WILSON Y SU LUCHA POR LA UNIDAD Por Oscar A. Bottinelli (*)

El proyecto o sueño de Wilson no estaba relacionado con un enfoque electoral, sino con una concepción de la naturaleza y la fisonomía de un partido político. Para él ello significaba pasar a una concepción moderna de partido, en cuyas autoridades es donde se discute y se resuelve el accionar partidario […] Probablemente esa visión de partido sea una de las frustraciones de Wilson. La arquitectura del Partido [tras su muerte] no quedó como la soñó.

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Su sueño fue un partido con un único centro de decisión

En el centenario del nacimiento de Wilson Ferreira Aldunate (enero 28 de 1919) hay una faceta suya muy poco destacada en sus análisis, en sus biografías y panegíricos: su lucha por la unificación del Partido Nacional1. Los grandes partidos políticos, casi desde los albores de la República, son partidos de tipo complejo, en cuya arquitectura se destaca la existencia de corrientes con conducción, estructura y financiamiento propios. El historiador Washington Reyes Abadie sostenía que los dos partidos tradicionales en realidad eran cuatro partidos (hoy politológicamente se puede decir con más exactitud, cuatro sujetos políticos): los blancos caudillistas, los blancos principistas, los colorados caudillistas y los colorados principistas.

En la colectividad blanca esa división aparece al despuntar de los años sesenta del siglo XIX, a poco de la muerte de su fundador Manuel Oribe. Así surgen los “amapolas” (caudillistas) y los “vicentinos” (principistas). Continuará más explícitamente en la década siguiente cuando los principistas fundan el Club Nacional (julio 7 de 1872), que pone en el escenario la palabra que luego identificará al Partido Blanco, la palabra Nacional. Es muy importante destacar que para los principistas la palabra Nacional no suponía la dicotomía nacional-foráneo, sino nacional en cuanto representativo o aglutinador de toda la Nación, de todo el país; eran nacionales y no nacionalistas, en la definición conceptual de este término. El caudillismo entroncará más tarde con el longevo liderazgo de Luis Alberto de Herrera y devendrá en el “Herrerismo” y el principismo devendrá en las sucesivas antítesis del caudillismo y el Herrerismo: lussichismo, nacionalismo independiente, más tarde Unión Blanca Democrática (UBD).

Mientras la colectividad colorada se dividió plenamente -es decir, votó con lemas separados- en tres casos de dos elecciones, la colectividad blanca llegó a votar con hasta cinco lemas en elecciones nacionales: Partido Nacional, Partido Banco (Radicalismo Blanco, Lorenzo Carnelli y Ricardo Paseyro), Partido Cándida Días de Saravia (saravismo), Partido Nacional Independiente y Partido Demócrata (demócratas sociales, Carlos Quijano). Y lo hizo por más de cuarto de siglo.

La palabra unificación hay que entenderla en dos acepciones. Como votar bajo el mismo lema la totalidad de los blancos y como hacer desaparecer las fracciones y funcionar más al estilo de los partidos de conformación simple (como los europeos, con excepción de los italianos). La primera unificación se da en 1958, cuando culmina un proceso en etapas. Wilson es uno de los jóvenes impulsores de esa etapa, cuando en 1950 inicia el camino para “reconstruir la democracia blanca”, detrás de Eduardo Rodríguez Larreta y Washington Beltrán. Ese año los “unionistas” votaran con su propia lista al Senado dentro del Partido Nacional Independiente. En 1954 rompen con su partido e ingresan al Partido Nacional como “Reconstrucción Blanca”. Y en 1958 se produce la fusión de los reconstructores, los duros del nacionalismo independiente y los disidentes del herrerismo (con Daniel Fernández Crespo a la cabeza): nace la UBD. En 1966 el herrerismo estaba dividido en dos y la UBD implosiona en tres. Es uno de los momentos de mayor fragmentación del colectivo blanco. En 1971 Wilson desafía el establishment partidario y produce la renovación generacional y programática. Pero al mismo tiempo impulsa el derribo del muro histórico de división entre caudillistas y principistas o el muro moderno entre herreristas y anti-herreristas. Así conforma el Movimiento Por la Patria con gente proveniente como él del viejo nacionalismo independiente, en su veta unionista y recontructora, pero incorpora viejos disidentes del herrerismo como Dardo Ortiz y herreristas de ese presente como Juan Pivel Devoto, Walter Santoro, Pedro Zabalza. Y además se alía con el Movimiento Nacional de Rocha, que constituye en esencia la continuación del grueso del nacionalismo independiente duro. Ello lo expresa la fórmula Wilson Ferreira Aldunate-Carlos Julio Pereyra.

Producido el golpe de Estado impulsará la unificación, en la acepción de eliminación de la fraccionalización. Así es como propone a Carlos Julio Pereyra y a Mario Heber Usher (líder del ala herrerista contraria al golpe de Estado) suprimir los movimientos, que no haya más ni Por la Patria, ni Movimiento de Rocha, ni movimiento Herrera-Heber, para actuar todos como Partido Nacional y nada más que como Partido Nacional, con una única conducción, un único programa y una única conducción.

Algo de eso logra en la salida institucional. No desaparecen los movimientos en tanto tales, pero Por la Patria y el Movimiento Nacional de Rocha se unen en las elecciones generales de autoridades partidarias de 1982 y en el sublema senatorial Adelante con Fe en las elecciones parlamentarias de 1984. Pero el Consejo Nacional Herrerista, en gran medida sucesor del Movimiento Herrera-Heber, mantiene su fisonomía pero tras la misma fórmula presidencial de Adelante con Fe.

Es importante remarcar que el proyecto o sueño de Wilson no estaba relacionado con un enfoque electoral, sino con una concepción de la naturaleza y la fisonomía de un partido político. Para él ello significaba pasar a una concepción moderna de partido, en cuyas autoridades es donde se discute y se resuelve el accionar partidario. Así lo fue el Partido Nacional bajo su presidencia del Directorio desde 1985 hasta su muerte el 15 de marzo de 1988, o quizás no tanto, hasta al agrietamiento que produce la Ley de Caducidad y el posterior proceso referendario en su contra.

Esa lucha por un partido que actuase en tanto tal y no como una federación de fracciones, donde el peso político recayese en las autoridades partidarias, en el Directorio, la Convención y las Comisiones Departamentales, estalló definitivamente tras su muerte. Se volvió a la praxis en que las decisiones políticas del Partido son la resultante del juego de fuerzas de cada fracción. Probablemente esa visión de partido sea una de las frustraciones de Wilson. La arquitectura del Partido no quedó como la soñó.

(*) De portal.factum.uy

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