Salud y economía. Falsa oposición

Escribe MARIO BERGARA

Uruguay recorre en estas horas el peor momento de la crisis sanitaria. Desde el primer caso de coronavirus, diagnosticado en marzo de 2020, el gobierno nacional ha adoptado (y desestimado) un conjunto de medidas, algunas de las cuales queremos comentar con ustedes en esta entrega.

En una de sus primeras conferencias de prensa el presidente Lacalle Pou acudió a la imagen de las «perillas» para representar la administración de las diferentes variables que debía considerar. En resumidas cuentas, expuso la dificultad de administrar la contradicción de la «perilla» sanitaria y la «perilla» de la economía.

El relato del Poder Ejecutivo, expresado en múltiples declaraciones y entrevistas, machaca la idea que la crisis sanitaria demandaría medidas restrictivas en materia de circulación y actividades económicas, sociales y culturales; muchas de las cuales no se pueden adoptar porque no se puede desatender la variable económica. «No podemos permitir que se apaguen los motores de la economía» es otra imagen recurrente del presidente y la ministra de economía.

En lo que refiere al Frente Amplio (FA), a lo largo de estos 14 meses hemos mantenido una actitud de mano tendida y permanente apuesta al diálogo y a la construcción de respuestas de Estado. Apoyamos explícitamente la iniciativa del gobierno de convocar a la comunidad científica para conformar un Comité asesor en materia sanitaria.

Acompañamos la inmensa mayoría de leyes que se remitieron al Parlamento para responder a demandas de la coyuntura de crisis, contando -en ocasiones- con escasas horas para su análisis. Contribuimos desde el discurso y desde la práctica con la disminución de los riesgos en los contactos interpersonales, postergando las elecciones para nuevas autoridades del FA y reduciendo la campaña pro referéndum únicamente a las instancias al aire libre, extremando siempre los cuidados sanitarios.

Desde nuestro rol de oposición constructiva, hemos elaborado y entregado al presidente propuestas concretas, posibles y financiables. En general, no hemos tenido eco, o se han acompañado mínimamente nuestros planteos.

Las recomendaciones del FA en materia sanitaria han sido, en todo momento, que se atiendan y se instrumenten las orientaciones y sugerencias del GACH. El eje del mensaje de la comunidad científica y los colectivos médicos radica en tomar medidas que restrinjan mayormente la movilidad. Este planteo ha devenido en un último intento (inútil) de «bajar la llave» y «apagar» por un periodo ventana de tres semanas, tal como planteó Rafael Radi, coordinador del GACH.

De esta forma se potenciarán los resultados favorables del proceso de vacunación. El propósito único y capital es reducir los contagios y, con ellos, las muertes.
Para hacerlo efectivo hay que adoptar medidas concretas y urgentes, que representan un gasto y que el país está en absolutas condiciones de financiar.

¿De qué estamos hablando?

El FA propone que el Estado destine un 0,3% del PIB a paliar la situación de quienes no pueden darse el lujo de quedarse en casa, porque precisan resolver sus ingresos día a día. Hablamos de un entorno de U$S170 millones para atender a quienes han sido más golpeados por la pandemia, cubrir los salarios de los trabajadores impactados por las medidas y ayudar a las empresas, comercios y servicios afectados.

Esta cifra representa una magra décima parte de la exitosa colocación de deuda que el país acaba de realizar a mediados de mayo, con la emisión de un nuevo bono por U$S1.740 millones.

Como respuesta, el presidente -con total franqueza – planteó que no cree en que la gente acompañe esa medida, que «no cree que funcione». Claramente no es un asunto de fe, ni se trata de creer o no creer.

La relación directa entre aumento de la movilidad y aumento de los contagios está demostrada con evidencia científica en el Uruguay y en el mundo.

Tal como recoge «la diaria» el día 3 de junio, «Un integrante del GACH dijo que es una pena que el presidente crea que la restricción de movilidad no funciona, «porque la evidencia científica lo sustenta». Subrayó que «lo que hay que hacer no es lo que se hace», y esto sucede «desde hace meses, no es de ahora». Agregó que es «desmotivante escuchar a un presidente que no escucha a la ciencia».

El matemático Marcelo Fiori, integrante del GACH, escribió en Twitter que en todos los países que lograron «bajar el pico» del virus «las autoridades impulsaron medidas» para bajar la movilidad. Sostuvo que en diciembre y fines de marzo hay «pequeños ejemplos de éxito», en referencia a que con medidas del gobierno se redujo la movilidad y los casos. «Está claro que la decisión es política, y que incluye otros elementos. El argumento ‘no creo que funcione’ no es de recibo. La evidencia científica que venimos poniendo sobre la mesa desde hace tiempo es contundente y no admite dos lecturas», concluyó.

