UN TERRONCITO DE TIERRA “Pa´viví en medio del campo”

El minifundio debemos mirarlo y valorarlo no solamente desde el punto de vista productivo o no, sino como un mecanismo para repoblar la zonas rurales, una forma de vivir identificado con nuestras raíces, una existencia tranquila y menos agresiva (como es hoy la vida urbana), significaría “volver” al campo desde la ciudad para quienes disponen de unos pocos pesos . Los últimos habitantes de los poblados semirurales, se encuentra prendidos con uñas y dientes, al terroncito de tierra que fuera de sus abuelos, no lo quieren abandonar, no sabrían como vivir en otro lugar. Ahí, en el paraje donde viven, los hombres de “las casas” encuentran trabajo relacionado con sus oficios, peón, esquilador, alambrador, tractorista, domador, tropero, monteador, crían algunos caballos de raza (como no!), trabaja en la forestación, ponen almacén, plantan alguna chacra a “medias” y hasta llegan a arrendar alguna fraccioncita

o pedir pastoreo para los vacunos que han logrado comprar con sus ahorros y realizan toda clase de changas que se le presenta, mientras su mujer se queda en “las casas” cuidando de los hijos, tiene su quinta, sus gallinas, pavos y patos, algún chancho, alguna vaca lechera , tejen en lana rústica para “afuera”, hacen dulces, venden pan, etc. y además cuidan de los abuelos que viven en la casa del fondo o al lado. Los niños van a la Escuela del lugar.

Pero una realidad jurídica y económica los va desprendiendo por la fuerza de su terroncito. Ejemplo de esto es la antigua ley que no permite en zonas rurales fraccionar superficies menores a 5 has. (ahí ya Pancracio no se pudo quedar con un pedacito de tierra al fallecer su padre porque eran diez hermanos, la fracción era de 10 has., debieron venderla ) . Otro ejemplo actual, la prohibición de vender en forma indivisa predios rurales sin la previa autorización municipal (Saturnino y sus 9 hermanos heredan de sus padres una fracción de 8 has., frente a la Ruta, resuelven quedarse a vivir todos en ella, porque les resulta cómodo y barato el lugar, cada uno con su familia van haciendo “rancho aparte”, pasado el tiempo ninguno de los hermanos puede vender su parte en forma indivisa y tampoco fraccionar).

Y retrotrayéndonos en el tiempo (según informe “Los orígenes de la estructuración del territorio en Uruguay” de la Cátedra de Sociología de la Facultad de Arquitectura, año: 1996, Prof. Susana Carballal y Prof. Washington Estellano) la medianería forzosa regulada por el Código Rural, facilitó el despojo a los pequeños propietarios de predios rurales – un 10 % de la población – por el año 1870. A éstos excluidos, luego se los persiguió por “vagos y ociosos”, con una policía rural creada para esto. Es un hecho –dice éste informe- que el aumento del porcentajes de campos sometidos a alambramiento se correlaciona  negativamente con el crecimiento de la población. Actualmente, ya no son los alambrados que marginan a un sector de la población, sino la propia legislación que tiende a la formación de latifundios (ahora extranjeros) eliminando el minifundio, pero detrás de éstas palabras rimbombantes, existen personas, seres humanos en busca de una vida digna y una vivienda para su familia. Quienes legislan desde un escritorio en la ciudad, deberían ir a esos pagos, observarlos, hablar con sus habitantes, preguntarles porque están ahí y se niegan a abandonarlo. Por otro lado se argumenta que la intención de estas normas, es evitar las viviendas insalubres y la escasa productividad de los predios. Pero actualmente ya no se construyen ranchos de terrón y paja (los vemos a éstos solamente trasplantados en las aparcerías de la Patria Gaucha, como algo histórico-didáctico). Si visitamos estos pueblos semirurales vemos que sus casas en su inmensa mayoría son de paredes de block o ladrillo y techo de zinc (que por lo general se levantan con ayuda de la Intendencia) muchas de ellas hasta luz eléctrica tienen con su confort correspondiente y si se trata de evitar una vivienda insalubre, se puede controlar y estimular una construcción adecuada.

