FERNANDO FILGUEIRA: La pandemia y una Teoría Social del Desarrollo (*)

“No se puede pensar un país pequeño sin un Estado fuerte financiando núcleos de investigación…”

El Portal de la Udelar conversó con Fernando Filgueira tras recibir por su trayectoria académica el Premio de Investigación Humboldt, que otorga la Fundación Alexander von Humboldt de Alemania. También comentó sobre su trabajo al frente de un equipo de sociólogos, psicólogos y profesionales de la comunicación en el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) de Presidencia de la República, el rol de la Udelar en el apoyo a la emergencia sanitaria, entre otros temas.

Fernando Filgueira es licenciado en Sociología por la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad de la República (Udelar) y tiene una maestría y un doctorado por la Universidad de Northwestern, Estados Unidos.

Todos los años la Fundación Alexander von Humboldt invita a un investigador reconocido académicamente a nivel internacional a cooperar durante un año en proyectos de investigación a largo plazo, con colegas alemanes, para promover la colaboración científica internacional. Los investigadores elegibles para ser nominados para esta distinción son aquellos que plantean nuevas teorías, descubrimientos y perspectivas, que han tenido un impacto significativo en sus disciplinas y se espera que a futuro sigan alcanzando logros innovadores a nivel académico.

A continuación, la entrevista realizada por el Portal de la Udelar.

¿Qué significa para usted recibir este reconocimiento que le otorgó la Fundación Alexander von Humboldt de Alemania?

– Fui designado como candidato por mis colegas del Instituto GIGA (en inglés German Institute for Global and Area Studies) de Hamburgo en América Latina y redes de colegas en la región y el mundo. Me siento súper honrado, uno siempre se pregunta si es merecido o no, pero se recibe con gusto. Es un premio importante, con reconocimiento internacional, y en las Ciencias Sociales muy poca gente lo ha recibido en América Latina.

Imagino que lo que está detrás de esta distinción es mi trabajo que se puede delimitar como un intento de generar una Teoría Social del Desarrollo que integra claramente dimensiones que se fueron fragmentando con las especializaciones canónicas de las disciplinas sociales. Mi trabajo integra fuertemente Sociología, Demografía, Ciencia Política y Economía. Esos cuatro elementos están presentes y dieron inicio como una preocupación en torno a los regímenes de bienestar, a los sistemas de welfare y de políticas sociales, pero se fueron ampliando hacia un intento de entender las dimensiones y las esferas claves que componen el desarrollo en sus indicadores fundamentalmente sociales.

Básicamente, trabajo con la idea de cuatro esferas que son las que producen tanto situaciones de riesgo como mecanismos de aseguramiento e inversión en las personas. Estas son: el mercado, el Estado, las familias y la comunidad o sociedad civil.

De alguna manera, busco repensar las teorías del desarrollo económico y social desde las dinámicas que componen estas cuatro esferas. Allí tengo algunos trabajos en particular que al inicio se orientan sobre todo a América Latina e identifico para el continente una configuración que le es propia más allá del nivel desarrollo de los países.

Guatemala tiene un nivel de desarrollo muy diferente en indicadores económicos y sociales que Uruguay, por ejemplo. Sin embargo, cuando uno divide al mundo, al globo en su conjunto en niveles de desarrollo y luego realiza un análisis de conglomerado, que es un análisis de cercanía de los casos parecidos entre sí, a partir de un conjunto de variables claves demográficas, económicas y sociales, América Latina -cualquiera sea el nivel de desarrollo en el que se encuentran sus países- se aglomera y se separa de otros países de similar nivel de desarrollo: presenta un tipo de desarrollo que lo diferencia del resto del mundo.

Uruguay es comparable en nivel de desarrollo con algunos países del este europeo y con algunos del sureste asiático, pero cuando uno compara Uruguay, Chile y Argentina se aglomeran y se separan de esos otros países por un mayor nivel de urbanización, una ventana de oportunidades demográficas más corta, niveles de desigualdad más altos, y un mayor nivel de informalidad dado el nivel de desarrollo de nuestro mercado laboral. Esto es cierto también para los otros países de la región con menores niveles de desarrollo: su tipo de desarrollo sigue siendo diferente.

