La democracia es sin duda la Constitución y las leyes que rigen en una nación, el pleno respeto de los derechos humanos y de las libertades básicas, a lo cual hay que agregar una institucionalidad y partidos políticos que son imprescindibles para ejercer el supremo derecho de los ciudadanos: elegir, votar libremente. También hay un aspecto cultural-social, el nivel de adhesión, de comprensión y de respeto que las sociedades tienen de los principios democráticos, sus valores y la vigilancia constante por preservarlos y ampliarlos.
Entre las libertades y directamente relacionado con el derecho de la población a estar informada adecuadamente, con pluralidad y con el máximo esfuerzo de los informadores de buscar la verdad material de los hechos, sus contextos hay que agregar el equilibrio y la apertura para que las diversas opiniones políticas, filosóficas, económicas, culturales, estéticas, deportivas y de las más diversas materias puedan circular y ser conocidas por todos.
Lo ideal nunca sucederá, en definitiva queda la elección de cada persona en seleccionar las noticias y las opiniones a las que quiere acceder y conocer. Es notorio que en ello existen obviamente tendencias muy diversas y sobre todo cultura, educación, sensibilidad de parte de los ciudadanos.
La libertad de información, no es solo el resultado de una oferta amplia y plural, sino la capacidad de los ciudadanos a demandar calidad, profundidad, solidez profesional y deplorar con fuerza que los medios de comunicación sean unas pocas voces privilegiadas y una parte interesada del poder y de profesionales de la información con calidad profesional y sensibilidad cultural.
En Uruguay se ha producido un importante retroceso en materia democrática: el descenso abrupto del país, en el informe anual de ‘libertad de prensa’, elaborado por Reporteros sin Fronteras, una prestigiosa organización, que en base a una mirada independiente y a un método riguroso de evaluación, emite anualmente un Reporte sobre la libertad de prensa en 180 países.
Considerando la posición de Uruguay al finalizar los diferentes gobiernos, tenemos el siguiente panorama:
País Año Posición
Uruguay 2004 42
Uruguay 2009 29
Uruguay 2014 26
Uruguay 2019 19
Uruguay 2024 51
Esto implica claramente que durante los tres gobiernos del Frente Amplio 2005 – 2020 la libertad de prensa aumentó de manera constante y muy significativa, pasando del lugar número 42 del último año del gobierno del Partido Colorado, al lugar 19 del último año del gobierno del Frente Amplio, una mejora de 23 posiciones.
Mientras que en solo 5 años, del actual gobierno de Coalición encabezado por el Partido Nacional, el Uruguay se precipitó del puesto 19 al puesto 51, por debajo inclusive del último gobierno colorado, cayó 32 puestos.
No se trata de una casualidad, de un pequeño ajuste, sino de una seria y constante afrenta a la democracia y a la libertad en general. La libertad de prensa está inexorablemente unida a las demás libertades. Y no se le podrá echar la culpa a la pandemia o a la sequía, es totalmente «merito» del gobierno y de algunos medios que son parte de este proceso.
No es tampoco un antojo, la ley de medios que favorece notoriamente a los medios privados, las presiones sistemáticas y comprobadas a los medios o los periodistas y un clima general al que en cierta manera nos hemos acostumbrado, lo que lo hace mucho más grave, ha sido el combustible de este incendio.
La campaña por el referéndum contra la Ley de Urgente Consideración, fue un ejemplo estridente, del tiempo y el espacio dedicado por los mayores medios de comunicación (TV, radios y prensa escrita) a apoyar el SI a la ley del gobierno, tanto a nivel de prensa como a nivel editorial y de publicidad. Todo el peso del estado se apoyó en esos medios de prensa para jugar a favor del NO en el referéndum. No disponemos de un medidor especializado, pero un cálculo de los dos meses previos (mayo y junio) a la votación, muestra una proporción de al menos 4 veces a 1 a favor del NO.
El No triunfó por apenas 29.935 votos (NO 1.108.360 votos y el SI 1.078.425 votos)
La actual campaña electoral, desde las elecciones internas del 30 de junio del 2024, hasta la fecha actual a poco más de un mes de las elecciones nacionales del 27 de octubre del 2024, son una muestra diaria y abrumadora de esa total desproporción, no solo por la desigual cobertura periodística de los diferentes partidos en campaña, sino del aluvión de publicidad del gobierno, de la Presidencia, de los ministerios, los entes del estado, con un claro sesgo oficialista-electoral.
