Y aquí estamos, esperando la vacuna. Ansiosos pero sin pánico ni paranoia. ¿De qué sirve? Y con poco caso a la manija; ¡bueno sería! Eso sí, confinados. Así nomás, con todos los cuidados del caso. Los compañeros del PIT-CNT-FA le llamarían “solidariamente encerrados”. Con confianza en el gobierno. No hay otra. Yo quiero que comiencen a vacunar mañana. Supongo que Lacalle quiere empezar hoy mismo. Para él está en juego su futuro político, casi. Y más con la «ayudita» de la oposición; especie de «caranchos» de la política, diría alguno de sus líderes.
Debemos estar muy cerca. Basta ver como algunos potenciales futuros aspirantes tratan de copar el escenario. Ellos deben tener algún dato cierto. Locos por aparecer en la cajita de vidrio, como le llamaba un director de cámaras en la época en que estuve por la TV («Prioridad»).
Pienso que el gobierno lo maneja bien. Ha habido quizás alguna decisión apurada en los primeros contactos con los laboratorios. Una cierta irresponsabilidad o arrogancia de juventud. Porque eso pasa: ser joven viene en alza, pero el mundo no se inventó ayer; es desde antes. Es un hecho que los vinos jóvenes y frescos están de moda: son ricos, frutales y florales, pero de vez en cuando no está mal detenerse a degustar, cavilar, y compartir y consultar con uno de guarda, bien conservado. Son más complejos, sí, pero con otra sabiduría.
Estoy casi en 78, varias patologías, como y bebo, con su correspondiente sobrepeso y fumo (creo que ya lo he contado) pero tranquilo. Confío. En momentos como el que vivimos sinceramente y sin ningún prejuicio prefiero que el timón esté en manos de Lacalle Pou y no de Mujica. De Salinas y no de Olesker, insisto.
Mientras, cumplo con un estricto confinamiento: con Alma nos cuidamos mutuamente. Es lo que hemos hecho en los últimos 63 años y tan o más contentos hoy que en el primer día. Además armé huerta en el balcón: romero, tomillo, cilantro, orégano, ciboulettes, menta, eneldo, perejil, salvia. El verde, como a Lorca, me inspira y me inyecta vida. Como mis nietos y mi bisnieto que – de a uno- nos visitan todas las semanas.
La pandemia le cambia la vida a uno. Lo obliga a reacomodarse. Por otra parte tengo amigos y más de un conocido que les va muy bien con la pandemia. Las pestes y las crisis generan oportunidades. También son aprovechadas por los usureros, esos sátrapas repugnantes y mala leche que tratan de explotar las necesidades, ansiedades y temores de la gente para traer agua (y votos) para sus molinos. Dicen que el poder enloquece y hay medios e instrumentos para llegar a conseguirlo o recuperarlo que envilecen.
Es facilongo presentar planes y programas, en función de cada momento. Hoy uno y mañana otro y eso sí, con salarios para todo el mundo, aunque no existan ni de dónde sacar los recursos para pagarlos.
El asunto es ponerlo en la «pancarta». Después, si no resulta, cambiar la pancarta y hacerse el bobo. Como diría mi amigo Sandor Díaz » hacerte el capón aunque los huevos vengan de arrastro». Se los presto, es muy ilustrativo para desnudar la mentira y el cinismo de los usureros electorales. Si hay gente que les cree, viva la cara de ellos.
Iba a contarle mis periplos telefónicos en época de peste pero será para otra. Este último párrafo es para recomendarle la entrevista en El País al Dr. Henry Cohen. ¡Que lección! No tiene desperdicio.
- UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias
Sé el primero en comentar