Eso genera un conjunto de configuraciones de riesgo particular, donde las cuatro esferas que operan -mercado, Estado, familia y sociedad civil- generan niveles de riesgo altos a su población y niveles de aseguramiento, protección y promoción bajos.

Entonces esa discusión que desarrollé en su momento para América Latina, la extiendo luego en una discusión más amplia con respecto a otros países del mundo. Los estudios son de tipo empírico, conceptual también, trabajando a veces sobre alguna de estas esferas, a veces sobre las esferas integradas, con énfasis primero en el Estado, luego en la articulación entre mercado y Estado, y recientemente en el tema de familias. Me importa mucho, cada vez más diría, el rol de las familias en los procesos de desarrollo y su interrelación con el Estado y los mercados.

La economía tiende a trabajar con individuos aislados, agentes racionales individuales. Estoy intentando abordar una teoría de las familias en el contexto de desarrollo, y eso es lo que me lleva a la colaboración con el Instituto GIGA. El trabajo que pretendemos desarrollar es un análisis comparado de las dinámicas familiares en todo occidente.

Respecto al intercambio que fomenta el premio, ¿cómo enriquecerá su investigación en cooperación con colegas alemanes? ¿En qué aspectos o líneas de investigación?

– La idea es que este año pueda tener una primera estadía en Hamburgo para trabajar con los equipos del Instituto GIGA que vienen trabajando en torno a estos temas de bienestar, familias y Estado, con énfasis en América Latina. El libro que pretendemos estructurar es un libro comparado, que incluye no solo a América Latina, sino a otros países de occidente también. La dinámica es la conformación de equipos de trabajo aquí, mi espacio de producción está dentro de la Unidad de Métodos y Acceso a Datos de la Facultad de Ciencias Sociales, conjuntamente espero tender puentes y estructurar más mi trabajo con colegas que están desarrollando sus tareas en la Unidad Multidisciplinaria de la Facultad, que vienen de la tradición más demográfica y que están trabajando en el tema de familias y dinámicas familiares en América Latina. Espero poder anclar este trabajo más en Uruguay y, por otro lado, desarrollar estas redes para los investigadores.

Es un trabajo de mediano plazo, aunque la idea es un libro sobre familias en América Latina y occidente, este no tiene un plazo inmediato. La idea es poder colaborar a una literatura que se viene desarrollando hace un tiempo, que combina la literatura sobre Estado de bienestar, transformaciones familiares y variedades de capitalismo. Se intentan mostrar que los desafíos del desarrollo, cuando los reducimos a las dinámicas meramente económicas hay mucho que no vemos y mucho de lo que vemos no lo entendemos cabalmente.

Entonces cuando logramos salir de una lógica estricta de agentes individuales, maximizadores de utilidades, de búsqueda de eficiencia, con asignación de recursos a través del mecanismo del mercado, e incorporamos otra esfera que asigna recursos por otra lógica -las familias, que asignan recursos como el tiempo, dinero, prestan servicios entre sus miembros-, además obviamente la de otra esfera que es el Estado y también asigna recursos pero con criterios vinculantes a diferencia del resto, además de una diferencia clave con las otras esferas: el estado puede y de hecho utiliza mecanismos regulatorios y coercitivos que regulan lo que se puede y no puede hacerse en las otras esferas (salario mínimo, educación obligatoria, entre otros).

Cuando integramos estas tres esferas por lo menos a un análisis del desarrollo, capturamos mejor las dinámicas y los bloqueos del desarrollo socioeconómico en nuestras sociedades.

¿Qué importancia considera que tiene este premio para la investigación en la Udelar?

