsqueda del inversor?
—Yo no conozco a Ficus. No me gusta opinar de cosas… Yo lo que digo es que no había nadie, y nadie te va a decir quiénes eran los posibles inversores en 2005. La alternativa era eso, alguien que dijo que iba a poner 15 millones y los puso, o cerrar Pluna. A ver quién la cerraba en 2006, con un gobierno que recién empezaba y una empresa que venía perdiendo hacía 40 años… Está claro que nadie le iba a dar el 8 por ciento de rebaja del combustible a Campiani… Está claro que Pluna o una compañía aérea de esa dimensión no era negocio en ninguna parte y menos en Uruguay, donde no puede hacer un hub…
—¿No lo estaba haciendo?
—No lo va a hacer, porque Argentina no le dio el permiso, ni se lo va a dar. Es comprensible. Su compañía de bandera pierde 2,6 millones de dólares por día, y no tiene otra alternativa. Yo no me voy a poner a discutir lo de Brenta, porque creo que se contesta solo. Es de tal nivel y es tan diferente a la historia de la izquierda y a sus actitudes, que se contesta solo. Yo estoy orgulloso de que mis compañeros hayan enfrentado el problema, como afrontamos el Banco República refundido, el Banco Hipotecario, la Corporación Nacional para el Desarrollo… Cuando algunos dijeron por qué no salimos a decir que no había ningún interesado (en la subasta por Pluna), disculpame: nunca en su vida vendieron un par de patines… Pero me he tomado la tarea de ocuparme de los temas políticos, porque tenemos demasiados compañeros muy valiosos que están “hasta acá” en los temas de gestión. Yo, viejo, me dedico a la política…
—Ahora, hubo muchas desprolijidades…
—Cuando vos tenés un solo interesado estás obligado a vender a ese precio y nada más que a ese precio, porque si no te linchan. Ese no es el precio de un fierro, sino de una oportunidad. Si le bajabas un dólar te linchaban en la plaza pública.
—¿Pero y la forma en que salió el aval?
—Ese es un problema técnico.
De BRECHA (VÍCTOR H ABELANDO)
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