Juan, un muy querido amigo, psicoanalista de los de diván él, quizá por deformación profesional o acaso por haberse dedicado a los insondables misterios de la mente humana, al decir de un expresidente, cada vez que nos convocamos en interminables llamadas, para charlar de la realidad política, me insiste siempre con el tema del valor de lo genuino en la política.
O sea, aquello del sé tú mismo, llevado a los actores políticos del momento. Y más de una vez hablamos de lo transparentes que han sido los últimos protagonistas de estos últimos tiempos, como los casos de Sanguinetti, Lacalle, Batlle, Vázquez o Mujica.
Aclaro que ese calificativo de genuino aplicado a los políticos, refiere a lo natural, a lo auténtico, a lo legítimo en oposición a lo falso, postizo o armado para la ocasión.
Y Juan se ha adentrado y mucho en el estudio de esos comportamientos, que parecen no tener ningún tipo de incidencia, en aquellos casos en los que las multitudes de igual manera aclaman, sin entrar en esos terrenos sofisticados del pensamiento.
Pero – hete aquí al decir de un connotado político de mis pagos -, siempre aparece el cangrejo abajo de la piedra, y a pesar de que se intente encubrir aparece la verdad, para decepción de muchos seguidores.
En muchos casos ha ocurrido lo mismo que pasaba con aquel consagrado animador de programas de niños, que mientras las luces de las cámaras estaban encendidas en el set, era todo amor, mimos y cariños, pero cuando se apagaban el gesto se endurecía y el rechazo era a los gurisitos dicen que era patente.
La pregunta entonces podría ser la siguiente: ¿a los votantes nos interesa conocer realmente al candidato en sus aspectos genuinos, en su naturalidad sin poses, sin impostaciones? ¿O acaso es mejor endiosarlos un poco para depositar en ellos nuestras esperanzas, en una especie de mundo de fantasías?
Ya sé, rápidamente responderemos todos que sí que nos importa la honestidad, la transparencia y la sinceridad expresada por el candidato etc.
Pero, ¿saben qué? Me surgen muchas dudas sobre ello, si lo pienso ya no desde lo individual sino desde lo colectivo. Me da la impresión de que a mucha gente le gusta que les pinten un mundo ideal, color de rosas, en el cual todos vamos a ser ricos, sanos y hermosos.
Y creo que es por eso que hoy día nuestros actuales políticos y políticas están casi que enteramente jugados a esos aspectos y a la cosmética pura y dura.
LACALLE – MARTINEZ EN CADENA
Por diferentes motivos el debate convocó a mucha gente.
¿Cuánta? Al parecer la cifra es incierta.
Y si ello es incierto, lo es aún más definir el perfil de cada persona que se sentó frente al televisor.
Por tanto lo más probable, es quien pretenda tener la verdad absoluta en este tema, perderá.
Pero sí, hay perfiles predeterminados de antemano que nos podrían guiar a la hora de definir la utilidad o no del debate.
UN PRIMER GRUPO
En el mismo incluiremos a los votantes de cada candidato convencidos.
Ellos y tal como incluso se vio en las redes o en la TV desde los locales partidarios, se sentaron frente al televisor, (en algunos casos con picada incluida o tortas fritas por la lluvia) tal cual barras bravas a festejar las jugadas y supuestos goles de su preferido.
Por tanto; estos espectadores seguramente aplicaron sus energías e imaginaciones para interpretar a favor de sus intereses partidarios cada gesto, furcio, frase, tartamudeo o equivocación en los datos.
Estaban y están convencidos.
UN SEGUNDO GRUPO
Los votantes decididos de otros candidatos. Seguramente asistieron al debate, con una predisposición a la crítica muchos de ellos incluso a partir del enojo motivado por la ausencia de su propio candidato.
Decididos para octubre, en el mejor de los casos orejearon algo para noviembre siempre y cuando esa decisión aún no la tengan definida.
UN TERCER GRUPO
Cuantitativamente quizá no sea importante. Pero cualitativamente por lo que de antemano podrían influir en la formación de opiniones estaría dado por los especialistas en políticas y afines y periodistas.