– Es un reconocimiento para la Universidad de la República. Mi grado fue en la Universidad, en lo que era en aquel momento el Instituto de Sociología, hoy Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales. Desarrollé buena parte de mi docencia en esa Facultad, también participé en otras universidades, pero desarrollé mis líneas fundamentales -al retornar del doctorado en Estados Unidos- en el Instituto de Ciencia Política (FCS) mirando el desarrollo de las políticas de welfare y bienestar en América Latina y Uruguay. Conformé equipos de trabajo, redes de investigación en la Udelar, es decir que una parte fundamental del mérito es colectivo, se fue acumulando y gestando en diferentes momentos con diferentes colegas e investigadores de la Udelar.

Espero que el premio sirva, no solo por la distinción, sino para fortalecer redes de intercambio con un ecosistema de investigación en Europa y Alemania que es muy potente y con el cual no siempre desarrollamos todas las sinergias o vínculos posibles. Entonces que uno tenga esta posibilidad institucional con apoyo financiero además, facilita y puede fortalecer nuevos formatos de cooperación, de intercambio, de jóvenes estudiantes que participen en los equipos de trabajo que van a ir desarrollando estas investigaciones para que puedan hacer pasantías o estadías fuera del país.

El premio es la integración a la comunidad de Humboldt, que es una comunidad de investigadores internacional y un conjunto de recursos y oportunidades adicionales de financiamiento e intercambio.

Creo que también puede haber estado presente en la distinción un conjunto de documentos y reflexiones teóricas con apoyo empírico, con un grupo de colegas vinculados al G20. Este grupo tiene lo que se llama el T20, los centros o espacios de investigación de los países del G20 que se consolidan allí y generan un conjunto de documentos y recomendaciones para los países del grupo y del mundo en general. Allí hace un tiempo venimos trabajando con otro grupo de investigadores en torno a los desafíos de la globalización.

Estamos ante una situación de debilidad del multilateralismo, cuando más se requiere, dado que el conjunto de desafíos globales que se nos plantean no son manejables por el Estado-Nación. Esto proviene también de la discusión de las esferas. El Estado, el mercado, las familias y la sociedad civil son pensados para una época en particular cuando el Estado-Nación tenía una cierta capacidad soberana sobre territorios determinados que ha perdido parcialmente, ciertas instituciones o dinámicas globales han socavado esa capacidad soberana.

Repensar la forma en la que se generan los espacios de soberanía global y soberanía nacional es uno de los grandes desafíos que tienen las Ciencias Sociales por delante. En ese marco, nosotros proponemos por primera vez la idea de un ingreso universal global, no la discusión del ingreso ciudadano nacional o Renta Básica Universal. Ésta generalmente se piensa para naciones, pero nosotros estamos pensando una propuesta global financiada a través de impuestos globales a las transacciones financieras, a la contaminación ambiental -es decir, sobre el carbono en principio-, e impuestos globales sobre ciertos niveles de renta de unidades económicas globales también.

Estos tres elementos financiarían un ingreso universal ciudadano mínimo global y administrado por instituciones globales, es decir, por el sistema de las Naciones Unidas, en principio. Es obviamente una mirada extremadamente utópica en este momento, pero ha sido incorporada dentro de las recomendaciones que el G20 está colocando a sus gobiernos. De aquí a que lleguemos a ello hay mucho por andar, pero intentamos realizar una fundamentación económica, política y social de porqué es necesario y constituye un paso fundamental para que el Estado-Nación pueda seguir teniendo su espacio de soberanía, pero que haya una parte del principio soberano que se transfiera directamente de los individuos a instituciones globales.

En esta misma línea, ¿qué opinión le merecen las propuestas de Renta Básica Universal en el contexto de pandemia, por parte de la academia y el sector sindical?

– Realicé una propuesta con colegas que se llama Universalismo Básico, que es para América Latina y combina elementos de la idea de una renta ciudadana, pero no la totalidad de ella, con elementos vinculados a aspectos no monetarios del rol del Estado, que tienen que ver con bienes públicos y de mérito. En el modelo de renta ciudadana en su forma extrema en verdad el Estado se retrae de la provisión de servicios y la renta ciudadana le permite al ciudadano comprarlos en el mercado. No es un modelo donde uno mantiene el sistema de seguridad social, el sistema educativo y el sistema de salud gratuitos.

