La arqueología (arqueo= antiguo, logos=estudio) es la disciplina que se ocupa del conocimiento de las sociedades humanas del pasado, a través del estudio de los testimonios materiales de su existencia. La historia de la humanidad como especie independiente del reino animal tiene más de 2.4 millones de años, pero la escritura como registro de eventos alcanza apenas unos 5.500 años. Desde esta perspectiva, le cabe a la Arqueología ser la única fuente de información para la mayor parte del periplo humano.
En las antiguas dinastías chinas y en la antigua Persia ya había gente que no sólo coleccionaba objetos del pasado, sino que les atribuía un rol de documento histórico y a ese título los exponían. El estudio de la materia prima de los objetos arqueológicos en el siglo XIX permitió ir organizando el pasado remoto en edades de la piedra (Paleolítico y Neolítico) y de los metales (edades del Hierro y del Bronce). La publicación del «Origen de las especies» de Darwin (1859) consagró la substitución de las sagradas escrituras como única explicación del origen humano, por nuevas disciplinas que sistematizaban los conocimientos sobre las especies animales (Paleontología) y sobre la historia el planeta tierra (Geología). En ese contexto de revolución científica aparecen la Arqueología y la Antropología que van a proponer principios y conceptos más actualizados, basados en observaciones controladas y capaces de producir explicaciones más confiables de los fenómenos humanos.
La Antropología tratará de ordenar la información de la gran variabilidad cultural del ser humano que traían los viajeros de los lugares más remotos. Muchas costumbres exóticas de pueblos lejanos de alguna manera sugerían similitudes con las sociedades prehistóricas. La Arqueología comenzará a dar cuenta de la gran antigüedad humana, y el estudio de los diferentes períodos permitirán, poco a poco, ensamblar con la propia historia de los pueblos europeos. En ese contexto en Francia como en Inglaterra la Arqueología recibirá el reconocimiento estatal de disciplina de interés público. Los «gabinetes de excentricidades» que eran los lugares donde se reunían estos pioneros de las ciencias del pasado darán lugar a los Museos.
Como todas las ciencias la Arqueología tendrá un desarrollo propio, abriéndose paso entre las Ciencias Naturales, las Ciencias Humanas y las Ciencias Sociales. El desarrollo teórico y metodológico mejorará su rigor, y en cada región del planeta las investigaciones irán construyendo un mapa cultural en el que las características y edad de los pueblos estará mejor definida. Todo presente precisa un pasado, que explica y ayuda a entender las características de los grupos humanos. La Comunidad Europea, una entidad político reciente , reconoce como tradición cultural y origen histórico común de los países que la integran a la Edad del Hierro.
La arqueología americana
La Arqueología americana por su parte, se fue consolidando de la mano de dos procesos diferentes. Por un lado, la expansión de la arqueología europea en América observaba los desarrollos civilizatorios americanos, las llamadas altas culturas y las comparaba con otras del planeta, buscando identificar los centros de origen y las rutas de difusión de los grandes adelantos de la Humanidad. El segundo proceso, un poco más largo y singular se relaciona con la construcción de un pensamiento americano centrado en lo local, una visión de largo aliento llamada hoy historia indígena, que arranca con las remotas sociedades que llegaron al continente hace algo más de 15 mil años. La confluencia de estos dos procesos removerá la manera de entender la dialéctica social americana y permitirá proponer lecturas alternativas. La Arqueología poco a poco dejará de mirar sólo las altas culturas (mayas, aztecas e incas) y buscará construir un pasado nativo, más democrático e integrador de los conocimientos históricos y de los derechos de los pueblos indígenas.
La diversidad cultural liberada de los prejuicios coloniales que privilegiaba lo europeo es reconocida hoy como Patrimonio, un recurso, una riqueza y la fuente de muchas oportunidades. Superada la contradicción fundamental del período colonial entre Barbarie y Civilización, la Arqueología y la Antropología van a mostrar que el salvaje no era tan salvaje, y que el civilizado no lo era tanto. América vista como un genuino laboratorio para estudiar la historia humana , nos va a ir revelando también las limitaciones del pensamiento occidental aplicado a rajatabla en nuestra latitud. Las categorías antitéticas de cultura y naturaleza no son capaces de explicar (como antes) muchos escenarios y circunstancias de las relaciones entre humanos y ambientes. Allí donde hemos desarrollado una visión casi esencialista de la naturaleza como es la Amazonia, hoy descubrimos largos procesos históricos de manejo humano que convidan a verla como un producto de ecología histórica. En el sentido inverso, la cultura como categoría dinamizadora del progreso humano, será puesta en discusión por la búsqueda constante de equilibrios (durante siglos) en la gestión indígena de la naturaleza.
La arqueología uruguaya
El proyecto social que permitió una emergencia con perfil propio a nuestro país en el conjunto de las naciones, propuso la categoría identitaria de uruguayo. Las buenas intenciones que buscaban disolver las diferencias de origen y condición, no inhibían sin embargo definirse como «vasco», «gallego», «judío» o «tano», en una concesión socialmente aceptada. Sin embargo, la inercia colonial perpetuaba una identidad estigmática para los descendientes de indígenas a quienes se les llamará de «chinas» y «peludos», y si hablaban guaraní, «guarangos».
