Héctor Rodríguez fue y sigue siendo uno de los referentes ineludibles del movimiento sindical y la izquierda uruguaya. Obrero textil, tejedor, militó en el movimiento sindical textil desde un primer momento. Fue militante del Partido Comunista y electo diputado por ese sector en 1946. Hacia 1955 participó activamente del proceso de creación del Congreso Obrero Textil (COT). Fue fundador de la CNT y uno de los principales líderes de la unificación del movimiento sindical uruguayo. Su militancia política continuó a través de los Grupos de Acción Unificadora (GAU), de la Izquierda Democrática Independiente (IDI). Más tarde fue fundador de la Vertiente Artiguista. Fue uno de los fundadores del Frente Amplio. Fue además periodista de los diarios Hechos y Época y de los semanarios Marcha y Brecha. En 1973 fue detenido y estuvo nueve años preso en la cárcel de Punta Carretas y luego en el Penal de Libertad. Fallece en octubre de 1996. Este testimonio que publica La ONDA digital, sobre el Golpe de Estado, la Huelga General y la cárcel a la que fue sometido, integra un material más extenso gravado por periodistas de esta casa para la TV. Por estos días se cumplen 40 años de aquellos dramáticos hechos de los que Héctor Rodríguez testigo y protagonista relevante.
– ¿Se puede decir que llegó un momento que se condensó experiencia, historia y situación política, en la formación de la CNT?
– Hubo mucha experiencia conjunta de compañeros de distintas ideologías y nos establecimos un criterio: el movimiento sindical es eficaz si está unido, si no está unido no sirve. Y es eficaz si responde a lo que la totalidad de sus componentes aspira, no a las decisiones voluntaristas de sus dirigentes. Y creo que eso nos ayudó mucho.
– Un poco más adelante, pero a partir de esas definiciones es que surgen los planteos en defensa de la constitución y un “posible golpe de Estado”.
– Sí, en el gremio textil no tengo dudas que primó ampliamente, a punto tal de que cuando Argentina implanta una dictadura militar, Brasil – poco tiempo después – da un golpe de estado y los dictadores de aquel entonces en Argentina y Brasil, no tenían empacho en decir que estaban promoviendo la liquidación de la democracia uruguaya. Y nuestros sindicatos empezaron a promover paros de 24 horas contra la dictadura y a nosotros nos parecía una cosa que rayaba en lo ridículo. Un paro de 24 horas no detiene ninguna dictadura. Entonces hicimos una propuesta que se discutió en todas las fábricas textiles de que si había dictadura o alguna situación política equivalente, es decir, un quiebre de la institucionalidad, había que lanzar una huelga general por tiempo indeterminado con todas las precauciones que le permitieran durar tanto como fuera posible y tratar de que los órganos parlamentarios contribuyeran al restablecimiento de la institucionalidad. Esto lo hicimos en el año 64. Y, a partir de entonces, surgió para nosotros una cosa que nos sorprendió mucho y es la cantidad de vínculos con militares constitucionalistas que empezaron a establecerse.
– ¿A raíz de esa posición tomó estado público?
– De esa declaración que se hizo pública. Luego esos vínculos se fueron desarrollando y estoy en condiciones de decir que en el año 69, si la Asamblea General Legislativa hubiera tenido coraje cívico y hubiera declarado que Pacheco Areco – al militarizar civiles que nunca habían sido enrolados – violaba la Constitución, las FF.AA. del Uruguay todo, marina y ejército, lo hubieran puesto en un avión y hubieran colocado al Dr. Abdala en la presidencia de la República. Porque no eran golpistas, eran constitucionalistas. Pero la Asamblea General guardó silencio y por eso digo que le faltó coraje cívico. La Asamblea General derogó la norma y al presidente Pacheco Areco lo restableció. Y no pasó nada.
– ¿O sea que el parlamento no actuó?
– El parlamento, en ese momento, no cumplió con sus obligaciones de contralor de la legalidad y la constitucionalidad.
– Entonces en el movimiento obrero, en la CNT de la época se estaban procesando no solamente procesos sindicales, reivindicativos, sino también institucionales. Respaldo a la civilidad, a la democracia.
– Sí. A la vigencia de la Constitución y a la vigencia de los derechos democráticos.
– Ese mismo razonamiento político-social de los trabajadores uruguayos fue lo que dio lugar al enfrentamiento – por la vía de la huelga general – cuando en el 73 se da el golpe.