En su forma extrema la renta ciudadana le otorga al individuo una renta suficiente para que compre en el mercado todos esos servicios además de mantenerse cotidianamente. Ese modelo puro hoy, yo diría que nadie lo propone en su integralidad, entonces se habla de una renta ciudadana además de un conjunto de servicios del Estado.

En principio estoy de acuerdo, como norte, en ir a un modelo de estas características. La clave está en el principio de desmercantilización, la operación que el capitalismo realiza es mercantilizar un conjunto de aspectos de la vida, es decir, transforma nuestro tiempo en mercancía que se vuelca al trabajo, nuestra alimentación se transforma en un intercambio mercantil porque compramos a través de dinero que generamos en el mercado otras cosas que también se producen en el mercado, y eventualmente se podría decir que se puede comprar un seguro contra envejecimiento, aseguramientos que le permitan enfrentar mañana situaciones de riesgo.

La renta ciudadana apuesta a niveles altos de desmercantilización, es decir, te entrego un piso básico de supervivencia que no tiene que ver ni con tu capacidad de mercado ni con tu necesidad, no es por focalización, ni por tu pertenencia a alguna categoría de solidaridad o de empleo. Te lo entrego por tu condición ciudadana. Entonces ese es el principio máximo de desmercantilización.

Nuestro argumento para América Latina es el universalismo básico, que apoya este principio de desmercantilización aunque no siempre el modelo sea solo renta, es una combinación de renta otorgada por principio ciudadano, una jubilación básica no contributiva universal y una asignación familiar básica también no contributiva universal. Es decir, un piso ciudadano para los menores de 18 y los mayores de 65 años.

En el medio un seguro de desempleo que tenga componentes contributivos pero también no contributivos, y luego los servicios básicos del Estado: salud y educación gratuitas, universales y no contributivas, es decir, no financiadas a través de mi salario como trabajador formal, sino desde rentas generales. Esa idea para nosotros hay que trasladarla ahora a un nivel global, aunque sea en un embrión pequeño de renta ciudadana mínima.

Con respecto a Uruguay, creo que en este momento la idea de una renta ciudadana es atractiva pero es fiscalmente compleja. Entre lo que está sucediendo en nuestro país y la renta ciudadana hay muchos pasos intermedios que se pueden dar. Hoy efectivamente el Estado uruguayo está realizando un esfuerzo fiscal relativamente débil para enfrentar la naturaleza del shock que implica y las acciones que hay que realizar para contener la pandemia. Se puede ir avanzando hacia allí, pero la forma de avanzar en un contexto fiscalmente restrictivo y ante un shock exógeno de esta naturaleza que es muy agudo, requiere elementos de focalización todavía.

La renta ciudadana renuncia a los elementos de focalización, es general. Sigo creyendo que Uruguay está en condiciones de generar un piso universal de asignaciones familiares y de prestaciones en jubilaciones y pensiones. Está en condiciones fiscales de hacerlo, pero para eso tiene que ajustar otras cosas: la Caja Militar, la Caja Policial, el modelo de indexación que tenemos de las jubilaciones y pensiones, el gasto en salud, entre otros.

¿Cuáles serían las políticas sociales más adecuadas para proteger a las personas más precarizadas?

– Parte del asesoramiento que estamos realizando como insumos al GACH plantea que el proceso de precarización de la estructura social a partir de marzo de 2020 en adelante implicó el aumento de niveles de desempleo, la pérdida de ingresos relativos en una parte muy importante de los hogares pobres, de pobreza extrema y de situación de vulnerabilidad. Eso tiene un impacto que es muy marcado cuando se dan los primeros pasos de contención de la pandemia (de marzo a mayo), y luego Uruguay empieza a retomar algunas actividades económicas y la estrategia gubernativa parece ser mantener la billetera fiscal relativamente cerrada en la medida en que se pueden recomponer un conjunto de actividades económicas.

