RECORDANDO A ROMANOFF / Por Danilo Arbilla

La libertad de prensa tambaleó según comunicados y declaraciones de “expertos” y unos cuantos periodistas. Eso sí, emitidos en base a rumores, sin el fundamento de denuncias, con nombre y apellido, o pruebas claras y concretas.  Demasiados dicen que dicen y condicionales que dañan a la profesión.

Una persona que respeto me llamó expresamente para darme el dato. Fue el sábado pasado. Debo de haber sido de los primeros. En cuanto miembro de la SIP me puse a buscar información.

Llamé dos veces a la Jefa de Informativos de Canal 10. No la ubiqué. Dejé mensajes, sin éxito. Lo mismo con Eduardo Preve, lo llamé el domingo y el lunes lo llamé otra vez y dejé mensaje por WhatsApp.

Luego me comuniqué con un jerarca de Canal 10 que me dijo que las relaciones venían muy averiadas, pero que no había  problema, que estaban por  llegar a un arreglo.

Con el gobierno no tengo mucha entrada: los ministros cabeza de encuestas no me atienden. Y a uno hace 35 años que lo conozco  – más de una vez llamó para pedir «una manito’ –  y el otro sí atendía cuando lo «ninguneaban», pero cambió. Prefieren el twit o es que, como se decía en mi pueblo, «se cayeron en el corso».

La Secretaria de la Presidencia  nunca  me devolvió un llamado, y una vez o son muy burros o pretendieron  tomarme  del pelo, como ya conté. En fin, tontos y presumidos hay en todos lados. Pero nada de ello tiene que ver con la libertad de prensa.
Finalmente hablé con un asesor presidencial y completé la ronda.

Nada que justificara una acción de la SIP,  pero pensé «algo huele mal en Dinamarca» y en Montevideo también. La seguidilla de comunicados y opiniones, me confirmaron que todavía conservo el olfato.

Entre tantos dimes y diretes, se recordó a Romanoff.

Claudio Romanoff ingresó como cadete a Búsqueda con 17 años. Su madre, Elsa, era gráfica y un día me dijo si no tendría algo para su hijo. Estaba preocupada porque no salía y se la pasaba leyendo. Y siguió en eso, sentadito, en el patio, leyendo, a la espera de tareas.

– ¿Qué lees Roma?, le pregunte un día

– Marx, Hegel, Kierkegaard, Nietzsche…

No pregunte más. Claudio era de izquierda, marxista y creo que comunista. No sé, ni me importa ni nunca me importó.

Rápidamente pasó a la redacción y desde allí revolucionó la información sobre universidad y educación. Destapó y desnudó. Sí que recibió presiones. Nunca se quejó ni hizo bulla; no les dio pelota, simplemente.

Un día Claudio fue invitado a una reunión de periodistas del Partido y del FA. Allí se habló de que los periodistas debían ser antes que nada militantes. Claudio se paró y dijo que él era periodista antes que cualquier otra cosa, que su tarea y único compromiso era buscar la verdad e informar al público, Les advirtió que él debería informar sobre lo que estaba pasando allí y que no lo hacía porque había sido invitado en otra condición.

Un día le pregunté sobre ese hecho.

Que quiere, jefe me dijo – él no me tuteaba y siempre me llamaba jefe o maestro (atesoro  con orgullo los mensajes que intercambiamos hasta los últimos día de su vida) – yo soy periodista y no puedo utilizar mi profesión en función de mi ideología o de mi afiliación política. No estoy para hacerle el juego a nadie y tampoco soy un cretino útil con pose de independiente.

«Todos aprendimos de todos en aquella redacción», como dice Nelson Fernández. 

Romanoff se fue demasiado pronto. Demasiado.

  • UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias

 

 

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