Un cambio sustantivo de época se ha producido en la izquierda con la dispersión de los centros de decisión, que ha llevado a algunos analistas y activistas a considerar que más que hablar de “La Oposición” corresponde hablar de “Las Oposiciones”.
Décadas atrás se podía hablar de un partidocentrismo en las decisiones de la izquierda: las decisiones en los diferentes movimientos sociales surgían de los juegos de poder entre las diversas corrientes de la izquierda en los distintos campos, principalmente el sindical, el estudiantil y el universitario, más tarde el cooperativista de vivienda por ayuda mutua.
Pero en cada una de las corrientes las decisiones partían desde el centro político, fuese éste un partido (como el Comunista, el Socialista, más tarde el Por el Gobierno del Pueblo, el Demócrata Cristiano y el Por la Victoria del Pueblo) o un conjunto de grupos y movimientos, como por ejemplo los Grupos de Acción Unificadora, el 26 de Marzo o el Movimiento de Participación Popular.
La autonomía de los movimientos sociales en realidad operó como campos en que las diferencias en las correlaciones de fuerza permitían tácticas y hasta estrategias diversas, pero cada una se correspondía con la estrategia y la táctica del respectivo centro político.
A lo largo del tiempo aparecieron corrientes subterráneas autónomas de los centros políticos, referidos a demandas específicas, o representaciones sectoriales, o nichos concretos.
En el tiempo de gobierno de izquierda, esas corrientes subterráneas afloraron como grupos de presión hacia el poder político, hacia el gobierno frenteamplista e influyeron inclusive en la reformulación de la estructuración de las corrientes frenteamplistas.
Y fueron o iniciadores o coadyuvantes a la obtención de un conjunto de logros, algunos plenos, otros parciales, que en general se agrupan en la llamada Nueva Agenda de Derechos.
En estos aspectos cabe mencionar la cristalización legislativa de la despenalización del aborto, la unión concubinaria como tal, la unión concubinaria homosexual, la igualdad plena de los miembros de la pareja en el matrimonio o en la unión concubinaria, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el derecho de adopción por parte de las parejas homosexuales, la legalización del consumo y de la autoproducción del cannabis, la tipificación del feminicidio como delito autónomo, los derechos de la población trans, las cuotas de discriminación positiva en particular en materia racial, y unas cuantas medidas o derechos más.
En realidad, una lista bastante larga, de mayor o menos impacto cuantitativo y cualitativo. A lo que hay que agregar, que es parte de otra agenda, el espacio de lucha por los derechos humanos relacionados con el pasado reciente, y más específicamente con los muertos y los detenidos-desaparecidos.
En el análisis político requiere un gran afinamiento discernir cuánto el logro de esos objetivos fue autónomo u originario de esos movimientos sociales o civiles -en general constituidos como Organizaciones No Gubernamentales (ONG)- o cuanto fue producto de la militancia en esas temáticas al interior de las estructuras político-partidarias o sindicales. Lo que a primera vista aparece es un juego circular, de ida y vuelta, entre el movimientismo y el partidismo.
La pérdida del gobierno por el Frente Amplio representó algo más que pérdida de los resortes de la conducción política del Estado. Significó también un revulsivo que facilitó la dispersión de los centros de decisión. Que no debe confundirse con los problemas de conducción del Frente Amplio, o el juego de asociación y competencia entre los sectores y las corrientes frenteamplistas. Sino sutiles diferenciaciones entre la adopción de decisiones en el campo político-partidario y el campo onegeísta o movimientista.
Este movimientismo sin duda tiene una llegada cuantitativamente menor al discurso político-partidario, sin embargo ha demostrado una alta capacidad de convocatoria movilizadora, en que las marchas o concentraciones del Día de la Mujer, del 20 de mayo o de la Diversidad son ejemplos de ello.
A lo político-partidario hay que sumar las organizaciones sociales clásicas. En primer lugar el movimiento sindical, así como el cooperativismo de vivienda por ayuda mutua, el movimiento estudiantil (bastante decaído en comparación con un cuarto de siglo atrás) o el juego de poder y lucha en el ámbito universitario público.
Un caso significativo de esta dispersión de los centros de poder lo arroja el desafío referendario contra la Ley de Urgente Consideración (LUC), cuya recolección de firmas vence el próximo 9 de julio. Más allá del resultado, es interesante a estos efectos analizar el proceso de construcción del desafío. No surge del centro político, del Frente Amplio, ni siquiera la paternidad es clara en relación al movimiento sindical.
Es desde muchos movimientos sociales, con gran destaque los distintos feminismos, así como el cooperativismo de vivienda por ayuda mutua, de donde parte una porción significativa de la iniciativa.
Quizás allí esté la explicación del largo tiempo ocupado no en concretar el desafío (recoger firmas) sino en construir el desafío: articular consensos contra qué artículos de la LUC se iba a dirigir el recurso de referéndum. Largo tiempo (se destinan cinco meses y diez días a esta construcción) que no se destinó a la recolección de firmas.
La pandemia y sus secuelas económicos sociales agregaron más campo de acción, en que sobresalen las ollas populares (la solidaridad alimentaria en general) y el tema de las personas en situación de calle.
Esta dispersión de centros de decisión implica asimismo dispersión de objetivos, de estrategias y de tácticas, lo cual dificulta y mucho el rearmado político de la izquierda, y en particular del Frente Amplio.
Pero lo que resulta muy interesante es que confunde mucho al oficialismo, a los políticos, analistas y comunicadores oficialistas, que tienden a atribuirle al Frente Amplio un conjunto de acciones de las que el Frente Amplio muchas veces no es parte y en otra es tomador de decisiones ajenas.
- De Portal Factum
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