Daniel Umpiérrez —así lo nomina su cédula— ha madurado. A meses de cumplir 50 años, reconoce que antes era “resentido”, que sentía que ningún colega lo llamaba, que no tenía amigos en las esferas del vanguardista arte plástico. Y eso que él sabía que lo suyo era algo under, marginal, de los bordes.
“Lo suyo” es mucha cosa y trasciende la imagen maricona que él mismo dice que atraviesa su obra (“mariconería”, dijo con tino el portal Anfibia, y él lo celebra). Son textos en formatos de poesías, cuentos y novelas, casi siempre protagonizadas por mujeres o chicos gays; es arte visual, muchas veces conceptual (como su admirada Yoko Ono); son canciones, discos.
En 2020, en plena pandemia, Dani Umpi —como todos lo conocemos— se volvió a vivir a Uruguay con su novio, el también músico Goro Gocher, y pasaron a convivir. Hoy se dice asentado, tranquilo, lejos de la noche y la promiscuidad. Esa madurez también se traduce a su arte, pienso: el 1° de junio, Umpi presentará su disco Guazatumba en la sala Zavala Muniz del Solís y espera hacer lucir una banda en la que brillan el bajo y la batería, con menos sampler y sintetizadores.
El nuevo Umpi cada tanto sigue siendo transgresor, se produce maquillado y oficia de drag queen, pero en otros momentos se muestra de jean simple y bucito de lana, y reivindica la música pop en la que se realzan los instrumentos de la banda. Y ahora, cerca del medio siglo de vida, nota que los jóvenes de veintipico escuchan su música vieja, que bandas como Eté y los Problems hacen temas de él. Siente que su obra ha sido “rescatada” y él mismo aprovecha, por estos días, a desempolvar letras y textos de otros tiempos, que quedaron inconclusos.
Con ustedes, Dani Umpi, el hombre que cuando era niño cantaba las canciones de Rafaella Carrá a grito pelado, para divertimento de sus padres, que siempre lo apoyaron.
¿Cómo podrías decir que fue tu infancia en Tacuarembó?
Fue una infancia bastante típica, en un barrio que se llama Ferrocarril, que obviamente estaba cerca del ferrocarril. Vivía con mis padres y mis hermanos, al lado de la casa de mis abuelos paternos. Es una familia católica, o sea que siempre hubo mucha monja, cura, santos, imágenes de vírgenes (una de tamaño real), y mi abuelo era muy fanático de Aparicio Saravia, muy blanco.
Te criaste en el seno de una familia católica dedicada a las actividades ecuménicas, y luego estudiaste en un colegio jesuita. ¿Cuánto moldeó tu educación la Iglesia Católica?
Cuando me vine a Montevideo me fui separando de todas las actividades religiosas que en mi familia hacían, pero igual participaba de algunos grupos. Pero no estaba para nada cómodo. Yo realmente tenía un interés metafísico, mis padres estaban más para lo social y lo ecuménico, diálogo con otras religiones, cosas así. Después me interesé más en la cábala, y gracias a eso pude encauzar más ese tipo de inquietudes. Igual, mis padres no fueron para nada dogmáticos, siempre me apoyaron y hasta el día de hoy me apoyan en todo.
Sí fue decisivo cuando se debatió y luego salió lo del aborto [N. de R.: se refiere a la legalización del aborto, en octubre de 2012], porque vi que estaban haciendo campañas en contra de la ley, y yo estaba a favor. Hasta ahí yo acompañaba a la iglesia. Pero ahí sí, me abrí. Ahora, que estoy armando un podcast, hablo de la virgen de Lourdes, me re gustan algunas cosas, sobre todo de los jesuitas. Pero con el tiempo me fui abriendo.
¿Hoy seguís siendo católico practicante?
No, para nada. Hoy me considero librepensador, pero no sigo ninguna religión. Tengo una guía más cabalística, eso sí. Lo que más me ha marcado, incluso artísticamente, porque el tono que uso en mi trabajo —además de autoparódico y melodramático— siempre tiene algún tinte o alguna metáfora de tipo hermetista [sic].
¿Sufriste bullying o acoso por tu orientación sexual de niño o adolescente en Tacuarembó?
