¿Qué pasa con los deberes sociales?

Durante la dictadura, y más intensamente todavía desde el fin de ese periodo, en 1985, hasta nuestro días, desde la prensa, el Parlamento, los diferentes niveles de la enseñanza, organizaciones no gubernamentales vinculadas con el tema, los ámbitos sindicales, etcétera, se reivindica permanentemente la defensa y el reclamo de la vigencia plena de los Derechos Humanos en los diferentes planos de la vida de la sociedad. Y ello está bien. Es lógico que una sociedad que ha vivido el drama del autoritarismo y de las restricciones a las libertades tenga bien presente la importancia que tiene dicha cuestión en lo que hace a la dignidad humana y a la pacífica convivencia en sociedad, particularmente al equilibrio que debe existir entre el poder fáctico del Estado y los derechos inherentes a la persona conforme a la concepción jus naturalista que subyace a la Declaración de tales Derechos dentro de nuestro ordenamiento jurídico. Es, además, no sólo materia reivindicada en nuestro Uruguay, sino como corriente universal y debe ser muy especialmente atendida en los programas educativos de tal forma que las nuevas generaciones valores la importancia de tales derechos en cuanto hace a la propia existencia de la gente y la supervivencia del Estado de Derecho.

Ahora bien, siempre en la vida debe existir un equilibrio elemental entre una y otra cara de la moneda. Es decir, debe darse en forma también destacada la vigencia de los deberes con la sociedad. Somos seres humanos y en tanto tales somos titulares de derechos elementales pero también tenemos obligaciones y compromisos para con el cuerpo social en el que vivimos. No estamos ante el hombre de las cavernas y por tanto debemos tener claro el necesario equilibrio entre los derechos propios de la individualidad y los deberes para con la sociedad, de acuerdo y sabiendo que no existen derechos absolutos y sagrados sino que éstos siempre están limitados por la existencia de un interés general. Este tema parece no tan claro para mucha gente cuando advertimos que incluso detrás de ciertos reclamos corporativos o de las expresiones de protesta individual existen en realidad intereses individuales, generalmente bastante egoístas, que no están ni actúan pensando en el interés general de la sociedad sino exclusivamente en aquello de “hace la tuya”.

Parece claro que sobre este tema es necesario insistir tanto como en el de los Derechos Humanos, para que generemos conciencia de que esto es demasiado importante precisamente para que prevalezca el sano equilibrio entre individuo y sociedad y entre ejercicio de poder del Estado y reivindicación de los derechos individuales. En esta materia, tanto la educación como los medios de comunicación, tienen una enorme responsabilidad en cuanto a difundir y generar conciencia acerca de esta cuestión. De lo contrario el individualismo, que algunos creen debe ser absoluto, termina poniendo en riesgo la estabilidad misma de la convivencia y del régimen de derecho. De la misma forma que muchas veces a lo largo de nuestra historia y de la historia universal nos hemos encontrado con la mentalidad de lo social es absoluto, que lo importante es lo colectivo y que el hombre es un mero instrumento y entonces se concluye en las concepciones trasnpersonalistas que, ya sea invocando valores nacionales o concepciones raciales o de lucha de clases sociales, justifican el aplastamiento del individuo y la imposición del Estado por encima de cualquier reivindicación del ser humano o de los derechos que le son inherentes.

Como se ve, entonces, la cuestión está, como en tantas otras cosas en la convivencia social, en lograr el equilibrio, tanto en lo político institucional como en lo cultural, y en ese aspecto tenemos mucho por hacer. Eso no es otra cosa que avanzar en la madurez misma del pueblo a través de sus diversos actores y expresiones para el ejercicio de la vida democrática. No es otra cosa que aquello de José Pedro Varela cuando en el siglo XIX, en pleno proceso de la reforma educativa que estableció los cimientos básicos de la educación en Uruguay, dijo que “para hacer la República primero hay que hacer a los republicanos”.

Senador Dr. EBER DA ROSA

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