HERMANO NO TE VAYAS: ¿Ha nacido una esperanza? /Por Dr. Guillermo Chiribao

Lunes 3, seis de la tarde, aeropuerto de Carrasco.

Javier y Paula rodeados de afectos y familia. Con sus valijas a cuestas, entre sonrisas y lágrimas en los ojos, dando el adiós.

Dos gurises de menos de 30 años, con pasaportes y visas a cuestas.

Hace un tiempo de la misma forma habían partido en el viaje de los estudiantes de Ciencias Económicas. Paula acababa de recibirse.

Se habían ido con la esperanza de volver, radicarse acá, formar su familia y crecer junto a los suyos.

No pudieron, como tantos otros gurises que ni siquiera tuvieron la chance de terminar la escuela, el liceo o mucho menos la universidad. No pudieron porque en realidad no se puede. Los gurises no pueden por lo general y esa es la verdad.

Y bien, “nació la esperanza”, lejos, en otro país, con otra lengua, con otras costumbres, lejos.

Claro para darse ánimos, los amigos y familiares que quedan acá comentaban que ahora con las redes “estaremos allí” adentro de su casa todo el tiempo.

Que el Whastapp, que el Skype, que el Facebook, que el Twiter y todas las herramientas que hay adentro de un celular o una computadora para estar minuto a minuto compartiendo la vida.

Y es cierto, pero la distancia es la distancia. Claro cuando hay vínculos afectivos fuertes, esa distancia no será nunca “el olvido”.

¿Qué hay de nuevo en este relato si es el día a día de muchísimas familias en Uruguay?

Si hay algo de nuevo, perdonen que hoy sea autorreferencial, porque Paula es mi hija, la que acaba de mandarme -precisamente- el famoso whatsapp diciendo: “Papi llegamos”, después de casi 20 horas de viaje.

Allá se fueron a buscar lo que acá no encontraron.

A buscar crecer, a buscar ser valorados, productivos, libres y autosuficientes. A trabajar en forma honrada y a ganarse el respeto que esta sociedad nos ha faltado a todos desde hace un buen tiempo. Se fueron con sus historias de inseguridades, violencias, rapiñas y amenazas casi que diarias.

Se fueron a caminar por calles, plazas y parques sin temores.

Y se fueron a trabajar y ganar su salario con dignidad.

Hace 40 años

Hace 40 años allá por Tacuarembó, al salir del liceo los jóvenes no teníamos nada para hacer en el pueblo. Poca cosa, algo de UTU o Magisterio o sino arrancar para las 8 horas, al Frigorífico, a la Intendencia, el Ejército o la Policía. O sea poco y nada.

Hace 40 años la sensación en Tacuarembó era que el mundo no se movía. Que eso era cosa de las grandes urbes o por lo menos eran cosas de Montevideo, algo enorme mirado desde allá.

Se había terminado el Uruguay aquel en el cual, los mayores te decían si querés ser algo en la vida, tenés que ser “gente de bien y trabajadora”. Porque a la “gente de bien y trabajadora”, como mis viejos Rubens y María, tipos casi sin estudios, más o menos les iba bien en la vida.

Pero aquello también se terminó, antes o durante la dictadura según mi parecer.

Llegó el tiempo de “para ser algo en la vida tenés que hacer una carrera”, o sea “mi hijo el doctor” había llegado para quedarse.

Por lo general y por algunas décadas, tener una carrera universitaria era un sello de garantía de que “te iba a ir bien”.

Pero ahora en los 2000 y pico, eso tampoco corre más. Tampoco la formación universitaria es garantía de que las cosas van a resultar fáciles en la vida.

¿Qué dejar para los que ni siquiera terminan la escuela o el liceo? que creo, a esta altura, son la mayoría de gurises uruguayos.

Las pruebas Pisa lo indican y la realidad nos lo está indicando a cada rato.

Se matan los “sabelotodos” de la educación, explicando lo inexplicable. Pero lo cierto es que la cosa no está funcionando.

Los gurises se han quedado sin opciones y lo peor de todo sin esperanzas, sin horizontes.

Y no le encuentran la vuelta.

En campaña ya nadie habla de la esperanza

En 1971 había dos enormes bloques políticos que aglutinaban gran parte de la juventud, que desde lo político se manejaban con un discurso esperanzador, el naciente Frente Amplio y los sectores de centro izquierda del Partido Nacional aglutinados en Por la Patria y el Movimiento de Rocha.

Había esperanzas, había ilusiones, había referentes a los cuales seguir.

Pasó la dictadura con su patético legado y pasaron 7 gobiernos democráticos desde el 85, 3 partidos políticos. Pero estamos llegando al 2020 con los muchachos sin ilusiones, sin esperanzas y sin ánimo siquiera de pensar en que si estudian o no la vida les será más o menos fácil.

Creo que ya ni siquiera piensan en salidas dignas.

Y muchos que se pueden ir como Javier y Paula no lo dudan.

Muchos que por diversas razones no podrían hacerlo, se quedan dudando sobre su futuro.

Y esa es nuestra realidad, una realidad que hoy en plena campaña política los candidatos no quieren ver.

Al son de marchas que ni siquiera ya son pegadizas, quieren presentarnos un Uruguay de “nuevo impulso”, “sin miedos”, de “evolución”, “bajo el mismo sol” y muchas cosas lindas más, pidiendo que “contemos con ellos”.

Pero de verdad, ¿están proponiendo algo que nos conmueva, que “haga temblar las raíces de los árboles”?

Parece que todo es “menos de lo mismo”.

Una pena, pero me temo que despedidas como las de Javier y Paula se van a seguir repitiendo en el corto y mediano plazo.

Una real pena, porque no aparece una reacción ciudadana, republicana seria y definida que obligue a cambiar en serio. Mientras los candidatos bicicletean, usan monopatines, skates, bailan cancioncitas de murga o chivean literalmente, tratando de hacernos creer que la tienen dominada.

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  • Sobre el autor: Guillermo Chiribao nació en Tacuarembó y reside en Montevideo. Hijo de un zapatero remendón, es abogado de profesión. Blanco rebelde, orgulloso padre y abuelo.

 

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