Sí, claro. Pero siempre fui muy “mostra” y muy vengativo y, a la vez, me hacía amigo de los “malos” de la clase, digamos. Me ponía en un lugar muy sarcástico, entonces si me decían algo —por lo general, me decían “puto” — yo redoblaba la apuesta. Era totalmente amoral, en ese sentido. Yo veía su punto débil y se lo decía, no importaba si era flaco, gordo, progre, facho, no me importaba nada. Era súper vengativo. Si me decían algo, yo ponía mis útiles escolares dentro de su mochila, para que lo culparan de haberme robado…
Básicamente me decían puto, iba por el lado de lo gay. Porque, en lo demás, yo les daba 20 vueltas a todos, menos en lo deportivo. Era otra época, era gente que tenía 15 años y parecía que tuvieran 8. Ahora ves un niño de 10 años y no podés creer la mentalidad que tienen. En mi época, eran unos burros. Era como si no hubieran ido a la escuela, no retenían lo que escribían.
¿Cómo llega la música a tu vida?
Inicialmente, mis intereses artísticos eran más literarios o arte contemporáneo, arte conceptual. Las primeras cosas que hice estuvieron enmarcadas en eso. Siempre escuchaba, pero empecé a cantar de grande. Primero escribía y hacía cosas más vinculadas a las artes plásticas, pero no me imaginaba cantando, pensaba que no tenía buena voz y no tocaba ningún instrumento. Hice una exposición en el subte de plaza del Entrevero, y grabé una pieza sonora basada en el disco de Jaime Roos, en inglés (grabé el disco Sur, y le puse North). Y de ahí se desprendió “Loving you”, la canción “Amándote” en inglés, que tuvo cierta repercusión, y recién ahí empecé a hacer canciones.
Antes de eso, muy pocas, algunas con mi hermano, pero yo no era el músico de la familia para nada. Después de eso, empecé a cantar acá en Montevideo y en Buenos Aires, acá en toda la movida del boliche Pachamama, todo lo contemporáneo a la escena de ese momento, junto a Astroboy. Era principios de siglo: 2001, 2002, por la crisis, por ahí.
Tuviste la audacia y la iniciativa de cruzar el charco, y te fue bien en Buenos Aires…
Yo ya iba, siempre fui. Cada dos meses iba. Y ahora que me volví a vivir a Uruguay, sigo yendo (el mes pasado fui dos veces), tengo un vínculo muy grande con Buenos Aires, y en menor medida con Córdoba y Rosario. Cuando era más chico iba para ver muestras de arte, y estar en contacto con el arte y todo eso; iba muy seguido.
Tu rol de escritor es previo a la música. Empezaste escribiendo poesías y textos cortos: “Porque nuestro amor es una esmeralda que un ladrón robó” (2000), “Abrázame y verás que aun en nuestro ser hay fuego que apagar” (2001), “Tu arrogancia es una flor”, de 2002, y Cuestión de tamaño, de 2003. Todos publicados primero en Argentina. ¿Por qué?
Los primeros poemas están compilados en un libro que se llama La vueltita ridícula, que es el único libro de poesías que tengo. Esos textos eran plaquetas o fanzines, cosas que vendía Belleza y Felicidad, una galería y un espacio cultural porteño al que yo estaba muy vinculado. Fueron todos publicados de manera artesanal, digamos. ¿Por qué allá? Porque era donde yo estaba mejor contextualizado, conocía mejor la escena porteña que la montevideana. Acá conocí algunas cosas: los ciclos de poesía de Isabel de la Fuente, “Caramelos y pimientos”. Pero es que todo lo empecé allá.
Acá hice todo en la medida de lo que hay, y, en mi medida, siempre fui consciente de que lo mío era muy under, muy disidente y muy de los márgenes. Eso lo sabía yo, lo sabía mi manager, lo sabían todos. Siempre supe que tenía que moverme, ir y venir.
¿Y qué tenían en común tus primeros textos?
Aparte de esos poemas, yo escribía novelas, que no las terminaba. Tienen un tono melodramático, por momentos humorístico, tienen como una falsa literatura del yo, porque no eran cosas que me pasaran a mí. Yo contaba en tercera persona, eran personajes. Por lo general, eran mujeres, chicas, hablaban de amor, de cosas absurdas, y los personajes eran casi todos femeninos. Solo una novela tiene un personaje varón, y es gay. Igual, yo soy malo con todos mis personajes. Mi madre siempre me lo dice, que soy re malo con mis personajes.
