El 16 de marzo de 2013 murió una mujer en el hospital de Paso de los Toros. Estaba embarazada e iba a tener a su tercer hijo. Una hemorragia complicó el parto y falleció desangrada cuatro horas después. A la mañana siguiente el director del hospital informó que no pudo ser debidamente atendida porque en ese momento la institución carecía de anestesista. Pudo saberse que la ginecóloga que concurrió a pedido del hospital estaba prestando servicio en otra institución. En la semana siguiente ASSE había cesado al director del hospital. El organismo también aludió a la existencia de un “protocolo” por el cual la paciente debió ser “derivada” al hospital de Durazno, distante 70 kilómetros.
Se dijo que pudo ser a Florida (150) o Trinidad (110 kilómetros). Los dos anestesistas adjudicados al hospital no estaban disponibles, uno por enfermedad y otro por “muchas horas de servicio”. Algunos especialistas no llegaban nunca a la ciudad y pocos querían trabajar por ese salario.
Muchos factores confluyeron a la tragedia. UNO. Debió preverse que aquella noche estuvieran de servicio, al menos, un médico, un ginecólogo y un anestesista de guardia. No estaban. DOS. El citado “protocolo” de ASSE es una solución de computadora: trasladar personas graves a cien kilómetros y depender de la “disponibilidad de camas” y de “especialistas” de los hospitales de relevo puede ser una trampa mortal. TRES. El director del hospital confesó que no era la primera vez que faltaban anestesistas y a pesar de ello había autorizado a ausentarse a uno de ellos. CUATRO. En el episodio abundaron las “fallas humanas”, las que fueron muchas, y sorprenden por su falta de profesionalismo.
La suma de todas condujo a la muerte de la mujer. CINCO. Hay médicos que no quieren trabajar por esa plata. Son médicos especialistas que se niegan a ejercer en el interior y no trabajan en hospitales públicos aprovechando que existen pocos titulados. La facultad no cubre los cupos necesarios y un grupo de médicos se beneficia de un monopolio. SEIS. El hecho no ocurrió en la capital, ocurrió en el interior, en un país centralizado y discriminador, donde los pueblos desaparecen por la emigración y la falta de empleo.
Y las mayores tasas de suicidios. A donde los médicos no quieren ir. Tal vez no hubiera ocurrido en Montevideo, sede del gobierno nacional, las cámaras legislativas, las facultades y los grandes hospitales. Habría que ver también con ese prisma el caso de la mujer de marzo. Paso de los Toros está a 250 kilómetros de Montevideo, por la ruta 5, y tiene 13.000 habitantes. Es una ciudad congelada en el tiempo. Tenía 11.294 personas en 1963 y llegó a 13.032 en 1975, cuando empezó la dictadura. Bajó a 13.026 en 1985 y volvió a bajar a 12.985, en 2011.
Esa ciudad hizo conocer al país por el invento de su agua tónica, cuya planta fue adquirida por una multinacional que luego cerró la fábrica. Su población fue sacrificada por el país y por decisión del gobierno cuando en 1959 fue condenada a ser evacuada hasta el último hombre para salvar una represa. Fue sepultada por dos y tres metros de agua y fango, pero sus habitantes volvieron, la levantaron y volvieron a criar a sus hijos en ella, sin recibir indemnización alguna. Esa ciudad fue el más importante nudo ferroviario que tuvo el país. Sus maquinistas condujeron trenes para comunicar a Montevideo con Rivera por un lado y con Salto y Paysandú por el otro.
Hasta que un día un gobierno -desde Montevideo- decidió que los rieles eran un atraso, cerró las estaciones y cerró el futuro a 300 familias, además de desconectar de un solo golpe a decenas de pueblos que desaparecieron de las comunicaciones y los mapas. Sus pobladores levantaron la primera central hidroeléctrica del país en Rincón del Bonete, con 400 obreros que día a día viajaron a la represa, junto a la cual nació una villa de 200 obreros. El personal de guardia que hoy va quedando son 100 personas. Y del viejo Rincón quedó un pueblo fantasma de 54 habitantes, cuyas viviendas fueron cubiertas por el pasto y el abandono. Esta ciudad tuvo una Junta Local Autónoma, pero ya no es Autónoma. La ley de Alcaldías le otorgó un alcalde electivo que no tiene siquiera el manejo del dinero que se recauda en el propio pueblo.
Debe soportar que el intendente le nombre supervisores y le administre las finanzas. Es una ciudad desangrada, como la mujer de marzo. Una ciudad condenada a la impotencia, a la humillación, al ninguneo y a la falta de horizontes. En unos días, seguramente la prensa montevideana olvide el tema. Para muchos, el interés en abrir la boca es sacar réditos políticos. Probablemente seguirán faltando anestesistas y ginecólogos y las ambulancias recorrerán hospitales de otras ciudades buscando “camas”. ¿Por qué murió aquella mujer?
De diariolarepublica.net
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