Cinco metas trazó Seregni en sus largas reflexiones en la Cárcel Central
Hace 35 años y cuatro días ocurrió un hecho de singular trascendencia para el retorno a la democracia: la liberación de Liber Seregni. Quizás se perdió la importancia que cumplió el entonces líder del Frente Amplio en ese proceso. Es que puede afirmarse que su actuación entre 1981 y 1985 constituye el periodo estelar de su vida política, periodo en que más de la mitad del tiempo ejerció la conducción desde la cárcel. Y también que fue decisivo para que Uruguay tuviera una salida pacífica, ordenada y rápida en la forma y en el tiempo en que se dieron esa salida y esa transición del autoritarismo a la democracia; y que fue insustituible para que el Frente Amplio como tal sobreviviese. Sin duda sus actuaciones fuertes y empecinadas resultan polémicas. Hay quien comparte todo lo que hizo, quien coincide o con lo uno o con lo otro, y quien disiente con todo. Se trata aquí de exponer sus aportes, sin valorarlos.
Cinco son las grandes metas que se trazó en los largos años de pensamiento en solitario en la Cárcel Central, algunas cumplidas plenamente y otras frustradas:
Una. La vigencia del Frente Amplio. Ni en aquella época ni en los veinte años siguientes era una obviedad la existencia y continuidad del Frente Amplio, amenazado siempre desde dentro y desde fuera, sometido constantemente a proyectos alternativos o sustitutivos. Hoy mismo no es una obviedad el frenteamplismo, el rojo-azul y blanco, combatido desde las alturas propias. En aquellos años los partidos tradicionales partieron del supuesto que había sido un fenómeno fugaz, no repetible: ya no había una izquierda, sino dos, tres o cuatro. El Frente Amplio no existía y correspondía desconocerlo; había comunistas, socialistas, democratacristianos y algo más. Así fue como no estuvo sentado con el rey de España; lo estuvieron el Partido Socialista y el Partido Demócrata Cristiano en tanto tales, pero no el Frente Amplio, cuya representación nadie invocó. En la propia izquierda algunos dudaban o negaban su existencia. Seregni buscó reafirmar la vigencia del Frente Amplio y la concentración en el mismo de todas las fuerzas originarias mediante múltiples actos de diversa dimensión. Los más relevantes: la convocatoria al voto en blanco en las elecciones de 1982 para marcar la existencia del Frente Amplio; la formulación de un camino propio e independiente de ambos partidos tradicionales (en particular el no seguimiento al Partido Nacional); su oposición al surgimiento de un seregnismo diferente y alternativo al Frente Amplio.
Dos. La búsqueda de la negociación entre el sistema político y las Fuerzas Armadas como la única forma de salida pacífica y ordenada del autoritarismo1.
Tres. La negociación no como un ejercicio de exclusivo convencimiento del otro, sino como corolario de una confrontación de fuerzas. El oponer a la fuerza de las armas la organización y movilización de la sociedad civil, la creación de un entramado social y político y de un accionar que limitase el ejercicio efectivo del poder por los detentadores del mismo.
Cuatro. El mirar hacia delante y no hacia atrás. Destinar todo el esfuerzo para construir el futuro y no quedarse en revolver el pasado. Al respecto cabe recordar algunos párrafos del discurso en el balcón de su casa, en el segundo piso de Bulevar Artigas frente a la Facultad de Arquitectura: “Todos nuestros esfuerzos para facilitar esa marcha y para alcanzar la libertad y el total ejercicio de la democracia. Por eso, compañeros, ni una sola palabra negativa, ni una sola consigna negativa. Fuimos, somos y seremos una fuerza constructora. Obreros de la construcción de la patria del futuro que soñamos. (…) Antes de que ustedes se retiren quiero decirles una cosa: la gran preocupación de este momento, para poder transitar efectivamente los caminos hacia la recuperación de la democracia, es la pacificación de los espíritus, la pacificación nacional. (…) No hay democracia si no hay paz”.
Cinco. La concertación concebida en un doble aspecto. En primer lugar, la unidad de todas las fuerzas políticas para transitar juntas la negociación con las Fuerzas Armadas y la transición hacia la restauración democrática. En segundo lugar, la concertación como acuerdo programático para la construcción del futuro del país, como el pacto sueco de 1937 o el pacto de la Moncloa de 1982, en ambos casos entre gobierno, empresarios y sindicatos.
Los tres primeros objetivos fueron alcanzados: la vigencia del Frente Amplio, la salida negociada (que se operó a través del acuerdo del Club Naval) y la movilización. El cuarto objetivo, el mirar hacia delante y no quedar prisioneros en el pasado, se cumplió por un par de décadas, quizás el tiempo necesario para que el pase del tiempo consolidase el futuro. La concertación tuvo éxitos escasos. El acuerdo entre los partidos no fue todo lo esperable, en particular por la fuerte asintonía entre Seregni y Ferreira Aldunate, quienes en esos años no se entendieron. La concertación como objetivo programático tuvo escasos éxitos (uno de los mayores la transición en materia de educación general y universitaria). Pero su idea de fondo no fue entendida o no fue compartida. Así fue como la Concertación Nacional Programático (Conapro) devino en un catálogo de demandas, muchas de ellas contradictorias o apenas formulaciones de principios. No fue entendida o compartida por los otros partidos, pero tampoco fue compartida adentro, donde muchos sectores la veían como un freno a la movilización de las masas y en particular del movimiento sindical. Su concepción de la concertación se entiende mejor si se observa el camino seguido por el general en sus últimos años a través del Centro de Estudios Estratégicos 1815: la búsqueda de los puntos de encuentro en los grandes temas de debate, de grandes acuerdos nacionales para la construcción del futuro del país.
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