Dentro de los primeros se vio un espectáculo interesante. Muchos en su período de zafra intentaron darle un sentido y una importancia al debate, que a estar por los resultados pensamos que ha sido exagerado. Pero bien se deberá considerar que no es nada más ni nada menos que un acto de legítima defensa, reivindicando sus experiencias y conocimientos en el tema.
Se notó un desmedido esfuerzo por hacer gala de un jogo bonito, manteniendo una condescendiente equidistancia con los candidatos y manejándose con cuidado en el centro de la cancha, sin arriesgar opiniones contundentes. Como que faltó algo más, parecería.
El otro grupo de los periodistas debe separarse necesariamente entre los que tuvieron la dicha de participar y los que no estuvieron.
Los primeros se mostraron radiantes al mejor estilo de presentadores de debates de los procesos electorales y show televisivos americanos.
Su trascendencia o no en este caso, es difícil de explicar. De todas formas debemos tener presente que no estamos ante un periodismo inquisitivo al estilo argentino, ya que por lo general pocas veces se ven entrevistas jugadas. Por tanto en la ocasión y al amparo del reglamento del debate, el aporte profesional fue mínimo. Como en la escuela se podría decir, que pueden y deben rendir más.
El otro grupo está conformado por los que no participaron. Y como en la viña del señor, hay de todo. Pero llamó la atención que en algunos casos fueron absolutamente duros con sus colegas y con el formato utilizado. No sin razón defendieron el prestigio y la dignidad de la profesión, señalando que los periodistas no deben estar solamente para controlar los segundos de un cronómetro y que por sobre todo, tienen la obligación con su público de preguntar y repreguntar tal cual lo hiciera un ciudadano de a pie.
UN CUARTO Y ÚLTIMO GRUPO
Los que prefirieron la previa de Boca – River, o decididamente no les interesa debate alguno, ni elección alguna, ni políticas de nada.
Los desinteresados de siempre o quizá los desencantados de hace poco, no lo sabemos.
Y bien; ante este entreverado panorama con variados personajes y actitudes se deberá definir si ese debate con ese formato, contribuyo o no a formar opiniones, a decidir opciones o eventualmente a cambiarlas.
¿QUE NOS DEJÓ?
Y sinceramente soy biológicamente pesimista. Si bien histórico, si bien promocionado, si bien preparado, el contenido del debate fue anodino, apático y casi que sin gracia.
Luego del inicio prometedor, el debate cayo en lo que se podría llamar más de lo mismo. En los escasos segundos disponibles, cada uno trató básicamente de acusar a su contendiente. Cruce de afirmaciones sueltas, que bien podrían hacerse en momentos distintos en entrevistas televisivas sin mucha pretensión de confrontación en vivo. Llegando al colmo de que el candidato oficialista, alzando un poco la voz, le dice a su oponente, “míreme a los ojos”, cuando en realidad no buscó esa mirada, sino que se lo dijo a la cámara. En definitiva, le hablaron a los convencidos, sin arriesgar mucho.
Y por último, algo que seguramente será totalmente discutible.
La identidad de atuendos (trajes azules) no solo marcó el similar gusto de los asesores por la vestimenta, sino que marcó a mi juicio un posicionamiento muy coincidente en los temas profundos.
Si bien se cuestionaron algunos temas, algunas cifras y algunas soluciones, es evidente que en los temas más importantes del país no existieron diferencias notorias.
A mi juicio no se enfrentaron dos proyectos diferentes, a lo sumo se enfrentaron dos estilos.
En los temas fundamentales no existieron grandes diferencias. Por ejemplo:
UPM – La mayor inversión privada y pública de la historia que determinará un grado inadmisible de endeudamiento para futuras generaciones, ni siquiera entró al debate, salvo una referencia confusa de uno de los candidatos, acerca de la creación de puestos de trabajos genuinos según dijo, cosa que es inaceptable dado que la obra no durará más de dos años. Pero en realidad nada más dijeron.
