Luego de un entreacto de casi siete décadas, el Teatro Escayola reabre sus puertas. Con una inversión de capitales nacionales y departamentales, promete ser –como lo fue hace más de un siglo– un espacio cultural de referencia en el norte del país.
TENAS EN EL DESIERTO
A fines del siglo XIX la villa San Fructuoso –actual ciudad de Tacuarembó– vivía una época dorada. Las extensiones del departamento incluían los territorios que hoy pertenecen a Rivera y las minas de oro de Cuñapirú, Zapucay y Corrales conformaban «la nueva California sudamericana».
Carlos Escayola fue el jefe político del departamento durante diez años, hombre de confianza y compadre de Máximo Santos. Temido por sus enemigos y señor feudal de aquellos dominios, la historia ha querido recordarlo más por ser el padre de Gardel que por su carrera política. Fue el marido y el viudo de las tres hermanas Oliva, con quienes tuvo 15 hijos, sin contar la descendencia no reconocida que se le adjudica. Según dicen, tenía debilidad por las mujeres; antes de fundar el teatro fue el propietario de La Rosada, un cabaret de lujo que Nelson Ferreira y Susana Cabrera retrataron en Ópera fugitiva y Los secretos del coronel, respectivamente.
Pero Escayola no solo fue tirano y mujeriego, también era un melómano. No siguió el ejemplo de muchos de sus camaradas, no fundó grandes cuarteles ni regimientos; por el contrario, al caudillo le interesó edificar un teatro. Así se refería a él Tomás de Mattos: «Es un personaje terriblemente ambiguo, por un lado es un déspota que no vacila en matar y por otro lado es un agente cultural».1
Escayola consiguió financiación entre ciudadanos acaudalados, pero gran parte de la inversión salió de su bolsillo: 25 mil pesos, una verdadera fortuna para el momento. El mármol fue traído de Carrara, la araña de cristal de Murano tenía 50 picos de luz, las pinturas al fresco estuvieron a cargo de Francisco Pradilla, quien viajó expresamente desde España. La platea, que también se usaba como sala de baile, tenía 252 localidades, pero considerando la tertulia y el paraíso el número de espectadores se duplicaba. Para una población que rondaba los 4 mil habitantes, un emprendimiento de aquellas dimensiones era una obra colosal.2
El proyecto estuvo a cargo del francés Víctor L’Oliver, que se había trasladado al norte para hacerse cargo de los trabajos técnicos de Cuñapirú; en plena «fiebre del oro», la Compañía Francesa de Minas de Oro del Uruguay levantó allí la primera represa hidroeléctrica del continente. La gestión para la construcción del teatro se inició en 1883, las obras comenzaron cinco años más tarde y el Escayola abrió sus puertas el 31 de mayo de 1891, el mismo año en el que llegó el ferrocarril. La viga que formaba la boca del escenario se tuvo que desplazar en carretas desde Paso de los Toros, traslado que demoró tres meses. Fue, por muchos años, el edificio más importante de aquella pequeña aldea de calles empedradas y arenosas.
Recién 20 años más tarde, en 1911, se inauguró el edificio de la intendencia, al otro lado de la plaza principal. Se terminaba de constituir el centro cívico cultural de la localidad, que al año siguiente cambiaría de estatuto para dejar de ser villa y pasar a llamarse Tacuarembó. Para ese entonces el coronel ya estaba viviendo en Montevideo, pero durante 17 años estuvo al frente del teatro, por el que pasaron compañías españolas, francesas e italianas; algunas de ellas llegaban primero allí que al Solís.
San Fructuoso logró ser, por unos años, una capital cultural en aquellos campos desiertos.
UNA NUEVA ETAPA
Este teatro, el tercero más importante del interior del país –después de los que hay en Salto y Paysandú–, cambió de nombre en 1928, cuando pasó a denominarse Teatro Uruguay, y también funcionó como sala de cine. En 1956 la Comedia Nacional, dirigida por Margarita Xirgu, fue testigo de la última vez que se bajó el telón. Luego, el edificio fue sede de un club social, durante décadas funcionó una imprenta, estuvo abandonado otros tantos años y también a punto de desaparecer, cuando el último propietario intentó venderlo para que se construyera un edificio de apartamentos. Fue entonces cuando se lo declaró Monumento Histórico Nacional y luego Departamental, con la intención de proteger lo que quedaba de un pasado glorioso. La intendencia, atendiendo un viejo reclamo de la comunidad, adquirió el inmueble en 2014.
