¡Ah Cairo! que sin treguas no aceptas prisas, qué huertos de paciencia se han de cultivar que ninguna generación presente habrá de cosechar.
¡Ah tu caos sempiterno! al que hay que rendirse, o marcharse, aceptarlo para empezar a quererte, no complaces estructuras ajenas sin imponer agendas milenarias.
Cairo, tan grande y libre y a la vez tan preso y contenido, prisionero de un presente estancado, lleno de calles sin salidas y habitaciones sin ventanas, polvo, gatos, bocinas, discusiones, vendedores, accidentes, choques, calor y el desierto entrando en tus entrañas sin dejarte pestañear so peligro de devorarte nuevamente.
Cómo pasaste de epopeyas faraónicas difíciles de creer a este presente sin pasado ni futuro.
Que quien te visitó cuarenta años atrás y lo haga en otros tantos encontrará todo igual en un cántaro particular de absurdos sin fin ni comienzo.
Los helados en El’Abd, tus shawarmas en Kazaz.
Tan adusta y tierna, tus mañanas vacías, tus noches pobladas.
Culta y amable, ora agresiva y voraz.
Tus minaretes do imanes arrullan las horas llamando a las oraciones.
Tu agua gratis en bebederos públicos con vasos atados con piola.
¡Ah Cairo! tan tímida y huidiza que tus visitantes tan apurados en lo obvio, reparando únicamente en esfinges y pirámides te soslayan de forma imperdonable.
Eres un libro raro, que todo el mundo atesora pero nadie abre más allá de las pirámides de su tapa.
¡Ah Cairo!, ladrón del tiempo, somos también aquello que no fuimos, ya sin otras versiones en los descuentos del alma.
Aunque seremos olvido pronto,
Siempre te visitaré de nuevo
por última vez..
con Dharma, Abril y Daniel…
- JML – julio del 21
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