Esta foto tantas veces vista, muestra en toda su crudeza la pinta de una banda que ni siquiera cuentan con uniformes decentes, para no hablar del porte militar y además profanando el Salón de los Pasos Perdidos. Dan vergüenza.
En la madrugada del 27 de junio de hace 50 años, los militares con el apoyo de sectores civiles, económicos y de medios de prensa, dieron el golpe de estado, que instauró una dictadura feroz que duró 12 años. Fue el periodo más dramático de toda nuestra historia y sus heridas siguen abiertas, en particular por los desaparecidos y otras muchas circunstancias.
No es solo un hecho histórico, tiene una gran actualidad porque la democracia reconquistada es un valor fundamental para nuestra república y su pueblo y porque la consigna «Nunca más», no puede ser solo un potente grito de libertad, sino una profunda definición política, institucional y cultural. Los tres pilares de la democracia.
Por ello es necesario volver a dar nuestras opiniones, sabiendo que hay otras muy diferentes sobre las causas del golpe de estado. Este debate es una contribución a alejar toda posibilidad que se repita esa tragedia, que hoy nos parece tan lejana.
La realidad mundial, con las extremas tensiones de la Guerra Fría y el choque de los dos bloques deben ser obligatoriamente considerados. Había poco espacio para las sutilezas, en Chile había un gobierno progresista, Salvador Allende (4 de noviembre de 1970 hasta el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973), jaqueado ferozmente por la derecha y por el gobierno de los Estados Unidos, en Argentina el gobierno, también progresista de Héctor Cámpora (25 de mayo de 1973 – 13 de julio de 1973) preparaba el retorno de Juan Domingo Perón al gobierno y Brasil desde el golpe de estado del 1 de abril de 1964, se había instalado una dictadura, en ese momento encabezada por el general Garrastazu Medici (30 de octubre de 1969 y el 15 de marzo de 1974) considerado el más inteligente de todos los dictadores de ese periodo, nacido en Bagé, hijo de un italiano y una uruguaya.
Estados Unidos estaba presidido por Richard Nixon (20 de enero de 1969 al 9 de agosto de 1974) y su ministro de relaciones exteriores era Henry Kissinger, gran promotor de golpes de estado. Este detalle sobre la situación internacional corresponde a la importancia que esos factores tuvieron en la situación nacional y en su desenlace. Hay suficiente documentación desclasificada del Departamento de Estado.
En particular la notas enviadas por el gobierno brasilero de Medici promoviendo una intervención militar si en las elecciones de 1971 las fuerzas progresistas obtenían un triunfo o tenían una gran crecimiento y en ese sentido se referían tanto al Frente Amplio, nacido recientemente y que obtuvo el 17.50% de los votos como al Movimiento por la Patria de Wilson Ferreira Aldunate que por primera vez en la historia, determinaron que un sector con definiciones progresistas obtuviera una clara mayoría dentro del Partido Nacional, el 25.45% contra el 13.23% de Mario Aguerrondo.
Las elecciones las ganó el Partido Colorado por apenas el 0.77% del total de los votos.
En las fuerzas armadas había una intensa disputa interna, entre sectores claramente golpistas, encabezados por los Tenientes de Artigas, logia fundada por el general Mario Aguerrondo, y diversos sectores que no apoyaban una salida golpista.
La causa principal del golpe fue la crisis económica y social, la inestabilidad política y la decisiva influencia por-golpista de los Estados Unidos en toda la región. Los sectores dominantes del Uruguay querían aplicar un plan de reajuste económico muy duro y para ello necesitaban liquidar la resistencia política y social que era muy importante, en las calles y en el parlamento.
El papel de la guerrilla también hay que considerarlo, hasta la jornada del 14 de abril de 1972 a un mes y medio de haber asumido el nuevo gobierno, se movía en un marco de acciones más de propaganda armada que de choques directos con los aparatos armados y simultáneamente había aparecido un aparato para-militar ilegal que operaba contra el MLN y otras formaciones, secuestrando y asesinando.
Todo cambió el 14 de abril, el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros ejecutó una serie de golpes contra quienes señalaba como integrantes del llamado Escuadrón de la Muerte. El saldo: seis muertos. Por la tarde, las Fuerzas Conjuntas contratacaron con un violento operativo que provocó otros seis muertos. Al día siguiente, el sábado 15 de abril, el Parlamento aprobó la declaración de estado de guerra interno y las Fuerzas Armadas tomaron el control de la lucha contra la guerrilla. En pocos meses destruyeron políticamente y militarmente a los grupos armados.
El 17 de abril fuerzas del ejército y de la policía asesinaron en la Seccional 20ª del Partido Comunista a 8 obreros. Tres días antes habían asaltado el local central del PCU con cientos de personas dentro del local. Era una clara provocación para que el Partido Comunista se sumara a formas de respuesta armada. Tenían un traidor infiltrado en un sector clave de todo el aparato, Álvaro Coirolo.
