EL CASO ROVIRA, LA LIBERTAD DE CULTOS Y EL CAMIONERO QUE CHOCÓ CON UN MITO La posición de la profesora Mercedes Rovira considerando una “anomalía” la homosexualidad fue “inoportuna, ofensiva, poco inteligente y anacrónica”, tal como la definió en una carta pública un ex estudiante de la Universidad de Montevideo (UM), donde esta doctora en Filosofía iba a asumir como rectora. Eso es una cosa. Que un fiscal la haya investigado de oficio por presunta discriminación en el ingreso de docentes a la UM, es otra muy distinta. La actitud inconsecuente de algunos magistrados, la doble vara, la inclinación a jugar para la tribuna, a seguir la línea política de turno, no es algo nuevo. Eso se ve en los grandes temas nacionales como en asuntos individuales.
Solo a modo de ejemplo: para la Justicia la ley de Caducidad era constitucional cuando el gobierno de turno la impulsaba, y la consideró inconstitucional cuando un nuevo gobierno la rechazó. La doble vara en los grandes temas y en las cuestiones individuales.
Un camionero va preso porque tuvo la mala suerte de chocar con el campeón del mundo del 50 Alcides Ghiggia. Los expertos en tránsito consideraron una barbaridad que el camionero haya sido privado de su libertad cuando accidentes como ese se ven todos los días y nadie va preso. La razón del fallo judicial rompe los ojos. Fallos sobre grandes temas o sobre temas individuales. La institucionalidad de un país o la peripecia personal de un camionero donde lo que está en juego es nada menos que la libertad.
Al fiscal que indagó de oficio a Rovira seguro se le pasaron una larga lista de dichos y hechos –como la muerte de dos pacientes porque el sistema de salud no funciona con celeridad– sin que ello lo moviera a iniciar acciones. Es su prerrogativa. En todo caso, si la UM discriminó, que es lo que el fiscal investiga, debería haberse enfocado en las autoridades actuales, ya que Rovira no asumió. Pero citar a Rovira era políticamente correcto.
Algo similar había manifestado el arzobispo Nicolás Cotugno, porque esa es la posición de la Iglesia Católica a la que Rovira pertenece, amparada en la libertad de cultos. Es la misma libertad que rige para los mesías que cobran por hacer ver a los ciegos y caminar a los paralíticos. Ver el robo que sufre la gente en cines devenidos en templos o escuchar posiciones hirientes como las de Rovira, y respetarlas, es respetar la libertad y bancar su agridulce sabor que no siempre marida –más bien todo lo contrario- con la corrección política. De elobservador.com
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