Por su parte, Rafael Radi aseguró que «es notorio que estamos teniendo dificultades. Parece que no entendemos que hay momentos donde la proximidad física genera dificultades en el control de la pandemia, y también es muy importante la comunicación para poder dar confianza sobre lo que, por ejemplo, las vacunas pueden hacer».

Lo que tenemos hoy, luego de meses de darle la espalda a la comunidad científica y a las alternativas recorridas por el mundo entero (que acudió con sumas enormes de dinero a atender la emergencia de la crisis), es una situación sanitaria grave y desesperante en el número de vidas humanas perdidas a diario, y una economía deteriorada y sin estímulos para su reactivación.

La situación sanitaria vive horas angustiantes, sumando contagios evitables y muertes evitables y tampoco logramos salvar los indicadores económicos, verificando un aumento de la pobreza, del desempleo y de empresas cerradas.

Vaz Ferreira, en su obra «Lógica viva», nos hablaba de las falacias de falsa oposición. Decía el autor: «es una de las falacias más comunes, y por la cual se gasta en pura pérdida la mayor parte del trabajo pensante de la humanidad, la que consiste en tomar por contradictorio lo que no es contradictorio, en crear falsos dilemas, falsas oposiciones».

El gobierno insiste en hacernos creer que si bajamos la movilidad, deterioramos la economía. Que proteger la economía, es contrapuesto con reducir el riesgo sanitario. Esa pretendida contradicción es falaz.

Es falaz porque al desoír el asesoramiento científico, al no tomar medidas, además de los ya lamentables, contagios, internaciones y fallecimientos, y aumentar la presión sobre el sistema de salud, se sigue afectando la economía.

El gobierno desoyó las voces que en el mundo entero alertaban sobre la necesidad de volcar recursos económicos para enfrentar la crisis. Contrariamente a lo que hacían la mayoría de los países, con gobiernos de muy diferente orientación, el gobierno uruguayo siguió adelante con su plan de ajuste fiscal.

Erró el diagnóstico, y finalmente no hubo la tan mentada recuperación de la economía con forma de «V». Aumentó la pobreza, cayó el producto, el empleo y el ingreso de los hogares.

La situación sanitaria, sostienen los científicos, requiere de la reducción de la movilidad. Y la reducción de la movilidad requiere de apoyos económicos. Pero el gobierno nuevamente prioriza su agenda de reducción del déficit. Mientras tanto, las consecuencias dramáticas de la pandemia se prolongan y agravan y a la vez siguen cerrando empresas, se siguen perdiendo puestos de trabajo, nuevos uruguayos caen en la pobreza.

La salida a la crisis sanitaria y económica requiere del Estado.

¿Qué planteamos concretamente hoy?

Si atendemos el asesoramiento científico y «bajamos la llave» tres semanas, en primer lugar, mejoraría la situación sanitaria. La comunidad médica insiste desesperadamente en restringir al máximo la movilidad esos 21 días de modo que caigan los contagios y las muertes y demos tiempo a que avance la vacunación. No solo vamos a salvar vidas – nada menos – sino que, concomitante, vamos a generar las condiciones para que opere antes el inicio de la reactivación económica.

Desde principios del siglo XX hasta acá el mundo aprendió que, cuando ocurre una crisis, el rol de Estado es fundamental. En primer lugar se requiere de políticas públicas para contener el impacto en la coyuntura, pero también para evitar que la situación se deteriore a niveles que luego resultará mucho más difícil la salida de la crisis.

El gobierno, en cambio, se aferra a la lógica de «alivianar el lastre al malla oro», lo cual no se verifica en ningún momento de la historia, mucho menos en un contexto de crisis. De hecho, gran parte de lo que se pudo paliar al inicio de la crisis fue porque este gobierno recibió un Estado desplegado en sectores sensibles a la pandemia como la salud, el Plan Ceibal, la conectividad.

Estamos en un punto extremadamente preocupante. En el año en que más nos golpea la pandemia el gobierno anunció que gastará menos aún que en 2020, que ya fue muy poco y claramente insuficiente, a la luz del deterioro social.

La historia global, la academia y nuestra propia experiencia reciente evidencian que no existe tal oposición salud//economía. Todo lo contrario. Ambas van en la misma dirección. Tomar medidas sanitarias hoy es adelantar la reactivación en la economía.

A nuestro juicio es imprescindible e impostergable una reacción inmediata del gobierno que «se haga cargo» y logre obrar a la altura de la tragedia inocultable.

La mejor noticia para la economía será que comencemos a salir de la pandemia.

  • De Montevideo Portal

– Mario Bergara – Doctor en Economía, docente universitario, senador por el Frente Amplio.

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