Vivimos en una sociedad de consumo, que nos lleva a diario a adquirir “cosas” materiales, a necesitar objetos nuevos y desechar rápidamente los usados…o semi-usados. Tanto es así que día a día nuestra basura crece y generamos una gran cantidad de residuos, cuya eliminación correcta se ha transformado en uno de los mayores problemas que enfrentan las grandes ciudades, y sus gobiernos de turno.
En contra partida a esta situación, o quizás como una de sus tantas consecuencias, hay personas que acumulan objetos en desuso, que no se desprenden de la basura diaria y que salen a buscar residuos fuera de sus hogares, construyendo poco a poco una muralla de desechos que los van alejando de los vínculos sociales, afectivos, familiares. Se van consolidando así el abandono y la autoexclusión, propios del Síndrome de Diógenes. Recientemente una investigación contabilizó cuántos uruguayos lo padecen y sus características.
Las viviendas de las personas afectadas por este trastorno psicológico se convierten en verdaderos basurales domésticos. Cuando ya no va quedando lugar en las habitaciones la basura, que siempre es acumulada por estas personas desde adentro hacia afuera, avanza sobre el espacio público, invadiendo muchas veces espacios ajenos; el de los vecinos, que empiezan a padecer consecuencias para la salud y la calidad de vida, que se ven perjudicadas por el foco infeccioso e insalubre con el que sin quererlo empiezan a convivir.
Cuando el dormitorio ya no es dormitorio y el baño no se utiliza como tal sino que también está cubierto de desechos, nos damos cuenta de que han pasado años de acumulación, años de soledad y de un paulatino deterioro físico y mental. Esto se acentúa, porque en muchos de los casos el Síndrome de Diógenes va acompañado del Síndrome de Noé, que es la acumulación indiscriminada de animales; por lo general domésticos, gatos y perros con quienes conviven entre parásitos y enfermedades virales.
Investigación. Días atrás se presentó en Montevideo un estudio sobre este fenómeno social. El trabajo que se titula “Síndrome de Diógenes. Impactos en el sujeto, la comunidad y los abordajes estatales” se realizó a instancias de la Defensoría del Vecino y estuvo a cargo del Licenciado en Psicología Nicolás Botinelli. La oficina resolvió enfocar el tema por la frecuencia con que llegaban denuncias de casos, explicó la responsable en el área de Promoción y Educación en Derechos Ciudadanos de la Defensoría, Rosana De Boni.
El síndrome de Diógenes, es un «síndrome psico social complejo con impactos en la persona, en la sociedad o en la familia. Genera que la persona tenga una acumulación compulsiva de objetos, que el resto ve como basura unido a una auto negligencia que lo lleva a dejar de cuidar su salud, así como provoca un aislamiento social progresivo» explicó Botinelli en la presentación. La atención a la persona que sufre la patología “es el talón de Aquiles” del abordaje, agregó. “Hay una zona de indiscriminación del sujeto con los objetos”, amplió sobre las características de la enfermedad, lo que según explica el especialista, genera un desgarro cuando es privado de los mismos. Apuntó, además, que quienes pasan por esa situación no viven su compulsión a acumular objetos como un problema. Por eso no sienten necesidad de consultar y, entonces, es difícil la detección temprana
Entre los datos cuantitativos se ha detectado que esta enfermedad afecta por lo general a personas mayores de 60 años, de diferentes estratos sociales y en muchos casos con formación universitaria, y un buen nivel socio-cultural y económico.
De acuerdo a los especialistas a la hora de intervenir, lo más difícil es que los protagonistas de este trastorno no perciben que su conducta está afectando a la comunidad, no tienen conciencia alguno de la enfermedad que los afecta y tampoco advierten el daño y los riesgos que se provocan a sí mismos.
“El cuadro va propiciando el rompimiento de las redes y el aislamiento social. Asimismo, se pueden ver afectadas también las redes sociales de los vecinos, ya que las condiciones de higiene se deterioran más allá de las viviendas de quien padece el síndrome” asegura Botinelli.
Intervención. Para darle una salida a la situación, debe funcionar un espacio de coordinación entre varios actores e instituciones; un familiar o vecino que denuncia, el Poder Judicial y la Policía que se ocupa del operativo de abordaje y desalojo, la Dirección de Salud y de Salubridad e Higiene de la Intendencia, personal del MIDES, Salud Publica y en algunos casos hasta Bomberos para la limpieza y fumigación de las viviendas y el tratamiento de la persona.
Si bien se encuentra estandarizado el proceso de tratamiento, que en los casos investigados se derivó a la persona al Hospital Vilardebó o a la Colonia Etchepare; hay una carencia en el después del tratamiento.
«Después del alta, el seguimiento post alta no está protocolizado ni organizado. No quiere decir que no exista, pero no hay una política para trabajar en este sentido», dijo el experto. Además, puntualizó que la forma de intervenir no va en la línea del espíritu de la atención a la salud mental que se está implementando. “Se está llegando tarde, desfasado y fuera del foco de los programas de salud mental”, agregó el especialista.
De todas formas, comentó que hay excepciones como el servicio de internación domiciliaria del Hospital Vilardebó, donde el seguimiento de los pacientes, permitió observar que la persona se integró al sistema de salud y comenzó a concurrir a las policlínicas, luego de la internación, para un control de su enfermedad.
EL DATO. – El primer caso detectado con características de acumulación compulsiva de residuos fue en el año 1979, en la zona de Tres Cruces de la ciudad de Montevideo que a raíz de denuncias de vecinos por un terrible olor nauseabundo desde una vivienda en la que pensaban se encontraba alguien fallecido se da intervención a Salubridad Pública. – – – Solo hace 7 años se comenzó a visualizar desde las instituciones y la comunidad este fenómeno como una enfermedad, tratándolo como tal.
– El informe detectó 44 casos bajo denuncias e intervención entre enero y mayo de 2012, entre los que como puntos en común se encontró que en sus protagonistas la enfermedad se despuntaba por la pérdida de un familiar cercano o el inicio de la vida como jubilado.
Bettina Silva Carneiro (bettinasilva13@hotmail.com)
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