Cuando se publique este artículo las cifras que voy a proporcionar serán ya viejas, cambian negativamente todos los días. América Latina y el Caribe superaron los 5 millones de contagios a principios de agosto, mientras a novel global se superaron los 18 millones de infectados. Estados Unidos y Brasil encabezan la tabla global. A nivel mundial hay más de 22 millones de contagiados y vamos hacia los 800 mil muertos.
En nuestra región el trágico orden de la pandemia lo encabezan Brasil, México, Perú, Chile y Colombia, según datos proporcionados por la Universidad Johns Hopkins. Brasil supera los 3 millones de contagiados y supera los 100.000 muertos.
Es difícil o imposible en el pasado encontrar una tal cantidad de análisis, interpretaciones, previsiones, contradicciones políticas, ideales, científicas pseudocientífica o de cualquier tipo, como las que han aparecido desde el surgimiento de la pandemia hasta nuestros días. Es otra pandemia la que se nos ha venido encima a los comunes mortales sometidos a través de los medios y sobre todo de las redes y de las opiniones profesionales y de las otras, sobre las causas, sobre el posible desarrollo, sobre la nueva situación global.
Realizar un resumen de esas opiniones sería imposible y en cierta manera inútil, tengo la impresión que junto con gente seria, investigadora, responsable y comprometida con un aporte a la comprensión de este fenómeno único que la historia reciente, hay tanto chanta y charlatán, que me recuerda la literatura y la proliferación de textos en las épocas de las grandes calamidades en la historia y cuando ya circulaba el papel impreso, o anteriormente cuando la transmisión era oral, por los miles de predicadores de todos los cultos.
Hemos llegado al colmo que incluso sobre la cura y la vacuna, hay una disputa de las grandes potencias y todavía no podríamos decir con certeza si se alcanzó un grado farmacéutico fiable y en un plazo relativamente breve. La Organización Mundial de la Salud, por boca de sus máximas autoridades y para dar ánimo y perspectivas tanto a los investigadores, como a los pacientes y posibles pacientes, ya adelantó con su clásico sentido burocrático, que es posible que nunca se encuentre una cura y una vacuna adecuada. Otros charlatanes, pagos por la comunidad internacional.
En los países, avanzan, se paralizan y en algunos casos retroceden no solo en las cifras de la peste sino en el del retorno a cierta normalidad económica, social, laboral, cultural, turística y de la vida cotidiana y la salud mental de sus poblaciones.
La peste impactó de manera frontal y llena de contradicciones sobre todas las teorías e interpretaciones del desarrollo y del futuro de las naciones y de la globalización. Una sola cosa debería estar clara para todos, independientemente de cómo nos vaya a cada uno de los países (en ese sentido Uruguay le va muy bien, con 11 muertos por millón de habitantes, 1500 enfermos totales, y más del 80% de recuperados) la marcha hacia otra normalidad, o una nueva anormalidad, podrá tener tiempos y dolores diferentes, pero dependemos del resto del mundo, incluso desde el punto de vista emocional, de los empujes que requerirá el «nuevo mundo» post peste para salir adelante y enfrentar con otra conciencia y previsión los nuevos peligros, como por ejemplo el cambio climático.
América Latina que comenzó de atrás, después de la dramática explosión europea, se sitúa como la región más afectada y más comprometida. Con lo que hemos perdido hasta ahora, la caída de nuestra producción, de la recaudación de recursos por los estados, el incremento de los costos sanitarios y todas las consecuencias derivadas afrontamos un nuevo momento histórico, donde ya hemos perdido en lo fundamental los avances obtenidos en los últimos 20 años.
Los dos grandes países en términos demográficos y con gobiernos totalmente diferentes Brasil y México que superan los 320 millones de habitantes son los más afectados, con un encare por parte de sus presidentes bastante desprejuiciado y liviano de la pandemia. Y lo están pagando muy caro. No los afectó un virus especial, otra cepa, fue la misma que a todos, pero multiplicada, como en los EE.UU. por la irresponsabilidad de sus gobernantes. Explícita, defendida, insistida hasta la barbarie.
La pandemia no diferencia orientaciones políticas, desde el Chile de Sebastián Piñera, hasta las oscuras cifras de Venezuela o de Nicaragua. Hay que asumir que la pandemia ha puesto a prueba a todos los gobiernos con resultados diferentes y evidentes. Y esto todavía no termina.
La Unión Europea aprobó un programa de salvataje de sus economías, de 850.000 millones de dólares, en América Latina y el Caribe no hay mecanismos colectivos para este tipo de programas y fuera de ciertos refuerzos crediticios de los bancos regionales, cada país ha quedado librado s su suerte, a su capacidad y a su inteligencia. Y comparativamente con el punto de partida de nuestra situación económica y del impacto de la pandemia, estamos realmente mal y lleno de incertidumbres. Existe la esperanza soterrada de que el lento reptar hacia algo de normalidad nos pondrá lentamente de pie.
No a todos le irá tan mal o algo mejor, pero todos habremos perdido nuevamente un tiempo precioso para dejar de ser los eternos países emergentes y salir a flote en forma estable, sustentable climáticamente y socialmente. Nos alejamos.
Hay diversas previsiones al respecto, pero CEPAL y analistas privados estiman no menos de 3 años para alcanzar los niveles previos a la pandemia y no veníamos precisamente del paraíso. Y no dependemos solo de nuestras capacidades, la situación del comercio global, del consumo de nuestros principales productos de exportación, las tensiones entre las grandes economías globales (China y EE.UU.) serán claves para el ritmo de nuestra recuperación.
A ello se agregan una serie de episodios políticos que tendrán su impacto, las elecciones en EE.UU., en Bolivia, la tensión permanente en Chile, las elecciones o las «elecciones» en Venezuela, los múltiples pedidos de juicios políticos contra Bolsonaro, la situación económica y judicial en Argentina, las permanente tensiones en Colombia y a otro nivel en Perú y Ecuador.
En Uruguay, lo que tenemos por delante a solo 30 días son las elecciones departamentales y municipales, que sin duda tendrán una componente nacional derivada de la situación de la pandemia y del nuevo gobierno que asumió el 1º de marzo, luego de 15 años de gobiernos del Frente Amplio. Y que además de la elección de intendentes, ediles y alcaldes, tendrán necesariamente una lectura más general sobre el proceso político de todas las fuerzas, las del gobierno, dentro del propio gobierno y en la oposición. ¿Cuál será la tendencia dominante?
Hay un elemento que todos deberán tener en cuenta, será necesario incorporar el análisis de esta dramática experiencia, de los nuevos procesos globales derivados de la misma y de la conciencia de una mayor fragilidad para nuestra civilización a todas las reflexiones políticas e ideológicas. Quienes lo hagan con mayor profundidad, manteniendo la diferencia y la independencia entre la ciencia, la técnica y la política, pero integrando en forma mucho más estrecha y permanente y compleja estas relaciones, tendrán una fuerte ventaja. No solo en su permanente lucha por el poder, sino en su identidad, en su capacidad de responder o intentarlo al menos, las grandes interrogantes que ya se nos han venido encima.
Todas las regiones del mundo, tienen planteados sus propios y particulares problemas, deberemos tratar de aprender y hacer circular de la manera más seria y profunda, los aprendizajes y las potencialidades. No hay soluciones regionales, menos nacionales y de comarcas, la pandemia nos sumergió hasta el cuello en la globalización, económica, productiva, comercial y todavía más cultural.
- Esteban Valenti – Periodista, escritor, coordinador de Bitácora, director de Agencia de Noticias Uypress
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