En ese proceso los sectores golpistas de las FF.AA. con excepción de la Armada, tomaron el control absoluto de la situación desplazando a otros mandos. Las pocas y sucesivas acciones del MLN fortalecieron esa tendencia.
Del golpe participaron directamente, el Presidente de la República electo Juan María Bordaberry, algunos de sus ministros, y los mandos militares al completo, luego del episodio de febrero de 1973 en que la Armada y su comandante el vicealmirante Juan José Zorrilla se enfrentó a los comunicados 4 y 7 del Ejército y la Fuerza Aérea y se movilizó para defender la vigencia de la Constitución. Derrotados, la Armada se sumó al bando golpista.
Atribuirle al MLN la responsabilidad del golpe no resiste el menor análisis, es simplemente un instrumento útil para el debate de todos estos años, pero afirmar que no jugaron ningún papel, es también falso. Sus acciones, desconociendo la realidad política y militar y sin la más mínima posibilidad de acercarse siquiera al poder, favorecieron la preminencia de los peores sectores golpistas a nivel civil y militar.
Pero hay que considerar también otros elementos, como por ejemplo el nivel que había alcanzado en el país la resistencia sindical y social ante la crisis y su impacto en los planes de los enemigos de la democracia.
La resistencia sindical y estudiantil era muy intensa pero dentro de los marcos institucionales y legales, pero eso no implica analizar su impacto en la cada día más feroz lucha política, la irrupción de las FF.AA. como protagonista principal y los peligros existentes para la democracia.
Cabe agregar que el concepto de democracia de aquellos tiempos no se puede asimilar al que actualmente tiene prácticamente toda la izquierda, que logró sus mayores triunfos precisamente en democracia, en Uruguay y en toda la región. Mientras ninguna combinación armada y de movilización social logró antes, ni siquiera acercarse a conquistar un solo gobierno.
El episodio de los comunicados 4 y 7 tratado en tantas oportunidades, en este caso lo voy a mencionar como la posibilidad de avanzar programáticamente en algunos cambios económicos y sociales, con la participación de sectores militares, podía considerarse una justificación de la violación de la Constitución. El famoso peruanismo, que terminó de la peor manera, incluso en Perú. Fue no solo un error táctico, sino una debilidad democrática.
En ese momento los que tuvimos esa visión y contribuimos a debilitar la batalla contra el golpe que se veía venir y desplazar todo hacia acuerdos y tensiones entre los militares que fueron saldados en el pacto de Boizo Lanza. Un grave error.
Eso no implica subestimar que llegado el momento, el movimiento popular uruguayo, la CNT, la FEUU, y a nivel político el Frente Amplio y el Wilsonismo, nos enfrentamos duramente contra el régimen naciente, con una huelga y ocupación de lugares de trabajo que duró 15 días y una enorme manifestación de protesta el 9 de julio de 1973. Una resistencia que no tiene antecedentes en otros países. No todos enfrentaron de la misma manera con la misma energía al golpe.
La mayoría de la población, luego de muchos meses de una campaña feroz en los medios sobre el desorden social, se mantuvo neutral o directamente apoyó el golpe. No hay encuestas, pero era más que evidente.
Se necesitaron 7 años de una terrible dictadura para que el año 1980, el NO (57.2%) derrotara la reforma antidemocrática de la Constitución promovida por los militares y sus aliados civiles que obtuvo el 42.8% de los votos en el plebiscito.
Las organizaciones empresariales, con mayores o menores ardores, directamente se callaron o apoyaron el golpe. Tenían muchas esperanzas de salir de la crisis a costa de un ajuste muy duro pagado por los trabajadores y por lo tanto derrotando y destruyendo a los sindicatos. Sobre estos comportamientos se ha escrito bastante poco.
La última derrota social de la dictadura, fueron las elecciones universitarias del 11 de setiembre de 1973, con voto obligatorio en la Universidad de la República, donde esperaban que de acuerdo a los objetivos de la Ley de Enseñanza los sectores gremiales sufrirían una derrota importante. Perdieron en toda la línea, la FEUU y los gremios docentes ganamos en todas las facultades. El 28 de octubre la dictadura intervino la Universidad.
La dictadura duró 12 años y sus políticas, sus crímenes, sus miles y miles de presos, torturados y los desaparecidos, no solo han dejado fuertes marcas en la sociedad uruguaya, sino que fueron una muy dura lección sobre la importancia de la libertad y la democracia, por encima de todas las diferencias.
Que maravilloso e imposible sería que los diversos sectores se hicieran la pregunta: ¿Qué papel jugamos en el golpe y durante la dictadura y no dejárselo a los historiadores para dentro de un siglo?
- UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias
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