Michel Foucault toma la idea de «El Panóptico» de Jeremias Bentham (1748-1832) un teórico inglés del siglo XIX, éste declara que: “Si se hallara el medio de hacerse dueño de cuanto puede alcanzar a un cierto número de hombres, de disponer de todo lo que les rodea, de modo que obrara en ellos la impresión que se quisiese producir, de asegurarse de sus acciones, de sus lesiones y de todas las circunstancias de su vida, sin que cosa alguna pudiese entorpecer ni contrariar el efecto deseado, no puede dudarse que un medio de esta especie sería el instrumento más energético y más útil que los gobiernos pudieran aplicar a diferentes objetos de la más grande importancia”[1] (Panóptico, 1979: 33)
La idea del Panóptico consiste en una torre puesta en el centro de una Unidad Carcelaria, y esa Unidad está construída alrededor. Desde la torre, un vigilante puede ver todo alrededor pero no ser visto. El que ve cosifica al otro, hace del otro un objeto visto pero no un ser humano, es una cosa a vigilar, a controlar. Es una idea clásica del siglo XIX que fácilmente se conecta con la novela 1984 de Orwell y con todos los «Gran Hermano» y los sevicios de inteligencia modernos.
Esta relación que el Poder establece, el detenido o el confinado en el manicomio es una relación de exclusión. Escribe Foucault: “De ahí el efecto mayor del Panóptico: inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Hacer que la vigilancia sea permanente en sus efectos, incluso si es discontinua en su acción. Que la perfección del poder tienda a volver inútil la actualidad de su ejercicio; que este aparato arquitectónico sea la máquina de crear y de sostener una relación de poder independiente de aquel que lo ejerce; en suma, que los detenidos se hallen insertos en una situación de poder de la que ellos mismos son los portadores.
Para esto, es a la vez demasiado y demasiado poco que el preso sea sin cesar observado por un vigilante: demasiado poco, porque lo esencial es que se sepa vigilado; demasiado, porque no tiene necesidad de serlo efectivamente. Para ello, Bentham ha sentado el principio de que el poder debía ser visible e inverificable: el detenido no debe saber jamás si en aquel momento se lo mira, pero debe estar seguro de que siempre puede ser mirado. Bentham, para hacer imposible decidir si el vigilante está presente o ausente, para que los presos, desde sus celdas, no puedan siquiera percibir una sombra o captar un reflejo, previó la colocación no sólo de unas persianas en las ventanas de la sala central de vigilancia, sino de unos tabiques en el interior que le cortan en ángulo recto, y para pasar de un pabellón a otro, en vez de puertas, unos pasos en zigzag; porque el menor golpeo de un batiente, una luz entrevista, un resplandor en una rendija traicionarían la presencia del guardián”[2]. (Vigilar y Castigar, 2012: 233)
El traductor no puede estar ajeno a la estructura del Poder, considerando que quienes le contratan son los que le determinan las pautas y los que le pagan su salario. Indudablemente, el traductor se verá condicionado en mayor o menor medida a adaptarse a su cliente. También el autor del texto original no escapa a todas las determinantes del mundo en el que vive porque no escribe en un batiscafo, no está aislado del entorno en el que se ha educado y realizado su obra. El traductor es un instrumento para transmitir la ideología del Poder.
Tres grandes golpes asestaron a la humanidad, el descubrimiento de Copérnico de que la Tierra no es el centro del Universo sino que gira alrededor del sol. La teoría de la evolución de Darwin, con la evolución de las especies, puso al hombre como un descendiente del mono. El psicoanálisis y el tema del inconsciente le muestran al hombre que no es dueño absoluto de su propio ser. Podemos parafrasear esto, y decir que el Traductor tendrá asestado muchos golpes que le dejarán malherido, porque no podrá desprenderse ni de su inconsciente, ni de su subjetividad ni de las influencias del Poder.
Está inserto en una estructura y tiene que lidiar con la Verdad que le impondrá el sistema a través de los medios de comunicación que tienen el Poder de forjar su conciencia y hasta su subjetividad. A la hora de traducir, se le impondrá un tipo de traducción, que sea una forma de expresión del poder, tendrá mayor prestigio un español peninsular o internacional en lugar de otras variedadades del español. Se podría decir que se debe a un público objetivo, pero la realidad es que tarde o temprano la lengua de prestigio que representa al poder y es financiada por las grandes editoriales va a expandirse por el resto del continente linguístico. Aunque el Traductor no deje de intentar resistirse a la influencia del Poder, éste es como la hidra de Lerna a la que Hércules le cortaba una cabeza con su espada y de ella brotaba una nueva cabeza.
maria dacunha mariadacunha@outlook.com.gr
(*) Rosario da Cunha reside en Grecia desde 1996, oriunda de Cerro de La Aldea, 6ª sección judicial de Tacuarembó, la última vez que estuvo en Uruguay fue en 2011. Es traductora e intérprete de la Universidad Jónica de Corfú (Grecia) y cursa el Máster en Traducción para el Mundo Editorial en la Universidad de Málaga. Actualmente traduce textos de la poetiza uruguaya Idea Vilariño al idioma griego. – Mail:mariadacunha@outlook.com
[1] Bentham Benjamín, El Panóptico. Genealogía del Poder. Ediciones La Piqueta, Madrid, 1979.
[2] En el Postcript to the Panopticon, 1791, Bentham agrega unas galerías oscuras pintadas de negro que rodean el pabellón de vigilancia, cada una de las cuales permite observar dos pisos de celdas.
Tomado de Michael Foucault, Vigilar y Castigar nacimiento de la prisión. Biblioteca Nueva, Siglo XXI, España, 2012
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