ECONOMÍA – En general si bien mostraron algunas diferencias no surgió un solo planteo que seriamente nos indique cambiar las cuestiones básicas estructurales del sistema que se viene desarrollando por lo pronto desde la salida de la dictadura.
ASISTENCIALISMO – Retoques para mejorar y su mantenimiento.
SEGURIDAD – A pesar de los cuestionamientos en el fondo se notaron coincidencias, siendo al parecer un tema fundamental para asegurarnos la tranquilidad, el pedido de cedulas en la calles y el retorno a las comisarias barriales. Ambos de acuerdo. Sobre las causas del delito y posibles acciones para atacarlas poco y nada
SALUD – No se notaron diferencias importantes en los discursos de los candidatos, seguramente en cada programa existirán retoques a lo actual y poca cosa más.
VIVIENDA – Se vio la defensa de lo hecho y la críticas a lo que falta con el reconocimiento expreso del aumento de asentamientos, pero las acciones concretas y determinantes no aparecieron.
Y así se podría seguir con todos los temas, que hacen a la cuestión del gobierno y al futuro del país.
Sin dudas y tal como algunos pensadores prestigiosos pregonan, la Política, con mayúsculas, ha muerto.
Ya poco importan las ideologías, los programas, los discursos, lo auténtico y genuino. Parecería que el show, el marketing y las luces del espectáculo se apoderaron de la escena y los asesores juegan sus partidos con más protagonismos que los candidatos.
Me llamó mucho la atención, ver en un canal que no tenía tandas, como entre cada segmento, entre los analistas, estaba una Sra. Con su laptop, haciendo un seguimiento minuto a minuto de las redes sociales, mensaje a mensaje, hashtag a hashtag, foto a foto.
Y más llamó la atención su comentario, cuando dijo más o menos algo así: “estos insumos son prioritarios, para que los asesores entre cada segmento, le expliquen al candidato como debe modificar sus conductas o sobre qué temas afirmarse etc.” O sea; parecería que el discurso político y un debate profundo sobre el futuro del país quedarán de ahora en más a expensas de que puede pasar con los hashtag y el conteo de menciones positivas o negativas en las redes.
Futuro complicado nos espera.
Complicado, porque ya no tendremos candidatos genuinos, espontáneos, naturales, haciendo gala de sus cualidades y conocimientos, vamos rumbo a tener algo muy parecido a esos algoritmos de Facebook que cada tanto nos ofrecen hoteles o cubiertas de autos, porque descubrieron que hicimos esa búsqueda reciente el en Google.
En fin, cada uno tendrá sus preferencias y votará de acuerdo a su leal saber y entender a fin de mes, pero hay cuestiones preocupantes.
Por mi parte prefiero por ejemplo: aquel debate de la reforma constitucional de la dictadura en el cual en medio del humo entre los defensores de la dictadura Bolentini y Viana y los demócratas Pons Etcheverri y Tarigo. Allí de ninguna parte existieron confusiones cada cual defendió sus posiciones sin mirar el rating ni la encuestadora automática, el país se jugaba algo muy importante.
En ese caso al desaparecer el humo del set televisivo en todos nos quedó la sensación de que el tema era fundamental para el país.
En el caso del otro día al apagarse las luces al menos a mí me quedó una extraña sensación de vacío.
Debemos esforzarnos y mucho para no darle la razón a Sandino Núñez cuando dice: “Es como el famoso cuento de Arthur Koestler en el que el verdugo decapita con un golpe tan certero y prolijo que la cabeza del condenado queda exactamente en su lugar; el reo entonces se queda muy quieto, sabiéndose muerto y temiendo que un pestañeo o el menor gesto hagan que su cabeza ruede por el suelo. Entre el golpe que decapita (la tragedia que ya ocurrió) y el momento en el que la cabeza caerá al suelo (el eco de lo que ya ocurrió, el simulacro siempre a punto de ocurrir), se prolonga la vida póstuma de alguien que ya no tiene historia, ni lenguaje ni tiempo. Y ahí estamos ya desde hace mucho.”
Esperemos poder tener derecho a nuestra propia historia, nuestro lenguaje y nuestro propio tiempo. Dependerá de nosotros.
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