Con una inversión total de más de 2 millones de dólares y luego de años de reformas, el Escayola comienza ahora un nuevo capítulo de su historia. En uno de los laterales se inauguró en 2020 la nueva sede del Museo de Artes Plásticas de Tacuarembó y en 2022 se habilitó, en el otro lateral, el Museo del Gaucho. Las tres instituciones, que funcionan en el mismo predio, conformarán un único centro cultural. «Esta obra tiene una jerarquía impresionante en el centro de la ciudad. La recuperación de esta joya de 133 años de vida, de lo que representa una obra de estas características, nos da la tranquilidad de que el futuro está asegurado para el teatro y para la actividad cultural de nuestra ciudad», expresó Carlos Arezo en diálogo con Brecha. El director de Cultura de la intendencia es un gran conocedor de la historia local: así lo atestiguan sus libros De Sepé a Gardel y Código Tacuarembó.
La escribana Matilde Vera es la nueva directora del Teatro Escayola, ya que tiene experiencia en la gestión de distintos proyectos empresariales y culturales (durante años dirigió el Club del Libro y custodió y ordenó el archivo de Tomás de Mattos). Asume ahora un nuevo desafío: «Este teatro no es solo un edificio; con toda la historia que tiene, es la llave para la puerta de entrada a otra era de la cultura de nuestra ciudad. Espero que no solo pase la cultura, sino que se produzca cultura a través del teatro, que los jóvenes puedan respirar ese ambiente que existió en otro momento. Debemos recuperar ese patrimonio cultural que hemos perdido». En esta primera etapa del proyecto, Vera cuenta con la asesoría de Gerardo Grieco, reconocido gestor cultural.
Con 238 localidades, el nuevo edificio aguarda a los espectadores de las múltiples actividades que se han coordinado con instituciones locales y nacionales: el INAE, el SODRE y la Comedia Nacional. Los acomodadores serán estudiantes de uno de los centros universitarios de la Universidad de la República, que realizarán una pasantía.
El teatro se inaugurará en un acto que se hará hoy (19.4.2024) y contará con la presencia del presidente de la república. Mañana y el domingo habrá función del Coro Nacional del SODRE, pero el Escayola estará abierto desde la tarde y se realizarán visitas guiadas para quienes quieran conocer la remodelación. Algunos de los músicos que actuarán allí en los próximos meses son Laura Canoura, Fernando Cabrera, Dani Umpi y Numa Moraes. En agosto se presentará Ana contra la muerte y en setiembre será el turno de Tocar un monstruo, ambas de Gabriel Calderón. Y es imposible que con el teatro no renazca la mística gardeliana: el 2 de mayo se exhibirá El padre de Gardel, documental de Ricardo Casas, y en noviembre se llevará a cabo una nueva edición del festival Vení a Cantarle a Gardel. Pero también será lugar para la presentación de libros, músicos y elencos locales. El primer espectáculo estará a cargo del grupo de tango Como Tres Extraños, el viernes 26 de abril.3
Este proyecto no es el único emprendimiento cultural de la comuna tacuaremboense. La Casa de la Cultura acaba de inaugurar un nuevo local en el antiguo colegio Jesús Sacramentado. En los 15 salones del edificio comenzarán a funcionar, desde el 2 de mayo, los cursos de la Academia Regional de la Tradición: guasquería, tallado en madera, tango, bandoneón, además de los talleres de fotografía, murga, cerámica y dibujo, entre otros. Su antigua sede, el Centro Cultural Nacional del Ministerio de Educación y Cultura, continuará albergando la biblioteca Sara de Ibáñez, la sala Brocco –donde hasta ahora se desarrollaban las actividades teatrales locales– y el acervo del Museo del Patrimonio Histórico Cultural. La intendencia se prepara para otro proyecto, porque adquirió recientemente un local en el que planea construir una sala con 700 localidades. Una muestra de que, como dicen los lugareños, Tacuarembó avanza.
(*) Néstor Sanguinetti
- Sergio Israel. «La cuna de medio mundo», en El País Cultural354, 16-VIII-1996.
- Debo estos datos a la generosidad de Carlos Arezo.
- Las entradas para todas las funciones estarán a la venta en Tickantel y en la boletería. Por más información visitar las redes sociales Facebook (Teatro Escayola) e Instagram (teatroescayola).
- Extraído de BRECHA Digital
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