Dentro de las respuestas que dio el Estado, una de las más importantes fue el seguro de desempleo. Uruguay, a diferencia de América Latina, tiene un seguro de desempleo que alcanza a un porcentaje muy importante de la población ocupada. Esa fue una primera respuesta relativamente robusta y perfectamente focalizada. El Estado operó de forma inteligente extendiendo y flexibilizando el seguro de desempleo, hay que sostener eso. Con respecto a los trabajadores formales, la respuesta ha sido razonable, el problema es con los trabajadores informales y los sectores más vulnerables.

Las medidas fueron: la duplicación de la tarjeta alimentaria -una mitad más por mes-, la duplicación de las asignaciones familiares para quienes no reciben esa tarjeta, y la canasta electrónica. Además de eso, algunas medidas concretas para grupos particulares: la exoneración del pago de tributos en unipersonales del sector turismo o el no corte de servicios básicos a partir de la no posibilidad de pago u otras medidas.

Si miramos cual es el gasto per cápita que se ha volcado para los sectores formales versus el que se ha volcado para los sectores vulnerables, es mucho menor. Allí se requiere un esfuerzo adicional, las herramientas pueden ser similares a las que hoy están y es necesario identificar algunas situaciones de más alta vulnerabilidad que por la no presencia de niños no hay tarjeta ni asignación, o por problemas de acceso a la información hay personas que deberían estar recibiendo algunas de estas prestaciones y no las están recibiendo.

Un esfuerzo de esta naturaleza sumado a un esfuerzo con micro y pequeñas empresas en la situación pandémica constituirá un piso transitorio entre lo que queda de marzo y, por lo menos, para finalizar el primer semestre, que con la situación de vacunación en marcha y con la evidencia que surja del control de la pandemia, y las tasas de mortalidad, la economía nacional y las economías globales pueden retomar un ritmo más parecido al pre-pandémico. Pero se requiere planificar un esfuerzo entre marzo y junio o julio un poco mayor que con el que transitamos en este periodo.

¿Cómo está trabajando el grupo asesor del GACH?

– Estoy invitado formalmente como individuo, pero para producir algunos aportes me he apoyado en mi grupo de trabajo particular en la Unidad de Métodos y Acceso a Datos. Tenemos reuniones periódicas para identificar los diferentes componentes donde vamos a intentar realizar aportes: psicología, sociología, economía, vamos a estar aportando documentos públicos que por un lado, van como insumo al GACH y por otro lado, con leves variaciones, van a asumir carácter público como contribución al debate general en la línea de lo que está aportando Luís Bertola de la Academia Nacional de Ciencias que va a realizar una iniciativa en donde las ciencias sociales van a estar realizando aportes a la situación social y las respuestas a la pandemia.

Con la Facultad de Psicología y la Unidad de Acceso a Datos estamos mirando los aspectos de percepción de riesgo y comportamentales con la encuesta PANEL que realiza el Instituto de Estadística de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración y financia el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y los datos van a ser procesados e incorporados para ver aspectos de percepción de riesgo, nivel de adherencia a las medidas de distanciamiento, de cuidados, etc., otros aspectos comportamentales y de movilidad.

También estamos realizando una mirada sobre el impacto de la movilidad social en la evolución de los casos a nivel comparado, seleccionamos 14 países que creemos que son altamente comparables por población, por nivel de desarrollo socioeconómico – algunos bastante superior a Uruguay y otros por debajo pero dentro de un rango que se puede ubicar a nuestro país razonablemente por capacidad de testeo similares a Uruguay e intentamos mirar en ellos algunas regularidades empíricas para ver cómo se relacionan las decisiones de gobierno, con la movilidad social y con ello la evolución de casos y lo que vemos es una situación en donde más allá de las buenas noticias recientes que ha tenido Uruguay del proceso exponencial que se había generado entre finales de noviembre e inicio de enero es que el equilibrio es muy inestable.

Prácticamente no hay país que con niveles de movilidad relativamente alto como está retornando Uruguay luego de la estacionalidad del verano, que logre sostener un equilibrio cuando ya tienen circulación comunitaria. Posiblemente sobre inicios de marzo vamos a tener un nuevo empuje y se pueden requerir nuevas medidas y por eso es importante tener pensado cuales son las medidas de mitigación de los costos sociales.