– Sí. Yo creo que durante 9 años la idea fue madurando de tal manera, que el día que se produjo el Golpe – yo creo que – nadie esperó comunicación de que había que lanzar la huelga. Nadie esperó la comunicación. Algunos recibieron una comunicación equivocada, por ejemplo, 24 horas y después vemos. No. Era Huelga General por tiempo indeterminado desde el primer día. Y creo que el Partido Comunista expulsó a un dirigente que – en el gremio del transporte – no hizo la preparación adecuada para su gremio. Porque era una de las cosas que se habían acordado. Porque una huelga general no son las dos palabras y la proclama, necesita un plan de desarrollo para que no la contragolpeen y la liquiden. Pero un dirigente del transporte no trasmitió nada de todo esto a su gremio.
De lo que se había quedado era que el gremio del transporte tenía que empezar la huelga general 12 horas después que los demás. Parecía que todo iba normal porque estaban trabajando, pero la sensibilidad de la gente era muy grande. Pero vieron entrar a grupos del ejército en la Federación del Transporte, en la calle Luis Alberto de Herrera, corrieron la bola y el gremio paró. Y era una equivocación, no había que dejarse provocar. Había que hacerlo 12 horas después. Eso era lo planeado. Pero este secretario de la Federación de aquel entonces al no haber informado correctamente a su gremio la cosa se dio así. Después se armaron confusiones de todo tipo, porque cuando hubo gente que conocía la decisión y quiso restablecer el servicio antes de las seis de la tarde, les empezaron a gritar “carneros” y no se cuantos disparates más y, entonces, la gente siguió en huelga y no quiso volver al trabajo.
– ¿Usted le atribuye a esos problemas el hecho de que la huelga no fuera triunfante, que no derrotara a la dictadura?
– No, no.
-¿Por qué la huelga no derrotó a la dictadura?
– La huelga no derrotó a la dictadura, pero la dejó muy mal parada. De eso no tengo dudas. Las medidas que tenían que ver con el transporte, que no se hicieron, pudieron haber hecho durar mucho más tiempo la huelga. Porque una de las cosas que se habían acordado era que los coches del transporte no se guardaban en los lugares habituales, lo cual bajo un régimen constitucional no se puede hacer. Pero contra una dictadura, cualquier cosa es válida, porque o restablecemos la ley para todos o no hay ley para nadie. Si es la violencia contra el pueblo, el pueblo tiene derecho a ejercer – aunque sea – ese mínimo de violencia.
La idea era que los coches se dispersaran y que esa organización tenía que tener previsto en qué lugares. Cuando se empezaron a guardar los coches, compañeros que – por supuesto – sabían que iba a quedar aquello así – los militares estaban preparando gente para manejar ómnibus y troley, que en ese tiempo existían, también propusieron hacer algunas cosas que eran posibles. Por ejemplo: sacarle un rotor a algún distribuidor, meterlo en una bolsita de nylon y fondearlo en el tanque de combustible y que vinieran a ponerlo en marcha… O sacarle las válvulas a las cubiertas, que eran chiquitas. Pero fue una iniciativa de algunos de los trabajadores. No se permitió eso y bueno, cuando los militares pudieron disponer de las unidades de transporte, la huelga comenzó a resentirse considerablemente. Pero aguantó. Creo que en la historia del movimiento sindical internacional – 15 días de huelga general, con la intensidad que tuvo aquella, la nuestra – nunca se había dado. Y no por un objetivo económico, sino por un objetivo político. El restablecimiento de las libertades públicas.
– Pero con las perspectivas de hoy qué opinión le merecen las causas del golpe.
– Me pareció tremendo que en abril del 72 ocurriera lo que ocurrió y la Ley de Seguridad del Estado se votara no contra los Tupamaros. La verdad es que a fines del 72, si uno lee el libro de las fuerzas armadas, la guerrilla estaba derrotada y la Ley de Seguridad del Estado fue más dura con todos los que no habían estado en la guerrilla – o tan dura – como con los de la guerrilla.
– Pero las Fuerzas Armadas, los sectores que dieron el golpe el 27 de junio del 73, e incluso en la etapa actual, sectores civiles, argumentan que los motivos del golpe fueron que la izquierda tenía una doble vertiente de expresión política y de guerrilla.
– Yo creo que el que diga eso se olvida de los hechos. Porque si en el primer libro editado por las fuerzas armadas declaran que la guerrilla ya estaba totalmente derrotada, creo que a esa altura – octubre o noviembre del 72 – ¿qué sentido tenía el golpe en junio del 73, seis meses después? No, las fuerzas armadas empiezan a tomar posiciones políticas. Evidentemente, la relación entre constitucionalistas y golpistas, que yo le digo que en el 69 permitía sustituir a Pacheco por Abdala sin dar un golpe, en el 73 ya no. En el 73 alguna gente tenía la convicción de que un gobierno fuertemente autoritario arreglaba el país… Y creo que algunos tenían honestamente esa convicción, por ejemplo, creo que esa era la convicción del Gral. Cristi y también del Gral. Óscar Mario Aguerrondo.
– Usted me está hablando de gente del ejército que han sido definidas como de derecha y participaron del Golpe.
