LUIS EXCELSO FERNÁNDEZ: Un reportaje con “sabor a homenaje” (*)

“Trabajaré por el deporte, si Dios me presta vida y salud, y hasta que mis fuerzas respondan”.

“Hincha de Nacional hasta después de muerto”, dijo, pero “lamentablemente tuve que jugar en Peñarol y siendo golero le ganamos a Nacional, de mañana en la reserva y de tarde en la primera, y dimos dos vueltas olímpicas el mismo día… ¡y qué le vas a hacer!, son cosas del destino, porque el que se pone una camiseta debe defenderla a muerte”.

¿Quién no lo ha visto trajinando por las canchitas donde se juega fútbol “por la camiseta””? Carpeta bajo el brazo, saco marrón y siempre bien peinado. Deportista, de profesión zapatero.

Nicasio Luis Excelso Fernández Birlé, nació el 22 de mayo de 1923 acá en Tacuarembó, en “calle Luis Alberto de Herrera, antes Paysandú, donde está la plaqueta enfrente estaba la casa de la familia Crespo. Tengo siete hijos y con una nena que nació hoy completo 14 nietos”.

Concretamos conversar frente al grabador el domingo al mediodía en “El Gamo”, y por su forma de hablar, rápido pero momento muy emotivo, Excelso fue desarrollando con humildad todo un bagaje de vivencias.

“Fui hasta el primer año del Liceo y ayudado por el Padre Jaime Ros, un gran sacerdote y del cual los tacuaremboenses se han olvidado. En la Casa Parroquial de aquel entonces, donde hoy está el SEMMT y Albernaz Hnos., vivía el Padre Jaime Ros y yo me criaba con él”.

Marino Macedo nos decía que su padre sacaba una comparsa…

– Sí, mi padre -que era de origen brasileño- tenía el género comparsa compuesto por 25 personas y orquesta, usando música de tango, rancheras, milongas, vals… Hablo de la década del `30, más o menos. Ensayaba y salía en el mismo lugar en que hoy vivo; recuerdo un hermoso parral que había que taparlo con cobijas sino los muchachos nos comían las uvas. Con papá salíamos mi hermana Teresa, mi tío Florencio López, Belarmino Viera, el “Gallego” Núñez; y la orquesta la integraban músicos de la banda del Regimiento. De algunos nombres me acuerdo; “Hijos del Pueblo”, “Los Caparrojas”, “Hijos de la Noche”, “Hijos de Tacuarembó”… Pero los carnavales eran carnavales, se hacían una noche en cada plaza, y ahí había de todo: serpentinas, papelitos, ¡hasta sandía se vendía en los kioscos!

“Pero los carnavales eran carnavales, se hacían una noche en cada plaza y ahí había de todo: serpentinas, papelitos, ¡hasta sandía se vendía en los kioscos!”

Entonces, ¿desde niño hacía carnaval?

– Sí, pero a los trece años perdí a mi padre, y cuando se fue el Padre Jaime, tuve que trabajar para ayudar a mi madre, éramos seis hermanos. Con Lindolfo González, allí en 25 de Agosto y Treinta y Tres, aprendí el oficio de zapatero, hace casi 45 años que soy zapatero.

Pero una de sus pasiones es el fútbol…

– Y desde muy joven, desde que me inicié en “El Sauce”, un cuadro formado bajo un sauce, que estaba en “La Comuna”, con los parientes del “Barbilla” Sánchez, los Cejas y otros. Después formamos “La Picada”, allá donde desemboca el Sandú en el Tacuarembó Chico, hicimos el cuadro junto a Mauricio Rivero y “el Beato” Floro, luego los mismos creamos el “Albión” y finalmente pasé -lamentablemente porque soy nacionalófilo- a Peñarol. La sede estaba frente al Molino Caorsi y el técnico era el alférez Arévalo y en el equipo estaba el “Negro” Betancourt, uno de los más grandes goleros que hubo en Tacuarembó, también jugaba Granada. Y cuando iba a pasar a Ferrocarril, me fracturé el pie empujando la “cachila” de carrera de Isabel Pardías, entonces abandoné la actividad deportiva.

Pero sólo la práctica activa, porque siempre continuó vinculada a ella…

– Claro, porque me encanta la secretaría, me gusta escribir y lo llevo en el alma. Todo lo aprendí mirando, sacando conclusiones y leyendo reglamentos. Soy planillero desde siempre. Llego a la cancha un buen rato antes, porque los formularios deben estar llenos 15 minutos antes del comienzo de cada partido, cosa que muchos delegados no lo saben… y hablo de todas las divisionales.