En 2004 publicaste tu novela más famosa: Miss Tacuarembó, que en 2010 fue llevada al cine con Martín Sastre y protagonizada por Natalia Oreiro. ¿Qué fue lo especial, lo que distinguió a ese libro, que sedujo a alguien a llevarla al cine?
Cuando la escribí, yo nunca pensé que sería llevada al cine, pero soy consciente de que tiene una cosa muy cinematográfica, por cómo está contada. Ya en la estructura son como escenas. Es una novela que al día de hoy se sigue reeditando. El año pasado se publicó por primera vez en España, y fui hasta allá. ¡Tiene como vida propia! Las otras también tienen varias ediciones, pero esa es como que siempre se está reeditando. Para mí tiene una cosa el personaje… en la película no es igual al libro. El personaje es muy contradictorio, y generás como una relación de amor-odio con ella. Esa es, creo, la clave del libro. En la película es al contrario, ella va en ascenso, y en la novela, ella va en descenso. La novela es mucho más cruel, también.
Tus novelas Miss Tacuarembó, Aún soltera o Solo te quiero como amigo también se publicaron en Argentina antes que acá. ¿Cumplís aquello de “nadie es profeta en su tierra” o te sentís querido y respetado en tu país?
Mirá, esa especie de legitimación en mi caso fue súper tardía, pero, a la vez, es lo más uruguayo que hay. Y es algo que me lo han preguntado mucho últimamente, y recién ahora lo estoy pensando. Siempre me vi como algo under, y antes era re resentido, sentía que no me llamaban para nada, no tenía muchos amigos en el arte, en la música menos, y, con el tiempo, incluso ahora que me volví y nos fuimos a vivir con Goro (mi pareja), recién ahora estoy conociendo a artistas que conocía solo de nombre, me invitan a cantar. Eso pasó, por ejemplo, con Eté y los Problems, que es una banda de rock, y hacía una versión de un tema mío. El Club de la Cumbia también. Como que recién ahora siento que tengo más contacto.
Y algo que me ocurrió es que veo que los jóvenes están más interesados en mi música, porque toman el electropop. Y he dado canciones mías para que las remixen. Yo tengo casi 50 y los que me escuchan tienen 20 y pico: es un dato. Como que hay algo que ocurrió ahí, como que hay una especie de rescate o algo así. Y a la vez siento que hay mucha más onda conmigo por parte de los otros colegas. Yo antes era más peleador, más mala onda, ahora no… Incluso me siento más uruguayo, porque mi último disco lo empecé a pensar porque me lo pidieron y es súper de cantautor. Me lo han hecho ver: hice algo de cantautor uruguayo, y yo pensaba que hacía algo… (piensa) no disruptivo, pero sí con otros códigos. A mí nunca me gustó la murga ni el carnaval, pero ahora me lo dicen otros, y lo escriben en notas, que soy “re uruguayo”, y digo: “ah sí, soy re uruguayo”. Tengo algo muy uruguayo en el fondo.
También sos músico. Cantaste canciones con músicos tan distintos como Ale Sergi de Miranda, Max Capote o Luciano Supervielle, y has hecho tus propias versiones de temas de Perales o Jaime Roos (“Loving you”, por “Amándote”). Pero también has versionado temas de Ace of Base, Valeria Lynch o Pet Shop Boys. Yo podría decir que el género que te define es el pop, claramente. ¿En qué géneros ubicarías tu música?
Depende mucho con quién me junte. Mis discos solistas son electropop o synthpop, o tecnopop, incluso. Después, intercalados con mis discos solistas siempre tengo otros proyectos con otros músicos, que hacen algo más acústico, otros registros. Pero cuando yo pienso un disco mío siempre es electropop, es lo que más me ha influenciado, lo otro lo conozco por ósmosis, porque depende con quién estoy.
Yo vengo de la discoteca gay, pero también en la disco gay está la drag queen que llora al lado del piano y ese arquetipo me encanta. Como que cada tanto hago algo con algún pianista, algo de jazz, o con guitarras, algo acústico, más tipo café concert.
