LA PROXIMA ELECCION: Más que personas, rumbos / Por Daniel Chasquetti (*)

En el presente año los uruguayos concurriremos a las urnas para elegir a un nuevo Presidente y a quienes nos representarán en el Parlamento Nacional. El proceso se inició en junio con la realización de las elecciones primarias o internas, donde el electorado de cada partido resolvió quién es el candidato presidencial de su colectividad y cómo quedaron integrados los órganos de conducción partidaria a nivel nacional y departamental. En octubre se realiza la primera vuelta presidencial y la elección legislativa. Más tarde, la segunda vuelta presidencial o balotaje, para el caso de que ningún candidato consiga la mayoría absoluta de los votos en la primera ronda. Finalmente, en mayo del año que viene se realizarán las elecciones departamentales donde elegiremos Intendentes y Alcaldes. Muchos observadores consideran que el proceso electoral es extremadamente largo, reiterativo y hasta tedioso, dada la acumulación de jingles, actos públicos y movilizaciones.

Esto puede ser cierto, dada la proximidad en el tiempo de las cuatro elecciones (once meses) y la centralidad que adquieren en nuestra sociedad. Sin embargo, desde el punto de vista sustantivo, los críticos se equivocan porque pierden de vista un hecho indiscutible: las elecciones son importantes porque allí se adopta el rumbo que seguirá el país en los próximos cinco años. En otras palabras, cuando votamos no solo elegimos personas para ocuparse en nuestro nombre de los asuntos públicos del país, sino que también escogemos entre orientaciones propuestas por los partidos políticos.

Por ejemplo, en 1985, los uruguayos no solo elegimos a Sanguinetti, también escogimos un tipo de transición a la democracia (el cambio en paz); en 1989, no solo elegimos a Lacalle, también escogimos por un conjunto de reformas a la economía que sobreviven hasta el día de hoy; en 2005, no solo elegimos a Tabaré Vázquez, también escogimos una orientación concreta en materia económica, de políticas sociales, relaciones laborales, derechos para las minorías, etc. Y así sucesivamente. Cada elección expresó un rumbo para la economía, la sociedad y el Estado. Una concreta forma de construcción de nuestro futuro.

La oferta de los partidos de la próxima elección no incluirá opciones antagónicas y extremas. La campaña estará centrada en qué tipo de políticas públicas necesita el país para áreas estratégicas como la educación, la seguridad, la salud o la generación de energía. Pese a que la publicidad electoral nos parecerá muy similar, los uruguayos deberemos decidir nuestro voto aguzando el oído y prestando atención a los discursos. En última instancia, parecido no es lo mismo, y si se analiza detenidamente cada partido plantea una alternativa diferente para el futuro inmediato del país. Varios expertos en la democracia insisten en que la elección nacional es el factor supremo para conocer la salud de un régimen político.

En algunos países existen fuertes restricciones para la competencia política o para ejercer libremente el voto. Se prohíben partidos, se proscriben candidatos, se censura a los medios de comunicación, etc. En otros países, una parte importante del electorado no participa de los comicios porque no pagan sus impuestos, porque no están inscriptos o porque simplemente no les interesa. Unos y otros, son regímenes políticos defectuosos. Uruguay en cambio cuenta con una democracia ejemplar donde ninguno de esos fenómenos sucede. Existe la más amplia libertad para la competencia y garantías centenarias para el sufragio.

Los rankings internacionales dedicados a evaluar la calidad de la democracia así lo reconocen y celebran. La fortaleza de esta democracia uruguaya está fundada desde luego en sus partidos políticos e instituciones (entendidas como reglas de juego), pero también en la existencia de una ciudadanía activa, exigente e inteligente. Uruguay está lejos de aquellos tiempos donde el voto se intercambiaba por favores políticos (jubilación, teléfono, cargo público) o directamente por dinero o especies. Nuestra política se ha vuelto programática a partir de la transición de 1985 abandonando definitivamente el clientelismo y el patronazgo como método de captación de votos.

Desde entonces, cada elección ha expresado una orientación concreta resuelta por la mayoría de los votantes. Este año, una vez más, la ciudadanía uruguaya está llamada a elegir autoridades y particularmente, a adoptar rumbos. Confiamos en que la voz del pueblo sabrá expresarse y que cada voto será el resultado de una reflexión mesurada e inteligente de los ciudadanos. Si esto es así, podremos estar orgullosos de la comunidad política que hemos construido.

(*) Doctor en Ciencias Políticas, Profesor e Investigador del Dpto. de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la UDELAR.

De Caminante Nº9

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*