“Todo lo aprendí mirando, sacando conclusiones y leyendo reglamentos. Soy planillero desde siempre”.

¿Cómo evalúa a nuestro principal deporte, dada su reconocida experiencia en el mismo?

– Faltaría ajustarle algunos tornillos, pero… Es cierto, a la “A” no fui este año, pero por los valores que hay no preciso verlo, los conozco muy bien desde los “babys”.

¿La gente concurre al fútbol en Tacuarembó?

– Sí, la gente va al fútbol, pero existen cosas lamentables –sobre todo en partidos de gran importancia– donde los jugadores, y dirigentes muchas veces, provocan hechos que no debieran suceder y entonces causan el alejamiento del público de las canchas. Pero nuestro pueblo es deportista y acompaña en las buenas y en las malas a la rojiblanca.

… a pesar que últimamente no se han logrado triunfos importantes y no nos caracterizamos por mantener una constante de jugadores en el fútbol capitalino.

– Tienes razón, felizmente hoy tenemos al “Bananita” Rodríguez, el hijo de la “Tuna”, una profesional apasionada por el fútbol y principalmente por el juvenil, ella lleva el fútbol en el alma. Yo creo que aquí lo que hace falta son campos de juego para que la juventud pueda practicar. Quiero destacar en lo que va de 1990 a la “Extra”, es un lujo en todos los sentidos; yo la conozco desde hace muchísimo tiempo y siempre se luchaba para que hubiera comportamiento, pero era difícil. Y este año se logró, prueba es lo que dicen del presidente Camargo y el secretario Vassallucci que en la Divisional “los árbitros no tenían ningún problema”. Importante el logro de la Divisional “B”, que desde que entro Sellanes se jugó a muerte para jugar en el estadio, donde sacaron buenos resultados y hasta hicieron donaciones a la Casa Cuna y al Consejo Único Juvenil.

“Yo pregunto a todos: ¿Qué es el Parque 25 para nosotros los tacuaremboenses? Y digo: es una reliquia”

¿Qué significado tiene el Parque 25 de Agosto para nuestro fútbol?

– Está abandonado. Hay hoy quienes se movilizan para recuperar el Teatro Escayola, como reliquia de Tacuarembó, y yo pregunto a todos: ¿qué es el Parque 25 para nosotros los tacuaremboenses? y digo: “es una reliquia”. Así como el Centenario es un monumento del fútbol mundial, el Parque 25 es una reliquia del fútbol de Tacuarembó. El piso del Parque 25 siempre fue destacado por equipos que venían a jugar en nuestra ciudad. Hoy le queda sólo el nombre y parece un potrero. Los cuadros que juegan ahí, lo hacen porque sus dirigentes pagan por jugar. Yo digo que los deportistas tacuaremboenses deberían luchar por recuperarlo como monumento que es.

¿Recuerda algún partido de los jugados en el Parque? Que haya jugado o presenciado…

– Una vez jugando Tacuarembó contra Rivera. Paso de los Toros en ese entonces no tenía selección y la departamental se formaba con la defensa isabelina y la delantera de Tacuarembó, o a la inversa; y en ese partido los riverenses pusieron a un negro llamado González y la primer pelota que fue agarrar lo quebró a un defensa llamado Nogueira que era de Paso de los Toros y entonces el público saltó el alambrado –entre ellos recuerdo al finado Marcionildo González-, el juez era Tomás Brena. Otro partido fue Tacuarembó – Durazno, la pelota entró por debajo de la red y el juez dio el gol, ahí también la gente saltó el alambrado.

¿De los goleros que ha visto a quien destacaría?

– Al “Negro” Ruiz Díaz, criado del Mayor Suárez, atajaba en Peñarol.

¿Jugador de campo?

– De los que me surgen: el “Caracol” Rivero, Cavalli, Enrique López, el “Vasco” Duhalde, el “Hueso” Rodríguez de Deus y tantos otros…

¿Técnicos?

– Unos cuantos… pero siento un gran aprecio por el “Chiquito” Brunel.

¿Juez de fútbol?

– El “Culula”, sin perjuicio de otros tantos. Pero digo, el “Culula” Silva.

“… hace casi 45 años que soy zapatero, aprendí con Lindolfo González”

Excelso Fernández, como todos lo que lo conocen saben que es un hombre que apostó al trabajo humilde y callado, tanto en su profesión como en su gran pasión: el fútbol.