¿Qué artistas te han influenciado, tanto como escritor, como músico o artista visual? ¿En qué fuentes abrevás?
Son todos muy distintos. No hay como una línea. En música, todo lo que es pop: Pet Shop Boys, Human League, Tori Amos, Hidrogenesse, Fangoria, ¿qué más? Todo lo que es pop más mainstream, digamos. En literatura, me han influido los que tienen un registro más oral o de observación, tipo [John] Cheever, [Raymond] Carver, Lori Moore, [Bret] Easton Ellis, Douglas Coupland, los que estaban de moda en los 90. Y muchos argentinos también: Silvina Ocampo, Hebe Uhart, y de mi generación un montón. Y en arte, mi combinación es rara: Warhol y todo lo del pop, y en Latinoamérica [el brasileño Hélio] Oiticica, él y varios del neoconcretismo brasilero, la Tropicalia, toda mi obra plástica está muy marcada por eso. A veces los terrenos en los que estoy no se comunican mucho, porque son muy distintos.
¿Sos un showman, como te define Wikipedia?
¡Nunca sé cómo cambiar lo que está en Wikipedia! No sé, voy y vengo… Al comienzo era totalmente showman, y muy personaje, después con el tiempo, con mi disco anterior, Lechiguanas (2017), que estuvo nominado a mejor disco masculino en los premios Gardel de Argentina (no gané, porque estaba Luciano Pereyra, entre otros). Pero con ese por primera vez tuve una banda, y cuando tuve una banda medio que la parte de “montarme” o “draguearme” no es que lo dejé, pero sí fue menos importante, porque le di importancia a la banda. Pero siempre quiero volver a las primeras cosas que hacía, que eran más disparatadas, o más espontáneas, entonces voy y vengo en eso de showman. Porque, a la vez, yo no manejo bien el humor, nunca hago los remates. Me gusta lo autoparódico, pero no soy de hacer chistes. Y va cambiando… voy cambiando yo, en realidad.
El portal argentino Anfibia escribió que vos habías emergido del “dark room”, y agregó: “Llegó el siglo XXI y ahí estaba él, trayendo aires de candombe, drama de telenovela y mariconería a esta ciudad que gritaba ¡tango que me hiciste mal!”. ¿Te sentís identificado con eso?
A mí me sorprende mucho que vean que tengo candombe, jaja. Es algo que no puedo creerlo. “Drama de telenovela y mariconería” sí. Por eso te decía que ahora me asumo más como cantautor, porque esas son cosas que siempre han dicho, pero yo personalmente no me identificaba para nada con eso. Pero si te ponés a pensar, en Uruguay casi todos los artistas son re raros, los registros de voces son rarísimos, en el canto popular, en la murga, en todo, cantan rarísimo. Lo mío también es raro, pero vengo de un país donde todos cantan raro. ¡Es imposible a veces cómo cantan! Lo mío, claro, está más signado por la cosa gay, entonces eso ya es otra cosa, que no tiene que ver con lo musical.
Alguna vez dijiste: “Quiero ser una cruza entre Yoko Ono y Cris Morena”. ¿Cómo es eso?
En algún momento, sí. Lo de Yoko Ono por el arte conceptual, siempre me gustó. De hecho, tengo unos cuántos discos de Yoko Ono, y de los Beatles no tengo ninguno. Tengo catálogos de Yoko Ono, me encanta el arte conceptual. Y Cris Morena por el melodrama, siempre todo muy absurdo.
¿Y qué hombres son modelos inspiradores?
¿Hombres? Leo Maslíah, puede ser, El Cuarteto de Nos…
Qué curioso, Maslíah fue el último entrevistado para este espacio. ¿Y Rafaella Carrá?
Cuando era chico, fue muy importante. En mi primera novela, Aún soltera, todos los capítulos comienzan con una cita de Rafaella Carrá. Yo cuando era chico bailaba como ella, y para que veas lo abiertos que eran mis padres: yo iba a los cumpleaños y me ponía a bailar como Rafaella Carrá y todos me festejaban.
No es tan común que los padres de un niño gay lo apoyen abiertamente…
No, soy un afortunado. Cuando estrenaron Bárbara, la película que ella filmó en Argentina, fuimos al cine en Tacuarembó, y yo cantaba las canciones de ella gritando (las sabía todas) y mis padres se morían de la risa. Es un recuerdo muy lindo que tengo.