Escuchamos con alarma los datos del tan polémico censo 2011/2012, el Presidente de la República –cuando no – da ideas “originales” de cómo repoblar el interior, pero… a quienes se encuentran viviendo en él de forma estoica, no se los ayuda y estimula, por el contrario, se les va cerrando las posibilidades de quedarse, con absurdas normas legales, que actualmente sus fundamentos no son tan valederos o quizás habría que rever y se impide así que se establezcan otras personas en una tierra que podría ser barata y accesible para muchos. Es la “razón de la sin razón” se quiere que la gente se quede en el campo y que vengan a vivir más familias en las zonas rurales, pero se les traba la posibilidad de comprar o regularizar la documentación de un “terroncito de tierra pa´vivir en medio del campo” y así les hablo de Pueblo del Barro, todos los poblados de Caraguatá, Pueblo Heriberto, Los Vázquez, Rincón de la Laguna, Cuchilla del Ombú etc. “pagos de Tacuarembó” (como dice una popular canción, que pa`inspiración del folklore si se los tiene en cuenta). Parajes iguales a éstos, deben de existir muchísimos a lo largo y ancho del país, por lo general, muchos de ellos, se forman a la vera de rutas y caminos, en pequeños recortes de fracciones que al pasar esa ruta o camino, van quedando y que a los verdaderos propietarios no les interesa y han abandonado.- O en otras situaciones, como decía antes se forman o adquieren los predios por sucesiones, donde los herederos son varias personas que allí mismo se afincan con sus familias y que muchas veces hasta generan el nombre del poblado o paraje, por ejemplo: Los Vázquez, Los Cuadrado, Los Rosas etc..-

En cuanto a la “productividad” de los mismos, si , es cierto, quizás no sean productivos, pero acá estamos hablando de otra cosa, de una forma de vida, de su vivienda, de una identidad, que todos tienen derecho a conservar y elegir, vivir además cerca de sus fuentes de laborales. Son pequeños mojones de la identidad y soberanía nacional, en un tiempo que cada vez se regalan y ceden más espacios a los extranjeros y multinacionales, destruyendo el arraigo y cultura en el interior de nuestro país. Para luego, amontonar a ésta gente en las ciudades y villas , cuando ellos prefieren vivir en “el lugar donde nacieron”; y porque no permitir que vengan a vivir otras personas a éstos lugares? destrabando la compra de una pequeña fracción o permitiendo su regularización, si!… casi la superficie de un solar urbano pero en el medio del campo! ¡Que locura! ¿no? . Claro está, que se deberá controlar la calidad de la construcción de éstas casas, MEVIR por medio o el organismo que corresponda. MEVIR ha dado solución habitacional a muchísimas personas en el campo. Pero hay familias que se resisten abandonar su tierra, su lugar de trabajo o los planes de MEVIR, no pueden llegar a ellos justamente por las dificultades jurídicas que existen en sus propiedades.- Uno de los mecanismos jurídicos correctos, para que se puedan regularizar o fraccionar éstas propiedades, sería una declaración o cambio de categoría de esos predios, pasando de rurales a suburbanos (artículo 1º.de la ley 10.723 del 21 de abril de 1946 que refiere a Centros Poblados). Este sería un mecanismo, de todas formas las leyes las hacemos y deshacemos nosotros mismos a través de nuestros representantes en el parlamento, donde se podrían plantear otras soluciones.

Cuidado! La FAO ya hizo una advertencia, el 30% de la tierra en Uruguay está en manos extranjeras y el último censo asegura que existe un alarmante vacío en las zonas rurales; pero la legislación uruguaya sigue impidiendo que nuestros compatriotas (los más pobres, los sin tierra) se afinquen en su propio país en el campo, con normas carentes de realismo y sentido común.-

Esc. OFELIA ALONSO LAGUILLO

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