¿Observaron cambios en el comportamiento de las personas?

– Uruguay es un caso totalmente desviado porque para los niveles de movilidad que retoma en junio-julio, debería haber tenido la primera ola por allí. Nuestro país suprimió actividades no esenciales que demandan movilidad, entonces hizo una exhortación que fue muy bien respondida por la población y con eso disminuyó notoriamente la movilidad. Luego logramos un período largo que mediante testeo y trazabilidad, y medidas no farmacológicas de cuidado y autocuidado de la población, mantuvo los casos en niveles relativamente controlables y bajos: tapabocas, lavado de manos, distancia.

Es muy difícil modificar los comportamientos cuando se recompone la movilidad a un nivel tal para que un virus de estas características de contagio no se transforme en un virus de circulación comunitaria.

En parte, al inicio lo pudimos hacer porque cuando uno mira los 15 años de gobierno -sin mirar el color del partido que gobernó-, el país tenía un stock de resiliencia social, los hogares tenían un stock, teníamos bajos los niveles de pobreza e indigencia, los sectores vulnerables con cierta capacidad de ahorro, altos niveles de formalización de la fuerza de trabajo, un sistema de salud de características universales. Todos estos elementos nos permitieron esa respuesta robusta frente al primer momento de la pandemia.

Además teníamos una percepción de riesgo más alta, en ese momento conocíamos lo que estaba pasando en otros países como España e Italia que fueron los países donde la pandemia generó la sobrecarga de los sistemas de salud y niveles de mortalidad muy alto. En la medida que se empieza a convivir con el virus, esa percepción del riesgo baja y especialmente en las poblaciones que tienen bajo riesgo. Más allá de la solidaridad de la población, el riesgo para la población joven es bajo. Uruguay logró frenar la ola mucho más tiempo que casi cualquier otro país con los niveles de movilidad que tenía. También por las decisiones adecuadas del gobierno actual de ir abriendo de a poco los protocolos.

Ahora con una circulación comunitaria, con un piso aproximado de entre 400 a 500 casos diarios, retornando a la movilidad propia de año lectivo y laboral que no es enero y febrero, la hipótesis que manejamos es un retorno de una expresión exponencial importante que para ser frenada puede requerir algunas restricciones adicionales -no cuarentena obligatoria-.

Hay dos cosas que deberían ser lo último en cerrar y lo primero en abrir: la educación y las prestaciones en salud. Estamos en un semestre, volviendo a las esferas, donde sabemos que el mercado va a estar debilitado para cumplir su rol adecuado porque requiere altísima movilidad. Las dos esferas que tienen que hacer el aguante este semestre son el Estado y las familias. Para eso el Estado tiene que aliarse con las familias y generar un conjunto de prestaciones básicas para pasar la tormenta. Eso nos permitiría disminuir la movilidad y mantener estos seis meses hasta que la vacuna eventualmente empiece a operar y facilitar otras estrategias.

Con respecto a la vacuna, desde el punto de vista sociológico, ¿cómo visualizan desde el grupo de trabajo la percepción de la gente?

-Todavía no lo hemos abordado, va a ir en alguna de las encuestas. Además vamos a realizar una encuesta solo sobre Covid-19 desde el centro de llamadas de la Unidad de Métodos y Acceso a Datos, con más casos y un formulario íntegramente dedicado al tema. Ahí vamos a preguntar sobre el tema de las vacunas. En el panel del PNUD publicado en La Diaria, la forma en la que se interpretó la respuesta fue un poco equivocada: no es que más de un 40% de los encuestados no se va a vacunar, sino que no están tan seguros de hacerlo. Si uno lo quiere leer en rigor, tiene que leerlo así. Si no, tiene que abrir más categorías, más opciones.

Mi sospecha es que el corazón duro anti vacunación contra Covid-19 es mucho más pequeño que ese que dice que está teniendo dudas, y que en la medida en que la campaña se vaya desarrollando y la vacunación se vaya realizando vamos a tener porcentajes de vacunados razonables. Esto es pura especulación de mi parte, mirando pocos números y una cultura uruguaya que no ha sido antivacunas. Es verdad que este ha sido un contexto diferente, acelerado, pero no va a ser un cuello de botella la falta de predisposición de la población a vacunarse.