Más allá de que sería interesante conocer de dónde saca la montaña de dinero el candidato colorado Andrés Ojeda, que solo los ciegos no ven su total desproporción a todos los niveles, incluso en medios internacionales a favor de su candidatura, todo el gobierno goza de ventajas inocultables.
En todas las campañas anteriores quedó la sospecha que los precios por la publicidad que pagaban los diferentes partidos, los colorados y los blancos y del otro lado el Frente Amplio eran totalmente diferentes, incluso que los tradicionales en muchos casos no pagaban una parte de sus campañas. A eso se agrega las celadas que realizaron en el año 1999, con el impuesto IRPF impidiendo durante varios días que se emitieran las piezas publicitarias del Frente Amplio sobre ese tema. Y dándole una cobertura periodística totalmente desequilibrada a favor del candidato colorado, Jorge Batlle.
Con todo ese andamiaje desproporcionado y poco democrático, ganamos las elecciones a nivel nacional y en varios departamentos. Y también debemos reconocer que en algunas materias avanzaron, como por ejemplo en el tema de la dictadura y de las violaciones de los derechos humanos. Es demasiado importante la materia para cortar grueso y tosco. No nos quejamos, trabajamos, pensamos, logramos comunicarnos con la ciudadanía. Pero eso no cambia el signo antidemocrático del papel de los grandes medios.
La situación actual forma parte del tradicional panorama electoral y político, pero en este año se ha acrecentado y embrutecido a todos los niveles. Y ese es uno de los registros, el de la parcialidad y el de las presiones y el otorgamiento de privilegios y ganancias especiales a algunos pedidos en momentos críticos y escandalosos que afrontó el país y el gobierno que determinó que caímos del lugar 19 al 51 en solo cinco años en cuanto a la libertad de prensa. Empeorando inclusive el registro del año 2004, donde ocupábamos el lugar 42.
En las sucesivas campañas electorales de la derecha desde hace muchas décadas, siempre se acusó a la izquierda de que atentaríamos contra las libertades y la democracia y resulta que durante 15 años consecutivos, la libertad de prensa y muchos otros derechos democráticos mejoraron notoriamente en el país. La libertad de prensa es el más fácil de medirla, por una organización independiente de periodistas internacionales.
La democracia durante los gobiernos del Frente Amplio, avanzó y lo hizo de manera constante, no fue un saltó circunstancial, fue una idea clara y precisa de la democracia y una práctica permanente. Mientras que los supuestos «liberales» empobrecieron la democracia y la libertad de prensa, de un solo y doloroso salto hacia atrás, muy hacia atrás.
El significado de estos hechos incontrastables, avalados por cifras muy claras, van mucho más allá que una simple adhesión plena a la democracia, tienen directa relación con visiones ideológicas, el Frente Amplio incorporó con mucha fuerza y profundidad, más allá de los discursos rimbombantes y las batallas culturales mutiladas, la idea de la democracia y la libertad como valores fundamentales de su propia identidad.
¿Cambiamos? Si cambiamos, aprendimos y no solo en la lucha de ideas no le regalamos nada a la derecha, sino que en 15 años de gobiernos mostramos la solidez de nuestras posiciones a través de los hechos.
La derecha en solo 5 años de asumir nuevamente el gobierno, nuevamente utilizó la prensa en el peor sentido de la palabra y la prensa se dejó utilizar y se sigue dejando utilizar para empobrecer la democracia. No hablamos de los periodistas, esa es otra realidad que en muchos casos trata de soportar esa desproporción y distorsión, hablamos de los propietarios de los medios. Y esa no puede ser una fatalidad, no se resuelve con medidas administrativas, pero tampoco con el silencio y la resignación. Esa sí que es una batalla cultural central para el país.
Ellos crearon una coraza política e institucional para protegerse, con mucha inteligencia, sensibilidad democrática, creatividad, debemos librar la batalla por una sociedad mucho más democrática, por lo tanto, también con medios adecuados a los altos niveles de libertad de prensa que nos corresponde.
- UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias
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