Las cárceles uruguayas siguen siendo un espacio donde encerramos al pobrerío, los dejamos aislados de la sociedad y expuestos a diversas modalidades de violencia. Lo indignante y frustrante es que se sigue planteando que la solución pasa por construir cárceles y «hacerlos trabajar».
Obviamente no hay recetas sencillas, pero los avances son cada vez menos y los retrocesos mayores.
Cuando autoridades con poder de decisión se enorgullecen de una mayor cantidad de detenciones en vez de proponer cambios en la gestión radicales y optimización de planes de tratamiento para que cuando sean liberados no solo hayan sido expuestos a la violencia, la tasa de reincidencia seguirá siendo una vergüenza nacional.
Se sigue laburando para la tribuna y se sigue sin escuchar a los que investigan y a los que día a día trabajan muchas veces dejando de lado su salud física y mental. La salud laboral es prácticamente inexistente y los trabajadores se exponen a una insalubridad que nadie reconoce.
Insalubridad en relación a exposición de radiaciones que nunca han evaluado, exposición a la violencia institucional y gran cantidad de trabajadores con síntomas de depresión y burnout (1).
Esas políticas pueden llevar cualquier título menos el de DIGNIDAD
(*) Pablo Ferreira (Extraído de Facebook)
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(1)El síndrome de burnout también llamado «síndrome del trabajador quemado» está relacionado con una respuesta de estrés crónico en el trabajo. Generalmente, se caracteriza por un progresivo agotamiento físico y mental, falta de motivación absoluta, entre otros.
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