El amigo de todos, el consejero, el asesor cuando hay dudas con respecto a reglamentos: el que se siente padre de todos los niños que comienzan a correr por las canchas detrás de una pelota, ese “padre” que se siente orgulloso cuando uno de esos “hijos” triunfa en el deporte.

El hombre que ríe con el triunfo y llora con la derrota, el que es siempre parte importantísima de cada conquista de las selecciones de Tacuarembó y que casi siempre festeja solo, más allá de la línea de cal; el que felicita a todos y pocas veces recibe el reconocimiento que merece… porque claro, su trabajo, “no suena”, él no “bocina”.

Reivindicador de aquellas cosas que hicieron historia en nuestro Tacuarembó, siempre al lado de la gente, jugándose a lo popular, como en la época del carnaval.

“Estar en todo lo que es deporte siempre estuve; y te agrego más, si Dios me presta viuda y salud, voy a seguir trabajando por el deporte hasta que mis fuerzas respondan”, dice Excelso.

Por eso este reportaje tiene “sabor” a homenaje.

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El padrino Cirilo

Te voy a contar una cosa que recuerdo cada vez que escucho una canción que habla de Cirilo Rodríguez, la cual me emociona mucho…

Usted se refiere a “Olimarada de comparsa”, interpretada por Larbanois – Carrero…

… esa canción me suena mucho y muy adentro del alma, porque Cirilo Rodríguez fue uno de los tantos padrinos de las comparsas que nosotros teníamos y una de ella se llamaba justo “Hijos del Pueblo”. Porque el día antes del comienzo del carnaval, íbamos a la casa del padrino a levantar el estandarte ya bautizado. Cuando íbamos rumbo a la casa del padrino llevábamos una sábana blanca como estandarte y allá recogíamos el estandarte oficial que lo presentábamos el día del desfile.

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Excelso y las campanas de la Catedral

“Empiezo a trabajar en el campanario siendo un poquito crecido, porque trabajar en el campanario no era nada lindo. Quien me enseñó fue mi padre, que erá sacristán, pero me enseñó a repicar y no a hacer “golpe de trote de caballo” como se escucha hoy. Los repiques se hacían los domingos para llamar a misa o cuando venía el Obispo de Florida; nosotros mirábamos desde el campanario cuando partía la caravana de la estación, en aquel entonces el Obispo era Miguel Paternain. Al momento de la llegada del Obispo a la Catedral, había que hacer el saludo con un repique a tres campanas.

Para hacer este repique había que subir por la escalera caracol hasta el campanario, el sonido producido por las campanas era terrible. Otra persona que trabajaba en el campanario era Loreto Rey, el que tocaba en la Banda Municipal.

Los repiques tienen dos sentidos: uno que es de recepción o llamado a misa, y otro es el repique de triunfo o de gloria, ese es a tres campanas. En este último, el que asumía la responsabilidad se las veía solo con las tres campanas, con la mano derecha había que tocar la campana que da a Joaquín Suárez y la vieja campana de la Parroquia de San Fructuoso que da a la Intendencia, y con la izquierda la campana del reloj, esta fue donada por don Pedro Bidegain.

La Catedral era muy distinta a como es hoy. Lamentablemente me duele. Yo que ví aquel precioso altar –y que me perdone Dios, los señores sacerdotes y el señor Obispo, yo sigo siendo católico y lo seré siempre– pero no estoy de acuerdo en cómo está la Catedral hoy. Aquella estatua del patrono de Tacuarembó, San Fructuoso, aquella Capilla de la Virgen María, del Corazón de Jesús, que hayan desaparecido no comparto…

Aquello era otra época, estaba el Padre Mario, que por las obras que hizo habría que venerarlo, fueron muchas y loables. Él continuó el trabajo del Padre Jaime.

Para mí fue muy lindo trabajar en el campanario y sobre todo, hacer sonar las campanas en fechas importantes.

El acontecimiento que nunca olvidaré fue aquel del 16 de julio de 1950. Ese día yo estaba en el Parque 25 mirando el partido de veteranos de Peñarol y Ferrocarril, y cuando el gol de Chiggia me tuve que venir de apuro.

Yo tenía la llave de la iglesia, escuchábamos a Carlos Solé – el más grande – cuando sonaron los cohetes, dije: “no hay de pobrecito” y empecé a tocar el repique de Gloria…”

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(*) Reportaje de Gustavo Bornia con fotografías de Edison Moas de Lara – Publicado en Semanario «Batoví», con diagramación de Pedro Ma. Miraballes, el 30 de noviembre de 1990 en la sección «La Gente».

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