Doscientos años de independencia no son doscientos años de descolonización. Las identidades estigmáticas aplicadas a descendientes de indígenas y de esclavos africanos, les limitaron el ejercicio libre de su identidad cultural, aunque hubieran prestado gran servicio en las guerras y en la construcción nacional. No obstante, el censo de población ha mostrado que, a pesar de un largo proceso de discriminación, muchos sectores de la población se autoidentifican como descendientes de indios y de africanos. Esto es novedoso y se vincula con un proceso en el que confluyen tres elementos claros: 1) el deterioro de la identidad uruguaya moderna provocada por el golpe de estado de 1973, que suspendió su núcleo conceptual que era el ejercicio regular de la democracia representativa; 2) el desarrollo de las investigaciones científicas en Arqueología y Antropología que han mostrado que indios y esclavos no eran tan atrasados; y 3) un avance de la legislación internacional de los derechos de las minorías, que obligó al Estado uruguayo a abandonar su habitual tratamiento paternalista hacia estos sectores y lo conminó a gestos públicos y legales. Entre ellos, el de investigar, conservar y trasmitir el legado cultural de estos pueblos.
La Arqueología si bien bajó de los barcos se siente cada vez más locataria en América y en Uruguay. Ha colaborado a conocer mejor nuestro pasado, ha ayudado a liberarnos de prejuicios y permite restaurar libremente las identidades sociales. Los textos de estudio de primaria y secundaria, comparados con los del resto de los países americanos muestran una demora en recuperar y poner en valor nuestro mejor Patrimonio y nuestra mayor riqueza congénita como nación: la diversidad cultural.
La Arqueología uruguaya en los últimos 30 años ha realizado grandes hallazgos, como los vestigios -comprobados por procedimientos científicos y Carbono 14- de sus primeros habitantes llegados a la terra uruguayenis hace unos 13 mil años. Hace unos 9 mil años los cazadores que vivían en nuestro territorio, adaptándose al cambio ambiental post glacial van a protagonizar, en fechas tempranas para el contexto mundial, innovaciones tecnológicas como la puesta a punto de nuevos sistemas de propulsión para sus armas arrojadizas (constituyendo tal vez un centro independiente de origen del arco y la flecha). Esto va a ilustrar el surgimiento de perfiles culturales americanos propios, producto de la adaptación de las tecnologías originales a nuestras condiciones ambientales y paisajísticas.
Un capítulo especial lo constituye el Neolítico uruguayo, que es cómo podríamos definir a los «pueblos constructores de cerritos» que desde hace 4 mil años manejaban plantas silvestres y domesticadas. Estos pueblos que también tuvieron que dar respuesta al cambio climático, se adaptaron a los recursos de los ambientes anegadizos del este de Uruguay, llegando a desarrollar sistemas sociales, económicos y políticos complejos. Estos pueblos prehistóricos serán mucho menos nómadas que lo que pretenden los textos escolares, llegarán a producir un paisaje antrópico donde sobresalen estructuras y monumentos en tierra, y serán liderados por la figura del cacique, al que deberán enfrentar los primeros europeos. Los grandes «cerritos de indios» próximos a la ciudad de Lazcano , que son desde el año 2007 Monumentos Históricos Nacionales, constituyen un atractivo cultural singular en el contexto regional. Aún no descubiertos por el turismo uruguayo, este patrimonio será en el futuro y de acuerdo a las tendencias mundiales, una fuente de oportunidades para la población local.
Para ir terminando con tanta cosa vieja, digamos que los arqueólogos en Uruguay se las arreglan para hacer cosas interesantes, pero también importantes. Y en ese sentido están tratando de dar visibilidad a las comunidades esclavas tan postergadas de la historia nacional. Por un lado, en las estancias portuguesas de Rocha, donde su fuerza de trabajo confeccionó estructuras, mangueras y grandes corrales de piedra, pilares de la infraestructura rural. O en la actual Escuela Capurro, donde en los siglos XVIII y XIX se ubicaba el Caserío de los Negros, un depósito de esclavos del Montevideo colonial, que aparentemente dará el nombre al barrio de La Teja debido al material del techo de los barracones.
Pero no podemos dejar de mencionar la utilidad social de la Arqueología Forense al servicio del esclarecimiento de las violaciones de los DDHH del pasado reciente. La búsqueda de los detenidos desaparecidos ha sido una actividad de alto impacto social y en ella hemos visto, una detrás de otra, a diferentes colectivos y corporaciones profesionales atribuirse un rol estratégico en los hallazgos. En Uruguay, a diferencia de la Argentina y otros países donde los lugares de enterramiento clandestino fueron generalmente señalados por un testigo, las fosas hubo que buscarlas en lugares complicados, sin información de calidad y generalmente de gran extensión (4 a 40 há). Y fue justamente en ese contexto que los Arqueólogos mostraron su mejor expertise a la altura de su fama de sabuesos. No hay que olvidar, que para que un Antropólogo Biológico estudie un esqueleto y sugiera una causa de muerte, para que un abogado prefigure un culpable del crimen, para que un genetista analice una muestra de ADN, y para que la justicia pueda hacer una acusación, antes, es necesario que un Arqueólogo busque, encuentre, recupere y traiga a la mesa del laboratorio los restos del desaparecido.
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(*) José María López Mazz, nació en Tacuarembó el 11 de enero de 1957. Arqueólogo/Antropólogo. Egresado de la Fac. de Humanidades, EHESS (Paris) y IHEAL (Sorbonna Paris III). Docente de Fac. Humanidades y CURE/Rocha, UdelaR. Investigador de SNI, Cat. II. Miembro de la Comisión de Patrimonio.
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