¿Han evaluado los efectos de la pandemia en la salud mental de los uruguayos?

– La encuesta también va a incluir preguntas sobre el tema de salud mental, que están siendo elaboradas por el equipo de Psicología. Hay alguna evidencia sobre el tema de angustia, depresión, el aumento de consumo problemático, violencia en la convivencia familiar. Recordemos que Uruguay atravesó el año como casi ningún otro país donde la pandemia estuvo instalada, comparado con el enclaustramiento que tuvo Argentina, España, Francia e Inglaterra y estamos lejos.

Entonces también los efectos negativos psicológicos hay que mirarlos en contraposición a lo que efectivamente pasó en Uruguay, donde en realidad jóvenes y adolescentes después de mayo o junio hicieron una vida relativamente normal, porque la parte educativa estaba medio parada, pero mucho más parecida a lo normal que en otros países.

Mucha de la literatura que nos ofrece elementos sobre la depresión, violencia, suicidio, conflicto familiar, etcétera, es literatura que en Uruguay es aplicable, hay que mirarla, pero con un parámetro diferente de lo que fue la disrupción de la vida cotidiana de las personas, que fue menor que en otros países. Lo que sí sabemos es que en materia de cuidados, en la medida que las escuelas y liceos estuvieron cerrados o con baja presencialidad generó un enorme problema: estrés familiar, sobrecarga en las tareas de cuidados de la mujer -la encuesta que realizó ONU Mujeres muestra eso-.

Hay que darse cuenta de la importancia del rol del Estado, que al generar un sistema de educación pública que estructura cinco a ocho horas de la vida de los niños durante todos los días de la semana, es una pieza clave del mercado laboral. Es decir, no entender esta interrelación en las esferas es no entender los problemas del desarrollo y cómo pararse ante un shock exógeno de esta naturaleza.

Por eso, la importancia de mantener el espacio escolar con presencialidad, es absolutamente fundamental para el funcionamiento de la sociedad toda, es una pieza enorme que se le saca al sistema social en su conjunto al suprimir la presencialidad escolar. Al mercado en este momento tenemos que pedirle menos y que el Estado ocupe un rol más central, y las familias y algunos aspectos de la comunidad van a ser claves en términos de los principios de solidaridad, cuidados y asignación de recursos que se generan dentro de esas lógicas no mercantiles.

¿Cómo percibe el rol de la Udelar durante la pandemia?

– El sistema universitario general y la Udelar en particular demuestran que Uruguay precisa sostener la inversión en ciencia y tecnología bastante por encima de los niveles en los cuales lo ha hecho. El capital generado por esa inversión, que una parte muy importante está concentrada en la Udelar, es lo que permite gran parte de las respuestas innovadoras tecnológicas que tuvimos para enfrentar la pandemia.

La construcción de acuerdos entre la Udelar y el Instituto Pasteur de Montevideo constituyen un ejemplo de buenas prácticas, de cómo un país pequeño tiene que aprovechar y hacer sinergia entre sus recursos escasos para producir investigación de excelencia, calidad, y poder generar innovaciones en momentos claves.

Creo que sin la Udelar y el sistema de generación de conocimiento que Uruguay puso a operar para enfrentar la pandemia, la respuesta no hubiera sido la misma; desde la capacidad de testeo, pasando por el análisis de la vigilancia epidemiológica, y ahora con la vacunación nuevamente desde la Udelar y el sistema de salud las alianzas generadas serán clave.

No se puede pensar un país pequeño sin un Estado fuerte financiando núcleos de investigación, que no son gastos sino inversiones, y nos damos cuenta de esto frente a eventos de esta naturaleza. Es interesante también preguntarnos por qué esta articulación fuerte entre el ecosistema de investigación -con la Udelar liderando- y el Estado y el espacio privado no se produce más.

(*) Entrevista a Fernando Filgueira por el Portal de la Udelar de fecha 10 de marzo de 2020.

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