– De extrema derecha y – sin duda – los inspiradores del golpe y los que luego generaron las condiciones para que este golpe se diera. Pero el Gral. Cristi nunca fue un arribista. El Gral. Cristi fue siempre el jefe de la División de Ejército I y nunca aspiró a otra cosa. Pero alguna de la gente que lo acompañó en el golpe – como el Gral. Álvarez o el Gral. Ballestrino. Tenían otros objetivos. La gente que cree que el autoritarismo puede dar algo siempre se equivoca. Hitler, también terminó con la desocupación en Alemania, a fuerza de fabricar armamentos y construir carreteras para generar vías de invasión a otros países. ¡Pero duró 12 años! El milenio hitleriano se redujo a 12 años y luego fue aplastado.
– Usted fue de los tantos uruguayos que al venir la dictadura fue a dar a las cárceles, sin pertenecer a la guerrilla, como dice usted.
– Exacto.
– ¿Cuántos años estuvo preso?
– En la cárcel estuve – exactamente – 9 años y 29 días. Tenía pena de 9, pero la moda era una yapa y me dieron 29 días. Por lo menos fue una yapa corta. Salí seis días antes de las internas del 82. No le debo nada a nadie. Cumplí mi pena.
– ¿En qué cárceles estuvo?
– Estuve hasta el 79 – desde octubre del 73, en que me pelotearon por distintos lugares de tortura durante 50 días – hasta 20 días después de la revolución sandinista, que llegué a enterarme – en la “3ª Especial de Punta Carretas”. Y de ahí nos trasladaron a Libertad – a casi todos los que estábamos en Punta Carretas – menos a un grupo de militares constitucionalistas que siguió hasta el fin allí, una parte en Jefatura y otra parte en Punta Carretas.
– ¿Lo torturaron entonces?
– Sí, claro, durante 50 días sufrí torturas.
– ¿En cuarteles?
– No, en la Jefatura de Policía de Montevideo, en la Dirección General de Inteligencia.
– ¿Tuvo miedo, Héctor?
– Y, como decirle…, tenía miedo de que la tortura me pudiese ablandar y decirles algo que le sirviera a la represión. Ese fue el único miedo que tuve. Y también tuve miedo de que me pegaran algún golpe en la cabeza que me dejara inútil para el resto de la vida. Traté de evitar eso y, lo demás, era cuestión de aguantar, aguantar.
– Por esos días ¿usted tenía perspectivas de que la dictadura iba a caer, que ustedes iban a salir?
– Sí. Esa convicción la tuve siempre.
– ¿Eso fue una amarra en la cárcel para mantenerse?
– Claro. Esa convicción la tuve siempre e hice lo posible por fomentarla. Punta Carretas, en verdad, era una cárcel de presos comunes y nosotros teníamos la mitad de un piso. Porque llegamos a la “3ª Especial” y, por supuesto, estábamos separados de los presos comunes y hacíamos recreo en los corredores, entre muros, mientras que los presos comunes tenían canchas de futbol y todo ese tipo de cosas y bueno, estaba bien que fuese así. Pero tratábamos de ser solidarios con ellos, en la medida en que podíamos ayudarlos materialmente en alguna cosa. Porque también supimos que hubo un momento en que un ministro quiso sobornar a un pistolero para que hiciera una matanza de tupamaros, antes de que yo cayera preso. Y este pistolero consultó y recibió como respuesta un piñazo que casi lo hace caer desde el tercer piso para abajo. Solidaridad de un preso común con los presos políticos…
– En la cárcel de Libertad, ¿las cosas eran más duras?
– Por supuesto. En Libertad estábamos solamente los presos políticos, el sistema de controles en Libertad era sumamente duro, uno podía reunirse con otra persona nada más que caminando por una cancha de futbol, de basquetbol. Había cuatro canchas y había dos alas y cuatro pisos. Salía de mañana 1°, 2° y 3° y cada medio piso salía a una cancha distinta, así que uno podía verse con los de su piso y nada más.
– ¿Dónde se entera que habían matado a su compañero frenteamplista Zelmar Michelini?
– En Punta Carretas e hicimos un acto de homenaje.
– ¿Lo escucharon en la radio?
– Sí, nos enteramos porque en Punta Carretas las radios de onda larga estaban permitidas. Pero algunas se habían transformado en radios de onda corta y quizás, por milagro, escuchábamos todas las radios del mundo. Pasábamos información sobre Uruguay a las personas que nos visitaban, porque en Punta Carretas teníamos más información que quienes nos visitaban.
Extraído de LA ONDA® DIGITAL
(*) Héctor Rodríguez, sindicalista y político uruguayo, nació en Tacuarembó el 14 de agosto de 1918 y falleció en Montevideo el 20 de octubre de 1966.
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