El 1° de junio volvés a presentar tu último disco, Guazatumba, en la sala Zavala Muniz del Solís. ¿Por qué ese nombre?
Es una planta, un arbusto, bastante típico en el norte del país y en el sur de Brasil también, que lo usaban como desinfectante. Mis abuelos siempre tenían guazatumba, diferentes preparados con guazatumba, incluso se utilizaba como antiofídico por las mordeduras de las cruceras. Ese es mi cuarto disco, es mucho más acogedor que el anterior, es muy contenedor. Quería que fuera algo que hiciera referencia a algo contenedor, sanador o paliativo. El disco anterior era todo negro y yo estaba desnudo en la tapa; este es todo blanco y yo estoy todo tapado. Siempre hago ese tipo de juegos. Y bueno, estaba inspirado en esa planta.
Es un disco muy electrónico, muy nerd, que lo produjo Dr. Taba de Argentina, pero a la vez, es muy orgánico, pensamos siempre que no fuese “mucha” máquina. Estuvo pensado para que tenga muchas capas, mucha profundidad, que sea aireado, que tenga una cosa como de planta. Por eso le puse Guazatumba. Después, para el vivo cambia un poco.
¿En qué consistirá el show? ¿Qué van a ver los que vayan a verte?
La formación del show será distinta, porque decidí que tenga más protagonismo el bajo, que esté muy adelante, y la batería (cosas más orgánicas), porque en otro momento yo apostaba al sintetizador, al sampler, todo muy tecno. En este quería algo con más cuerpo, con instrumentos. Habrá invitados: seguro va Salvamento, Sebastián Pina, que es un músico que toca en un montón de bandas, y habrá otros invitados.
Estás cerca de cumplir 50 años, medio siglo de vida. ¿Te pegó para las reflexiones introspectivas sobre qué has hecho de tu vida y qué te falta por hacer?
A veces, sí, pero muy bien en ese sentido, porque por suerte en mi vida ejercité mucho mi voluntad, entonces no tengo esa cosa típica de los 50 de que se sienten mal porque no pudieron hacer lo que querían. Tal vez no tenga una casa o un auto, pero siempre anduve muy libre haciendo mis cosas. Estoy re contento con mi novio, ya vamos 3 años y pico con Goro [Gocher], hago música con él. Él toca la guitarra, canta, tiene un disco re rockero ahora…
Y también, estoy revisando mucho material viejo que tenía. Por ejemplo, hay alguna novela que nunca tiré o proyectos viejos que estoy releyendo, y estoy comprobando eso de que las cosas fermentan con el tiempo, porque en otra época yo solo lo decía, pero no lo había experimentado. Y ahora veo que agarrás algo viejo y es como si lo hubiera hecho otra persona. Y tengo un millón de cosas: voy anotando en el celular, en libretitas, en todos lados. Encontrarme con ese material es bueno, ahora estoy para eso. Aparte estoy más ermitaño, no estoy nochero ni salidero. Estoy más en otro plan.
¿Y qué te queda por hacer? ¿Cómo artista qué te falta?
Ahora, lo típico en los 50 es continuar teniendo fuerza para seguir produciendo, porque lo que les pasa a los artistas a los 50 es que la mayoría dejan de producir, es increíble… Entonces, ya tengo consciente eso, y, por suerte, siempre estoy inventando proyectos nuevos. Estoy presentando este disco, pero ya estoy armando otro, con otros músicos. Siempre analizando alternativas y viendo otras cosas.
¿Casarte y formar una familia está en los planes?
No, no… Lo más cercano es la relación que tengo ahora; no estamos casados, pero igual le digo “marido”. Somos concubinos. ¿Hijos? No, no creo… No podría mantenerlos.
¿Sos feliz?
Sí, sí. Sí porque ha sido una prioridad que me he propuesto. Y bueno, en mi primer disco tenía un cartel que decía: “Busque la tranquilidad, no la felicidad”. Pero la verdad es que siempre traté de ser feliz, antes de estar tranquilo. Y ahora lo logré, es algo que… es lo más lindo que hay: ser feliz.
- César Bianchi («Seré Curioso” – Montevideo Portal)
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