¿Hasta dónde podemos manipular nuestros recuerdos?

Con el simple afán de pensarme… un poco más allá pero hacia dentro de mi misma he decidido enfocarme en reflexionar sobre cuán capaces somos de manipular, dirigir, olvidar, dividir, o subrayar nuestros recuerdos.

Me es para ello necesario ubicar al lector en el paradigma que manejo, en el cual creo, para luego contextuar y trasmitir el cuestionamiento presentado.

La realidad es una. Única. Pero desde mí mirada… ninguno de nosotros tenemos la más remota idea de cómo, dónde y para qué está ‘esa’ realidad y menos aún sabemos cuál es ella. Existen ‘nuestras’ realidades y por ende tantas como individuos vivientes. Subrayo la complejidad del asunto en que siempre estamos interpretando los hechos, configurando una lente para mirar el mundo desde nuestra infancia, valores, vivencias, personalidad, cultura, prejuicios, creencias,  nuestra edad y nuestros miedos.

Los recuerdos son ‘fotocopias’ mentales de nuestras percepciones y vivencias… y como tales pueden aparecer desdibujados, heridos de tinta de colores más fuertes o tonalidades más opacas… haciendo el recuerdo con nuestra realidad el mismo proceso que nuestros ojos hacen a los acontecimientos: transformarlos, vestirlos de gala o de harapos, alimentarlos o dejarlos desnutrirse. Y el paso del tiempo a nuestro lado, o agazapado a nuestras espaldas va dejando de aquella copia un registro añejo, desfigurado, el cual es incesantemente interpretado y cargado de sentido.

Así como considero que los consejos son matices de nostalgia… el recuerdo es nuestra prehistoria, nuestra historia y nuestro presente. Tan nuestro y por ello legítimo. Tan sensible a el humor-plato del día; tan brillante cuando alguna fecha específica, alguna canción, sabor, aroma o textura nos retrae a él.

Lo que plasmé en esta hoja hace breves segundos, es en este momento un recuerdo.  Plasmado aquí comienza ya a ser percibido de otra manera por mis ojos interpretadores. Tal vez mañana corrija lo que hoy relato, pues hoy es certero a mi creencia y mañana puede ser ajeno a mi locura.

Un recuerdo que alguna vez se encontró masivamente cargado de afecto, con el anochecer del cambio ese recuerdo puede llegar a ser otro, diferente al que antes fue. Tal vez lo desechamos, tal vez ya lo ignoramos. Por consiguiente, un recuerdo que aparece como la letra más pequeña de los contratos legales… – que por favor jamás debemos dejar de leer-  puede volverse el centro de nuestro texto interno.

A Dios gracias que los recuerdos nos pertenecen, y que nuestra realidad es nuestra. En la lógica imperante, ‘sana’ y compartida la realidad no adolece de grandes diferencias para unos y otros pertenecientes a iguales contextos. Pero existen otras lógicas, sin símbolos o con ‘neo- símbolos’ que para aquellos que a ellos se aferran son tan reales como el recuerdo que dejan.

A Dios gracias que ese sesgo de realidad desdibujada sea tan privado como nuestra voluntad desee. Un espacio donde nadie puede explorar sin nuestra llave. Un manto de abrigo cuando el ‘hoy’ es cruel, duro o inmanejable. Una dispersión cuando uno desea rememorar sin objetivos. Nuestro. En donde la libertad no se resiente. Nuestro. Donde no han podido entrar ni los mandatos sociales, la palabra de quien escribe la historia, la mano y el poder de los que venden esperanza, un lugar donde no ha podido llegar el olvido necesario que exige la tortura.

Soy de las personas que piensa que es muy escaso el margen de cosas, hechos o situaciones  que podemos controlar. Existen cosas que simplemente suceden. Nuestra intervención ya comienza ahí en la serie secundaria. Nadie cambia porque nosotros lo queramos así. Pocas cosas se modifican por nuestro simple deseo. Mínimos hechos dejan de acontecer cuando las fuerzas que los empujan trascienden incluso nuestra capacidad de entendimiento.

Somos capaces de manejar nuestros recuerdos… pudiendo elegir manipularlos hacia su embellecimiento o hacerlos tatuajes imborrables de dolor o desencanto. Pero aún así repito: somos libres para ello. Y donde sea que se encuentre la libertad de expresión (aún siendo silenciada) encontrarán parte de mis letras, de mis escritos, de mi ignorancia, del amor a lo desestructurado. Allí donde ella esté…  relucirá siempre mi más eterna militancia.

Psc. LAURA ROMERO

lauraromeros@gmail.com

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