Enteráte. Te necesitamos como aliado

Naciste con el body y los escarpines celestes puestos, y así empezó su historia.

La primera vez que te equivocaste fue cuando para su primer cumpleaños le regalaste la ollita, el cucharón y la tostadora. Encima, todo en color rosa.

Vos no lo sabías, pero algo le truncaste a los cinco cuando le dijiste que no podía jugar a la pelota con ustedes ni treparse a un árbol porque era nena, y las nenas juegan a otras cosas. Tampoco lo sabías, pero a los seis la llenaste de vergüenza cuando le contaste a todos tus amigos de la escuela y del barrio que ella te había dicho que gustaba de vos.

La quebraste a los once a los doce y a los trece.

Cuando la hiciste levantar y lavar los platos de sus hermanos varones o cuando le diste su primer beso sin preguntarle si ella también quería, o cuando una mano se te fue por debajo de su buzo y la hiciste dudar de que eso era lo que te estaba pidiendo, porque aunque no te lo haya dicho vos estabas seguro porque lo viste en su mirada y en su forma de actuar.

La rompiste mil veces cuando te sumabas y festejabas las opiniones sobre su pelo sobre su cuerpo sobre su ropa sobre su boca. Se rompió cada vez que tuvo que escucharlos y se volvió a desarmar a los veinte, cuando le controlaste su teléfono y sus cosas porque necesitabas saber que se le pasaba por la cabeza con quien hablaba que sentía.

La volviste a abandonar cuando tenía veintitrés, ¿te acordás? Fue aquel día que te guardaste el cheque más gordo y las felicitaciones por un trabajo que era de los dos. Después ya fue natural que aceptaras que ibas a cobrar más. Fue natural, nunca preguntaste el por qué.

La golpeaste cada vez que tuvo que escuchar tu opinión sobre “las feministas”, como si el feminismo fuera cosa de mujeres o como si fuera, como vos crees, una moda un cartel un pañuelo un hashtag o un puñadito de mujeres enojadas porque un hombre no las quiso.

También hubo un día que la mataste por primera vez. En realidad fue una noche, la que le enviaste al grupo del fútbol de los jueves esa foto que te había mandado “solo para vos”. Después de la primera, se volvió a morir cada vez que tuvo que escucharte decir “no me podes dejar así”.

Capaz que vos no lo sabías, pero ahora que lo estás escuchando no quieras explicarnos lo que nosotras sentimos y vivimos en carne propia.

Ahora que te lo contamos nosotras vas a entender que la complicidad y la indiferencia te hacen responsable de que nos acosen, nos abusen, nos violen y nos maten.

Vas a entender que mirar para el costado te hace responsable.

Te lo explicamos por las que ya no están, por las que estamos y por las que van a llegar. Enterate. Porque para parar de pedir Ni una menos, para que estemos todas vivas y libres, te necesitamos como aliado.

 

Camila Siqueira Menéndez (Facebook)

Sé el primero en comentar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*